Ya ves que va la luna en su menguante
amenazado, y las calles están llenas de escombros, y el atardecer no derrama
sus perennes arreboles. Que crece el mugo devorando las ruinas de los templos,
que la bruma de los insomnios acontece en las esquinas de los faroles apagados,
que un salto de agua violeta perfora los asfaltos percolados en sus arenas
iniciales. La noche se dramatiza en esta boca de invierno, discurre o difumina,
se encasta derrotada aun solemne y arcaica en sus vetustas estribaciones, crea
dípticos o trilogías, reinventa sagas y secuelas, describe con minuciosa
inutilidad universos cerrados y caóticos, mistifica las pasiones y desarraiga los
mitos de amor enternecido. Algunos objetos, un alambique y una clepsidra, la
bitácora del exilio y la tenue luminosidad a barlovento, el púrpura de unas
serranías o las comarcas de los aguaceros, buscan sin lograrlo incrustarse en
la memoria demasiado cansada. Se distrae el nocturno ensimismado, se perciben
ajenas lontananzas, un indigno fervor se declara nacarado como una medusa de
terciopelo en sus arcanas luminiscencias, un sabor a antiguas aguardientes
desata la memoria de un brasero allá en la infancia de las dalias y el ciruelo.
La conciencia de un tiempo perpetuo, de incansable repetición y libre de las
devastaciones del olvido concurre entre escarchas y crisálidas en el rasgado
crepúsculo que se enceguece en su propia pesadumbre. Ya ves que va la luna atrasada
en su creciente enturbiada por las aves y los pordioseros, que en sórdidas
evocaciones de vierte luz pálida mortuoria sobre las troqueladas silueta de los
árboles dormidos. Un preludio de nostalgias amenaza con quedarse en su murmullo
melancólico como un canto triste de amor pagano o como un conjuro o una
blasfemia que se desgrana arrastrada por el oleaje de una playa pedregosa. Los
afectos decantan en los reflejos invisibles escondidos en los azogues, en las semillas
de desquicios y unívocas contumacias, soterrados quebrantos que habitan en los
estremecimientos que nos agreden cuando nos miramos temerosos en las lunas de
los espejos. Yo bosquejo un nombre con
las minucias de su desaparición inminente, y por lo mismo provocadora e invocante
en su vertiginosidad desafiante, pero su brevedad innombrable se me oculta detrás
de las estatuas, bajo los escaños anochecidos, en el reflejo lunar del estanque
de los peces silenciosos, en el zureo nocturno de las palomas, en los jardines
de rosales y magnolias. La nombro y es como una liberación absoluta, de una
poesía profunda, extrema y hermosa, como si alcanzara una revelación sublime,
más allá de las metáforas y de las imágenes.
sábado, 21 de junio de 2014
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Hermosa su prosa Maestro, es un grato placer leerle.
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