Dejamos la marca sobre la mesa en
blanco, el estío se acerca desarmado de otoños como una piedra pulida por los
vientos desérticos, es un ágata viscosa, lerda, con pequeñas grietas por donde
fluyen sus adornos de tristezas, el parco discurso de los árboles llenos de
pájaros, la clandestinidad de los caracoles que vagan lentos por la noche antes
que la madrugada los sorprenda besando los lirios o las magnolias, todo tiende
a una oscuridad difusa, sin siluetas de caminantes suicidas ni estatuas de
héroes descabezados por la bruma, ciertos cristales tintinean en sus azules de
mar profundo, la mesa en blanco con la marca de los abismos por donde huirán
los pájaros, y las espumas y los cuarzos y la melancolía de los otoños que
acosan de lluvias previas de los mustios inviernos venideros, surgen las
alquimias y las herejías en una sucesión confirmada por las pasionarias que
reptan por los muros apagando los ventanales, imprecaciones y olvidos danzan su
último tango extraviado en ayeres sin rostros, bebiendo el vino agrio de los
errores, el concho feroz de la mala muerte adormecidos, en blanco la mesa y la
marca de las palabras sugeridas o borradas, susurros en las arenas, en las
cenizas, en la cal viva que va carcomiendo las memorias de yeso o de barro, lo
demás son silencios escondidos en los rincones, las furias abrevando en el pozo
de la hiel, las comarcas deshabitadas y la tierra calcinada, afuera la
cumbiamba de paso que incita los desmadres y las polifonías de una sola nota,
el nocturno desde lejos, los ladridos de los perros, la noche ya no alcanza a
contener todas las nostalgias de los yuyos y el tranque con su barquito azul,
hay derrumbes sin escombros ni vidrios quebrados, el polvo del desierto cubre
las huellas de los pasos equivocados, las garúas borran los nombres y los
números, los vestigios de algo que ya no posee silueta ni sombra, de alguien
que habitó los subterráneos y no floreció, sobre la mesa en blanco la marca de
los signos de los tiempos, la decadencia, la obsolescencia, los estragos del
fuego divino, el castigo de falsarios y pecadores, y aquel que mire para atrás
será estatua de sal, y el que no mire será algas pútridas esparcidas por las
aguas por toda la faz de la tierra sin tumba ni llanteríos, al atardecer del
último día la última sonrisa cínica cristaliza en un semblante imperturbable.
viernes, 12 de diciembre de 2014
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