Duermen en tus ojos las
crisálidas de aquellas perdidas primaveras que buscas en la quieta esperanza de
un día con un aquí y un ahora donde el túnel de tus insomnios se abra al
soleado y verde paraíso. Tu rostro dibuja en su tristeza la sagrada y desolada
soledad de tus sueños ya cristalizados, enterrados en la sombría nostalgia del
amor que no ha bebido aun de ti. Tu boca apenas sonríe mintiendo en el negro
negro embrujo de la pena, escurriendo desde su vertiente secreta sin palabras,
sin un gesto, toda solitaria. Ahí, en el reflejo de tus rasgos de reina
inmóvil, de musa que agoniza en su silenciosa melancolía, están todos los
ponientes de la reseca comarca donde tu corta infancia se deshizo en fragmentos
y tu delicada juventud fue largo otoño y fría nieve. Pero sobre tu belleza
misteriosa sobrevuelo, halcón hambriento de tu encanto incesante, hasta
atraparte una tarde de lluvias inciertas, robándote con ternura de tu arduo
presente para ir a anidar nuestras rebeldes ausencias en la lejana y alta
arboleda de los sueños. Duermen en tus ojos las crisálidas de aquellas perdidas
primaveras porque en tu rostro se dibuja una dulce tristeza sagrada y eres
entonces toda soledad, virgen de sueños cristalizados, imagen pura de la
nostalgia de un amor ingrato que no ha bebido de ti. Tu boca sonríe mintiendo
en negro embrujo la pena, escurriendo desde su secreta vertiente sin palabras,
sin un gesto, toda soledad. Ahí, en el íntimo reflejo de reina inmóvil, de musa
que agoniza, está la silenciosa melancolía, están todos los ponientes de tu
reseca comarca de tu infancia fragmentada y de tu delicada juventud como un
largo otoño y su premonición de nieve. Pero como halcón hambriento sobrevuelo
cazador herido de ti sobre tu belleza misteriosa, sobre tu encanto incesante,
esperando atraparte furioso y sangriento una tarde de lluvias inciertas, para
robarte con mis garras en aterradora ternura de tu arduo presente e ir a anidar
nuestras rebeldes ausencias en ese lejano y alto roquerío de mis sueños. Duermen
en Sus ojos las crisálidas de aquellas perdidas primaveras. Busca en la quieta
esperanza un día con un aquí y un ahora distintos. Intuye o desea que túnel de
Sus insomnios se abra al fin al soleado paraíso. Su rostro dibuja en su
tristeza la sagrada soledad de sueños cristalizados. Sabe que enterrado en la
nostalgia está el amor del que aun no ha bebido. Su boca miente el embrujo de
la pena, sin palabras, sin un gesto, toda soledad. En Su reflejo de reina
inmóvil, la musa agoniza en silenciosa melancolía. Allí están los ponientes de
Su reseca comarca con Su infancia en fragmentos. Allí Su delicada juventud como
un largo otoño y su premonición de nieve. Sobre Su belleza sobrevuela un halcón
hambriento de Su encanto incesante. Día llegará en que la atrape, una tarde de
lluvias inciertas, con feroz ternura. Será esa noche entonces, sin Su arduo
presente, que anidaran sus ausencias. Solo el secreto de un lejano y alto
roquerío verá como encienden sus sueños.
Diciembre, 2008.
Nota.- Debe leerse escuchando la
mejor versión en clavecín de la Sonata en sol mayor, Allegro, K.455, de
Domenico Scarlatti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario