miércoles, 21 de mayo de 2014

TENTATIVAS DE FUGAS

Le es preciso abandonar la realidad en ciertos instantes, siempre efímeros, y dejarse llevar por la imaginación o la pequeña locura del momento, entonces se aplica a los contornos y le desaparecen los colores y los volúmenes, solo se enfoca en las formas, los bordes, las siluetas, va así detectando los fractales escondidos en los objetos del día, las repeticiones o las similitudes que de otra manera se pierden en la consistencia tridimensional del entorno habitual. Una hoja de papel puede ser una cuadro, una mesa o una caja de fósforos, un árbol una rama, una raíz o las cristalizaciones de óxidos de manganeso sobre una caliza, son un rectángulo o un figura dendrítica de innumerables posibilidades. Los espejos le esconden las minucias del día en el reflejo mustio del azogue y dejan sin que se de cuanta de reflejar la realidad contingente, no es raro que el rostro que ve sea el mismo de ayer o el que será mañana. Un libro debe leerlo muchas veces porque intuye (sabe) que algunas palabras cambian cada vez que lo cierra, o un verso perfecciona una metáfora o se borra para eliminar un énfasis. En ciertas horas lo que sucede se retrasa persistentemente y escucha el canto entre el follaje cuando el ave ya ha volado, las palomas duermen en los campanarios mientras las sigue viendo picotear las migajas en la calle. Todo es crepuscular o anochecido, inserto en la luz apacible y silenciosa de un atardecer o un anochecer que nunca termina de consumarse. Lo sucedido y los objetos, lo pensado y lo imaginado entran en un eterno retorno, pero no como consecuencia de sucesivas reencarnaciones sino como un bucle atrapante en el que las sensaciones son reproducidas enlazadas en secuencia una vez tras otra generando una fingida y rústica continuidad. Inmerso en una realidad diferente gira insomne atrapado en el vórtice de un misterioso atractor efímero, virtual o imaginario, pleno de visiones y asombros, llevado por las minucias de una poética insaciable que surge del proceso iterativo en el juego barroco de las palabras. En ciertas ocasiones permanece inmóvil inserto en la realidad ilusoria que proclama certero y verosímil el budismo, sabe (intuye) en sus adentros que es verdad todo es falso. Así, con íntima felicidad puede visitar a los que ya están muertos en sus mismos lugares cotidianos donde siguen viviendo. En fin, todo esto ha de ser parte de la primera de sus últimas demencias.


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