jueves, 10 de noviembre de 2011

SEDIMENTACIONES

Sabía que era distinta porque siempre la encontraba cercana a convertirse en un éxtasis dentro de un sueño. Lo sentía en su piel estremecida, en la caricia del agua, en la espuma perfumada, en la consistencia carnal de ciertas turgencias femeninas en las que reconoció ese restregamiento de un cuerpo contra otro cuando se entra de la mano a un secreto Nirvana. Poseía una delicada sensualidad, como alas de libélula, esparcida como pequeños brillos dorados sobre la secuencia de imágenes y sensaciones que la perseguían entre sus paisajes oníricos y su barroco balcón donde anidaban oscuras golondrinas. Se soñó mirando por infinitos ventanales esperando que apareciera por allá abajo en la colina caminando alegre y despreocupada entre la grama verde y las flores amarillas con un canastillo de moras y damascos. Despertó a medianoche y la buscó en el lecho palpando como un ciego asustado y con la desesperación de un naufrago. Ahí estaba. Se hundió en un silencio de brasas, de aguas hirviendo, de fuegos inconsumados para no romper el hechizo con alguna palabra indebida. Se dejó arrastrar a un torrente de emociones e intensidades como rara vez había sentido y vivido. Fue un continuo navegar en aguas bravas. Besó su cuerpo entero, de norte a sur y de este a oeste, todos sus territorios, sus continentes, islas y archipiélagos, sus océanos y sus mares interiores, sus junglas y sus medanos, sus desiertos de dunas y pedregales y sus playas de aguas turquesa y espumas atrapadas, sus abismos y sus salares, sus plenilunios y sus eclipses, todo su cuerpo imposible o a lo menos inalcanzable. Bebió de esa furia contenida, de esos regaños de madre y de amante, de esos celos embebidos de esa pequeña rabia de mujer refrenada. Se sintió vivo, vigente, atormentado otra vez por las ansias y el amor, y reconoció ese delicioso dolor y suspenso de un amenazado. Sabía que solo las pasiones que duelen dejan huellas imperecederas y así la amó desde el fondo cenagoso de sus delirios de macho egoísta que va dejando sus marcas ardiendo por dentro de la piel deseada a la espera de que el odio vaya brotando entre las piedras volcánicas como un cactus inmutable y traicionero. Se inundó de su imaginario sutil y colorido, de su trama codificada que iba dejando entrever entrelineas un mensaje cifrado, pero lo alcanzó el triste amanecer sin lograr aun encontrar las claves de su insondable secreto.

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