viernes, 30 de noviembre de 2012

DULCES NOSTALGIAS DE JARDIN


A mi madre.

Había un alba de nardos y un embeleso de crisantemos donde ahora se vuela alto un magnolio avisando las auroras, y allá bajo el limonero perfumaban los pensamientos y jugaban las pequeñas mariposas en la estrellitas que se mecían a lo largo del sendero. Sobre y bajo la tierra amasada por la inolvidable jardinera iban y venían los caracoles dejando sus regueros lunares resplandeciendo desde los pálidos amaneres hasta el intenso atardecer que se iba tardeando para atajar la luna, postergar la noche y dejarse querer en sus rojos desatados y su frescura vegetal. En el rincón noroeste dormía la rosa trepadora con sus oscuros rojos escondidos como no habrá de verse nunca más en otras rosas venideras. Abajo las calas también demoraban el nocturno siempre sedientas y verdes. El poniente era con olor a cedrón en el después de la madreselva y el aroma cítrico del geranio extraño que llamábamos malva. Hubo un conejo vestido de negro terciopelo por los escondrijos de rosales y gladiolos. Los pájaros se enternecían de puro gusto allá arriba en las ramas de los duraznos y del ciruelo. Al sureste las dalias eran un verdor exuberante coronado por sus flores moradas, rojas, y anaranjadas como vistosas auras solares. Las frutillas con sus besos rastreros siempre estaban embancadas en arenas y evitando los senderos de las hormigas. Bandas de clorofílicas mantis acechaban orando entre hojas serosas de las rosas, las arañas furtivas habitaban las oquedades del muro de ladrillo, las abejas en cambio zumbaban con alegre desparpajo en sus inquietas libaciones. Allí el tiempo jugaba a detenerse o a hacerse tan lento que las azucenas no sabían cuando florecer y los alelíes se extraviaban en las estaciones porque les llovía en mitad del estío o el sol sonriendo los sorprendía escondidos del invierno. El otoño en cambio era de punta a cabo de la jardinera en sus quehaceres de guarda o de cosecha para dejar quietamente durmiendo a la tierra cansada. Toda su geografía cabía en un solo recuerdo perfumado en el crepúsculo y coloreado con las dulces acuarelas de la zinnias en los brillantes mediodías. Con los años la memoria lo fue haciendo pequeñito, infiltrándolo en todas las nostalgias donde hubiera flores o insectos o fragancias, y el olor a tierra húmeda invadió para siempre todos los atardeceres de todas las primaveras, donde estuviera, aun sin jardín, o ahora, con mi madre ya en el cielo. Vale. 

La Cisterna, hoy, aquí.

EXTREMA UNCIÓN

Verás, ya cerca del fin, casi sin luz, estragado el cuerpo, el alma desgastada, (con solo tiempo para hacer la suma), que días perdiste buscando nadas, afanando torpezas y viviendo errores, construyendo templos que no duraron tus siglos, y siempre hilando sueños, imposibles o inútiles. Los días fueron caudal, así por años y calmos vados hubieron cuando perdiste la fuerza, allí, a pesar de ti, te cercarán estancados pantanos. Dolorosa esa tarde en que verás, si la razón te asiste, que el aquí y el ahora nunca fueron tuyos, los rumbos los fijaba tu carne ansiosa, los vientos tus instintos, tus anhelos, las corrientes tus miedos y derrotas, apenas el hambre. Tormentas y estiajes, no tú, negaban caudal o decretaban torrentes. Que el azar construyó tus reinos y el mismo azar los volvió ruinas, verás, cercano el fin y ya vencido. Entonces te irás. Te buscará la muerte entre los rostros de ese día, su mano fría te salvará de la infamia del dolor. Amanecerá con colores de crepúsculo, las horas de ese día serán lentas, tardas, tristes. Tus pecados, las traiciones, las mentiras, tus pequeñas miserias y tus patéticas vanidades se irán de ti como palomas asustadas. Tus desesperaciones perderán el poder sobre tu sangre y los sagrados vínculos del odio se romperán como un cristal. La intranquila conciencia se abandonará a la impunidad del olvido. Se rendirá al fin la esperanza al sosiego del fin. Laxa tu mano buscará hacia la tarde otra mano, alguien humedecerá tus labios, solo entonces se justificará el amor. Desde esa noche, limpia ya tu sombra en la agonía, altas, muy altas esfinges cuidaran para siempre tu alma, toda ausencia finalmente dejará de doler. Ahora bien, habría en cierto lugar inaccesible Alguien en tu espera con una herrumbrosa balanza y un ajado catalogo de pecados, dicen que en el Cielo, pero son embelecos fraguados en las antiguas catedrales. Lo cierto es que en ese lugar gris y entristecido hay un anciano habitante entumecido por una bruma azul y ciertos carcomidos resplandores. Es un dios antiguo en un cielo abandonado, de altas ceremonias inútiles y de inocuas consecuencias, un continuo revoloteo de invisibles ángeles marchitos le murmuran hastiados su vana gloria entre las miserias de la desidia del desamparo y la ancha soledad. Ese dios, ajeno y cansado, soportando achaques de mala vejez, espera también como tú el fin de los tiempos. Alabado sea ese Dios en la inmensidad de su gloria, que no nos dejó ver su luz, pero tampoco sus sombras. Cuídate entonces de esa hora precisa, para ti la última, cuando terminada esta fanfarria y sus desdichas solo importe tu suma. Vale.

viernes, 23 de noviembre de 2012

VARIACIONES CHOMBAS (I)

“El saber de la imagen, verdadero perspectivismo neobarroco, nos involucra en sucesivos descubrimientos y en nuevas fundaciones, al tiempo que impugna logocentrismos excluyentes.” De los resurgimientos del barroco a las fijaciones del neobarroco literario hispanoamericano. Cartografías narrativas de la segunda mitad del siglo XX. Cristo Rafael Figueroa Sánchez, 2006.

Un abad de negro pernicioso va misionando entre las cholas para defensa del embate de los morenos bajo la premisa de indagar toda fogalera en esa casta sin abolengos ni sosiegos, con acumulaciones insensatas de trastos y escorias, desde el feminismo violento y fundamentalista de Paquita la del Barrio hasta el grabado L’Arc Obscur des Heures de Matta donde juegan azules pálidos, celestes y verdiazules y blanco agrisados, en un horizonte demasiado lineal de un mar detenido, columnas y lapidas, nubes, hay un verde esmeralda abajo y la silueta deformada de un asno en un marrón oscuro. Y a lo lejos los cerros en la orilla de un océano que posee todos los azules posibles de cielo y mar entre los altos vuelos de gaviotas y pelícanos y piqueros, los breves verdes vegetales de la Pampilla, por acá canta un muecín invisible desde el minarete de la mezquita y en nocturna la luz faro desde la cruz del milenio, y un oleaje prehistórico y transoceánico en ese puerto de piratas y de grandes barcos cargando negro hierro. Una dulzaina canta derrama su hilillo dorado en el atracadero de las góndolas, un bajel sale de la bahía iluminada por el atardecer de rojos y anaranjados, perfilada sombra que navega en una mar plateada sobre peces escondidos. En el antiguo escritorio de caoba un atlas de geografías secretas desde donde escurren las ardientes arenas de todo un desierto alzado, hordas de esclavos persiguiendo a sus amos, alfanjes y túnicas y babuchas. Atrás, en el muro sin tiempo, una tapicería antigua con una escena de alta cetrería, allá un jarrón Showtime de un azul brillante, dos cajas de lapislázuli con los bordes en bronce, una sobre la mesa oscura y otra sobre dos libros, un pavo de plata y un carnero de níquel, una mesita con cubierta de ónix y sobre ella un bonsái piedra dura, una pareja cisnes de marfil y tres cubos cristal de roca ahumado, lo demás; el ave fénix en cobre y con incrustaciones de lapislázuli, la garza en lapislázuli macizo y cuarzo, y peces de pirita, rodean fantasmagóricos la escultura en mármol negro de un ángel muerto a los pies de un busto de  Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo en mármol blanco con la inscripción “Me duele una mujer en todo el cuerpo”. En la habitación muy iluminada, con altos ventanales que dan al mediodía, el mismo abad de negro dañoso lee entre asustado e incrédulo una traducción clandestina del Bhagavad Gita.

Fotografía: Lycy_Lee-ITC_234_062 (detalle), de la serie Lucy in the Crack 04/04 by Huebman, 2008.

INTENCIONES PARA NADA

Delicadamente, rozaría con cada una de las diez sensibles yemas de mis dedos la pálida piel entera de tus muslos para aprehenderlos en toda su intensa sensualidad, para conocer al fin antes de morir la suave textura del paraíso, para saber el sabor misterioso e inalcanzable de esa tierna tibieza antes de que se evapore por los poros como un vaho de carnal dulzura. Con delicadeza de antiguo orfebre dejaría que mis manos se posaran sobre el alabastro incandescente de tus muslos desnudos como las hojas otoñales caen sobre las quietas aguas del estanque de los tímidos peces evasivos, para absorber en ese leve y placido contacto la sexualidad concentrada en su virginal pureza, para hundirme en los turbios sueños de una noche imposible. Con paciente sutileza iría deslizando como un fino pincel mis labios embebidos en la sed de ti por la seda perlada de tus muslos para dibujar sobre su exquisita tersura los signos y símbolos de las ansias contenidas, para vivir los delirios del lobo que huele y ve la presa de su hambre instintiva, pero que no alcanza a atrapar esa carne trémula tan cerca y tan lejos a la vez. Sigilosamente, lamería el mármol incitante de tus muslos para fijar en la memoria el sabor del fruto prohibido y luego sumergirme feliz en la eternidad de los fuegos del infierno, para saborear el dulce pecado de los que no persiguen el cielo y se contentan con la breve felicidad de simplemente haber vivido, para comprobar la certeza poética de que sabes a sal y azafrán en la vigilia, y a canela y vainilla cuando duermes. Trazaría con la punta de mi nariz la ruta de los besos que te iría dando poro a poro en la voluptuosa lisura de tus muslos de mi tormento para conjugar el éxtasis y la codicia, la pulsión y el encanto de tantos los insomnios acumulados, para oler el intimo perfume que se vierte en el vórtice anhelado y se propaga en sus cercanías como condenación o desvarío. Con perversas intenciones ascendería tierno y erótico siguiendo ese aroma atrapante por las tibias columnas de tus muslos para encontrar al fin la sellada puerta del templo donde los sueños se cumplen y las fantasías florecen en húmeda primavera, para socavar tu timidez de virtuosa vestal silenciosa y rendirte a la evidencia de un goce que permanecía inconsumado y que ahora por mis artes de soñador incontenible encontrará su impía vertiente. Y con esos juegos entre de acoso, seducción y consumación, quizá alcanzaría a echar a volar de tu rostro como mariposas que juegan alborozadas en la brisa esa antigua tristeza de tus ojos siempre tristes. Vale.

viernes, 16 de noviembre de 2012

EL SILENCIO DE LAS DALIAS

“Todos estamos ebrios de algo...”
TuLuz. Del blog La Embriaguez de la Mariposa.

Toda mariposa será castigada en su vuelo y su afán, la de alas transparente que vive en los jardines de los sueños, la de negro terciopelo que revolotea y arde en las cenagosas pesadillas del desengaño, y también la inquieta escarlata que habita los insomnios como un breve demonio. Las diurnas, y las nocturnas, las humildes polillas y las sofisticadas esfinges, todas verán caer el sol un día sabiendo que ya no les será dado el próximo amanecer ni sus flores ni su polen, ya no habrá orugas escribiendo en un alfabeto de curvados caracteres recortados en las hojas de los limoneros. Ya no habrá hermosas y aladas momias resecas atravesadas por un alfiler bajo una lapida de cristal mortuorio, ni alas colorinches embalsamadas entre las páginas de los ajados poemario de aquellas juventudes de sueños y primaveras. Se irán de los mariposarios del duelo, del canto o arrullo perseguido, de sus migraciones sinsentido, de sus hibernaciones inútiles, de los altos oyameles con su rumor de frágiles alas de papel y sus revoloteos suspendidos en su último atardecer. Desaparecerán las crisálidas colgantes de los hilos de seda, las quietas mariposas de origami, la mariposa del Chagual y la poética mariposa de otoño, y también la turbia mariposa del caos que hace nacer las tormentas y provoca en las antípodas terribles sequías. Tristes estarán los cardenales sin la mariposa del geranio, y los niños de Michoacán sin las millones de monarcas siempre yendo y viniendo, desolada quedará la memoria del jardín de mi madre sin las mariposa blancas escondidas entre el intenso morado de sus dalias. No volverán con sus calcinados vuelos violáceos, purpúreos o anaranjados las mismas mariposas sucesivas con su linfa congelada en el instante en que dejaron de volar, con el néctar cristalizado en la sed equivoca de sus fugas. Castigadas serán en un infierno sin fuego, sin luz, sin estambres ni pistilos, donde un aire denso, gelatinoso, dejará sus alas muertas sin vuelos ni aleteos ni revoloteos, ni juegos de colores entre las corolas de colores, allí donde una penumbra pegajosa y purulenta va aplastando las alegrías inconsistentes y las penas de los días ligeros. Solo volverán las oscuras mariposas del delirio, con sus misterios y sus espantos buscando una y otra vez la trampa esquiva, invisibles en el contraste con la luz del ventanal, volverán, arrastradas por la ventolera de su destino para volarvagar sin luna dividiendo la noche en dos perfectas mitades; la una de plena ausencia y la otra de doloroso silencio. Esas sí volverán.


domingo, 11 de noviembre de 2012

MONOLOGO BARROCO PARA UNA BARONESA SECRETA

Para Tere e Isidora

Y reapareces amiga en una esquina imposible pero real de esta quieta mañana de domingo, inesperada y casual, reapareces desde el tanto tiempo sin olvido posible, con la misma cercanía y el igual cariño, ahora con los sustos de las replicas y los apagones de tu telúrico terruño del trueno. Reapareces, aunque nunca has desaparecido, ahí reiventándote, quejándote que no es fácil de pronto quedar sin hacer nada cuando es todo lo contrario porque ahora es cuando puedes hacerlo todo. Tú me recuerdas en ese café callejero en medio del tumulto y el tráfago de los funcionarios encorbatados y las alegres damas de shopping, conversando de nuestras secretas poéticas incipientes, yo te veo feliz en tu Iloca de azulmar y verdebosque acordándote de mí mientras caminas por esa playa trágica de las arenas inundadas. Ahora, reviviendo un como decíamos ayer conversamos de nuestras ya maduras literatura, de la sensual inspiración que provocaba la recatada Baronesa y del dulce recelo que causaba aquel misterioso Mister; de tus últimas fotografías donde cada vez te vas viendo más y más joven como si ocultaras en algún lugar un retrato donde se acumulan los años sin tocarte, mientras yo por más que envejezco sigo igual cantando como la muy consecuente chicharra (Tettigades chilensis); de la antigua paradoxa que selló nuestra perpetua hermandad; de esos hermosos versos que escribiste: “que bebemos embriagados / en la humedad de nosotros”, porque veo en ellos el tenue verbo pudoroso de la esquiva y contenida Isidora del Arco del Fuego; y también del sino aciago que el día más triste de todos nos marcó con ese dolor insobornable. Mientras el dialogo se aviva y se va extendiendo en un hilo de imperceptibles colores, la amistad pura y la cercanía sin limites va corriendo por la primavera, brotando, creciendo, floreciendo como si el antes solo fuera la víspera del grato hoy de este encuentro. Poco antes de despedirnos me cuentas de tu nuevo sueño de hacer un taller de poesía infantil, y sonrío reconociendo el doble rostro alegre a mi querida amiga, la tierna profesora y la ardiente poetisa. Sí, fue muy grato el encontrarnos sin pensarlo en este aquí y este ahora imprevisto, fue un recuperar cercanías que habían quedado atrapadas en un pasado que parecía irrecuperable, pero no era así, y sentí con íntima alegría que el invierno se alejaba con sus pasos dolorosos y tu piel palpitaba otra vez con la savia de la vida. Nos despedimos felices en esa esquina virtual de la social network, me fui confesándote como siempre mis cariños de siempre, te fuiste dejándome en la mejilla la huella de tus labios marcadas por el beso de tu TQM. Vale.

La Cisterna. Octubre 7, 2002

OTRAS LLUVIAS

(Ejercicio de composición del tipo cadavre exquis transtemporal)

Afuera en el olvido comienza a llover con ímpetu. Bruscamente la tarde se ha aclarado porque ya cae la lluvia minuciosa. Cae o cayó. La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado. Quien la oye caer ha recobrado el tiempo en que la suerte venturosa le reveló una flor llamada rosa y el curioso color del colorado. Llueve sobre la arena, sobre el techo, el tema de la lluvia: las largas eles de la lluvia lenta caen sobre las páginas de mi amor sempiterno, la sal de cada día: regresa lluvia a tu nido anterior, vuelve con tus agujas al pasado: hoy quiero el espacio blanco, el tiempo de papel para una rama de rosal verde y de rosas doradas: algo de la infinita primavera que hoy esperaba, con el cielo abierto y el papel esperaba, cuando volvió la lluvia a tocar tristemente la ventana, luego a bailar con furia desmedida sobre mi corazón y sobre el techo, reclamando su sitio, pidiéndome una copa para llenarla una vez más de agujas, de tiempo transparente, de lágrimas. Llueve con tanta fuerza que nuestro aposento se quiebra y el viento y el agua de la tempestad penetran las paredes y ventanas: nos invaden, nos atraviesan. Procuran jalarnos adonde las almas se apagan, adonde el hielo es más delgado. Sigo contemplándote con la punta de mis dedos, con mis brazos que a ciegas te sostienen y te aproximan hacia mí, con deseo de mantenerte aquí para siempre. Estás tranquila y pensativa a mi lado, cálida como la respiración apaciguada que emana de un beso joven, de un beso fiel. Comprobamos que nuestras caricias y nuestro amor están condenados; lo aceptamos y damos bienvenida a la ira de la melancolía, quien ahora se venga de nuestro desafío. El cuarto se inunda, nuestros miedos menguan al borde de la superficie. Entre la zozobra y entre el furor nos ahogamos en saliva, en miradas, en fragancias de perdición y en la furia del desasosiego. Lentamente morimos, víctimas de nuestra oposición, de nuestros deseos de vida y de muerte, de nuestra irrevocable travesura. Esta lluvia que ciega los cristales alegrará en perdidos arrabales las negras uvas de una parra en cierto patio que ya no existe. La mojada tarde me trae la voz, la voz deseada, de mi padre que vuelve y que no ha muerto. Los brazos abiertos hacia ti y el rostro triste, la lluvia repicando en el asfalto, y todos los inviernos en ese único lugar.


Bibiografía cuantificada:
i.- Síncope. Gerardo Careaga. 179 palabras.
ii.- Llueve... Pablo Neruda. 119 palabras.
iii.- La Lluvia. Jorge Luis Borges. 95 palabras.
iv.- El Cristo de la lluvia. F.S.R.Banda. 23 palabras.

Nota.- Cadáver exquisito es un juego por medio del cual se ensamblan colectivamente un conjunto de palabras o imágenes; el resultado es conocido como un cadáver exquisito. Es una técnica usada por los surrealistas en 1925, en la cual los autores jugadores escribían por turno en una hoja de papel, la doblaban para cubrir lo ya escrito, y después la pasaban al siguiente autor. De esta forma se combinan cosas de una idea agregando elementos que pueden o no pertenecer a la realidad. Los teóricos y asiduos al metodo sostenían que la creación, en especial la poética, debe ser anónima y grupal, intuitiva, espontánea, lúdica y en lo posible automática. Decía Rulfo que no existen más que tres temas básicos: el amor, la vida y la muerte: para captar su desarrollo normal, hay que saber cómo tratarlos, qué forma darles, sin repetir lo que han dicho otros. En tanto metabolismo continuado de anteriores lecturas, podría considerarse si la literatura no es en sí misma un gran cadáver exquisito a partir de temas y preocupaciones bastante simples.

Imagen: Fotografía del compositor, “Lluvia del 20 de octubre de 2012”

domingo, 4 de noviembre de 2012

EL FUEGO QUE DEVORA

“Pero yo hago brotar de ti mismo el fuego que te devora”. Lamentación por el rey de Tiro. Ezequiel XXVIII:11-19.

Los días, los meses, los años, y los que vengan, no han borrado esa marca de fuego en tu piel y mi piel, esa unión primitiva y animal que perdurará como cicatriz, cárcava o grieta porque no hay olvido cuando se ha vivido y sentido la intensidad del amor con esa pureza que tú me regalas y me hace vivir siempre sediento del agua clara de tu manantial de ternuras. Porque tú eres la dueña de mi verbo ciego y de mi imaginario de espantos, y lo que florece en el lado transparente de mis poemas sin versos te pertenece porque en ti la semilla de mi deseo brota, crece y florece bajo el hechizo de tu piel desnuda que me ilumina e inspira como la luz de desatada luna llena. Sé que a veces mis deseos te invaden, te violentan, te saturan, pero debes saber que solo en ti está la llama que los enciende, que en ti ardo y por ti soy un pequeño dios en continua deflagración, pero tú que perdonas mis locuras y mis ausencias también perdonaras ese fuego que me abrasa porque yo fui el que despertó tu piel y tu cuerpo, el que poseyó tu ansiedad virginal, el hombre de barro, el del rostro mentido, el que te sedujo con la palabra quemante, con el verbo encendido, con los deseos en carne viva, con todas las fantasías expuestas abiertamente, sin otro afán que seducirte. Sé que has borrado mi careta de tu memoria, que me niegas tres veces cada noche, sé que mi nombre te repugna cuando recuerdas su falsedad y su asedio, pero también sé que vivo allá en el fondo de tus entrañas de hembra, en el laberinto oscuro y secreto de tus instintos, y lo sé porque tú también vives y reinas como siempre y para siempre aquí en el fondo de mis vísceras de macho, en el laberinto sombrío y pervertido de mis instintos, y ambos sabemos que eso no podemos evitarlo porque quedó sellado por el fuego que ardió desde la zarza del desierto inconsumida. Mas ahora soy yo, soy el otro yo verdadero, el oculto que soy, el que te ama sin máscara ni engaños, el que te ama al final de su camino, el que te ama y desea, el que te busca y necesita, el verdadero hombre detrás de los nombres falsos y los rostros equivocados y los seudónimos codificados, sin embaucamiento ni falsías, abiertamente, soy el tímido que te amó desde el principio pero que no se atrevió a mostrarse como era, el que se escondió de ti una y otra vez, cobarde y asustado, el que se repartió entre un falso profeta, un juglar de prostíbulos, un mago de circo o un arcángel pecador, y tú a cada uno de esos ellos-yo lo aceptaste, lo comprendiste en tu Amar infinito, con tu ilimitada ternura lo cobijaste como un hijo maldito, a cada uno como un íncubo consumido por el fuego que lo devora y que también a ti te quema.


sábado, 3 de noviembre de 2012

PERPETUACIÓN INCIPIENTE


A Casandra

Amada serás para siempre a través del tiempo y la distancia, a pesar de las máscaras y de los nombres, se te evocará cada vez que la soledad invada e irrumpa el insomnio con su oleaje frío y cortante, se te buscará por los rincones donde habitan los fantasma en silencio y sin sombras, por entre los arbustos verdilocuentes de los bosques de coníferas de un sur extraño o ajeno, por las siniestras calles saturadas de la penumbra imponente del crepúsculo irreversible, por la extensa noche del plenilunio de noviembre, se te buscará entre las pequeñas flores de los tréboles silvestres y también en los humedales de la memoria donde crecen las hierbas del desamparo. Nunca se te olvidará porque todo imposible es un fuego continuo que jamás se apaga y nunca deviene cenizas, estarás en las entrelineas de tus poemas de tristezas y tu voz permanecerá vigente y sin eco leyéndome aquellos versos que me gustaban bajo un frondoso ceibo de besos rojos, recostados en la grama mientras yo busco en el cielo tan azul el intersticio por donde escaparnos, otras veces estarás en las antiguas fotografías desvaídas con tu pelo negro y mis dedos enredados en su cascada perfumada, o con tus manos pálidas que seguirán acariciando mi rostro mientras te miro a los ojos con la vehemencia de adolescente enamorado, o te encontrarás algo dispersa en las rosas del jardín de los atardeceres cuando su belleza silenciosa y su sutil aroma inmaculado traigan el espejismo de tu imagen como en una quieta lejanía. Borrarás las buenasnoches previas y las malasnoches que vendrán, ocuparás el plinto más alto del templo de las vestales ingenuas o ilusas, reinarás por tu reino de encanto desde el torreón mayor de tu castillo inexpugnable, escardando y develando el desengaño con la lenta parsimonia de un amanecer de invierno. Perdurarás en los detalles cotidianos, en el cristal entristecido de la copa en cuyo borde permanece el dibujo de tu labios perfectamente burilado como un conjuro maligno, en el espejo que se extravió en la obsidiana de tus ojos, en la puerta que se quedó entreabierta esperándote con su cerrojo vencido, en el vidrio de la ventana que te vio por ultima vez y se trizó atrapado por la nostalgia que recién comenzaba para siempre, en tiempo que sigue sucediendo en una inercia circular y monótona, o en la distancia que va dejando de ser territorios y se visualiza más como un muro infranqueable o un túnel sin salida. Perdurarás, pero invisible como las piedras o el limo.

Nota.- Casandra fue sacerdotisa de Apolo, con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, rechazó el amor del dios; éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos.

jueves, 1 de noviembre de 2012

CONVERGENCIA, PERDICION Y FUGA

Será un día de semana, entre martes y jueves, cuando todo tiende a la rutina y todos son solo caminantes apurados y pasajeros sin rostros entre el tráfico del demonio y las calles atestadas. Me iré calladito como el penúltimo linyera por el loco camino a esa tierna locura; hacia el primer valle transversal cruzando un río y bordeando otro, atravesando las montañas de las altas nieves eternas, la divisoria de las aguas de los deshielos, después la suave y monótona pendiente oriental hasta la ribera del grande río de los camalotes donde sé que no me espera tu boca mía. Nada de avisos, entraré un día en tu día como un ciudadano cualquiera por ahí por Avenida Francia a preguntarte por Suipacha y a ti se te paralizará el corazoncito al reconocerme, actuaré como si no nos conociéramos, conversaremos un buen rato de trivialidades de turista y paisana mirándonos a los ojos, yo estaré muy nervioso y formal, tímido como soy no me atreveré ni a tocarte las manos. Imaginá, vernos sin tocarnos las manos después de tanta soledad contenida, no podrás negar que será el más bello acto poético que has vivido y vivirás aunque sea una locura dentro de la locura, pero que importa si seremos inmortales hasta volver vernos a los ojos y eventualmente sí en la próxima me atrevo, a tocarnos las manos. Ahora bien, aquí viene la pena, vos sabés como he sido contigo, te he tratado como una joyita inencontrable, me he humillado ante esa maldita gata que a veces aflora en tu alma celosa, te he soñado con obsesión y vehemencia, te he ido seduciendo y reseduciendo por mucho tiempo y muchas veces, he pecado por ti de palabra obra y pensamiento, que te he llevado de la mano por tortuosos y voluptuosos senderos que ni imaginabas que existían, te he hecho pecar de palabra, de imagen y quizas de obra, he aprendido tu lunfardo solo para alcanzar a tocar la fibra mas primitiva de ti, te he sobornado, embaucado, hechizado, seducido, engañado, nunca ilusionado, porque necesito saberte mía sin importar la distancia y la imposibilidad, has sido mi musa inevitable y mi inspiración recurrente alojándote en todos mis verbos como las madreselvas en los oscuros zaguanes donde se besan furtivos los amantes, he recorrido aquellas callecitas ciego y extraviado, viste, he navegado entre las islas y los camalotes de ese tu grande río buscándote en las noches con o sin luna, pero pebeta linda, chantá, que vos no sabes cuanto me hieres y dueles, creo que es suficiente por esta vida, aquí me bajo, ya me doy por muerto para este sueño, che madam vos sabés, así que después de ese loco verte me iré otra vez por ahí a buscar para siempre como antes tu silueta perfilada en las figuras que se forman en los muros empapados por todas las lluvias que me restan. Vale.