Un texto de Hoz Leudnadez (i)
Hay que despertar la poesía, despertarla con la voz de los geranios adormecidos o con el rumor incesante del oleaje en una playa pedregosa, acosarla en los callejones y en las casonas, en las parroquias y en los prostíbulos, en los puertos y en los sueños, en el manicomio y en el matadero, en la crucifixión y en el empalamiento, como religioso y como ateo. Buscarla con la desesperación de un náufrago, con la aspiración de un suicida, con la incoherencia de un cuerdo, con las verdades de un loco, con las ansias del amante secreto, con la ira de un prófugo de la luz que calla el nombre de su amor superfluo, con el egoísmo del último sobreviviente que se escondió durante toda la matanza, con la humildad altanera de un hambriento perro callejero. Hay que violentarla, asumirla como una cicatriz, sodomizarla hasta disgregarla en verbos susurrados de un zurrado suspiro que promueve la mentira de la meretriz, en palabras distintas o iguales, en orgasmos fingidos de pena por penes que son mínimos ante los santos bravos dedales, hay que decretar su resurrección inminente como una de las deidades más elocuentes y necesarias, desangrarla a mordiscos de lobo, a cortadas oxidadas como las de una Hoz, a masticadas de veneno infestadas como las de un Reptil, hay que vomitarla con enjundia en la pelea de cantina como la de un Goliardo alcoholizadamente feliz, y también ¿por qué no? llorarla como un Híbrido con su siempre marica desliz. Hay que herirla, sajarla, desnudarla a contraluz, beberla hasta la ebriedad desaforada del canto y del desencanto que ladro, y odre celebro enculado por ella. Hay que develar la poesía, desvelarla, indagar por sus dialectos, masturbarla por sus conductos ductos, estatutos sucios con el edicto de velocidad endiabladamente sacra para que termine a chorros en la cama, sobre la boca, inundando la salvaje sábana, hay que domarla y saberle el cauce por sus quejidos de hembra impenitente y sus bramidos de macho malherido, andrógina latente de látex, o sin mantos de protección, según el desvarío y el alcohol que se haya bebido para que nosotros seamos víctimas y nos convenza que al penetrarnos con dos puños de ira, sin necesidad del exorcismo del condón, ésta nos fecunde el anti-amor, y que el sangrarnos duro será como el bautizo divino que nos aviente al verso eterno y sacrílego. O que nos advierta de probar su coño lampiño adictivo, o su culo ávido y ácido. Ya que por ahí se han parido las artes más prohibidas; como el simbolismo maldito, o el borracho e insurgente pornoHibridismo libido.
Hay que rescatar sus monólogos del laberinto del día a día, de la noche con su vuelo y su ausencia, de su labio leporino tras tanta lívida lamida bebida por mamar y tragarse venida tras venida del diáfano perspicuo de los fálicos, que de límpidos, solo tienen la lágrima del meato beato y balístico urinario. O de aquella lengua panorrera que de tantos pronunciares al botón de sus ninfas internas, con sus causas cuzas que causarán y causó, incendios húmedos tras las pantaletas quinceañeras. Hay que convertirla en pan y en vino, en sal y en agua, y también en cenizas, hay que promoverla y divisarla libertaria para poderla ver como la daga que mató a un Cristo y como la santa palabra que emancipó a Luzbel, volviéndola masdeísta, alejada del falso camino de un cruel amo y un corrupto rey, de un posible diablo y de un supuesto Dios del bien. Porque nada de esto existe, solo ella que con sus embistes descubre los embustes del humano pérfido que se hinca con iconoclastia y ciega reverencia para salvaguardar su integridad y plusvalía vital, por esto, por esto es que existe la poesía, para desenmascarar al enemigo de nuestro mal mental que aqueja con sus enfermedades colectivas faltos del plano de lo real, y bastos de la dimensión de la fantasía. Hay que cantarla como un grito de guerra y como un gruñir de sinfónicas mancebas. Hay que hundirse en el cenote nocturno de su útero virginal para renacer de ella a los esplendores de los soles venideros como un niño asustado y fuerte, que descubre que ella tiene una letrina como incubadora dentro, más adentro de la puerta sátira e intemperantemente lúcida vagina, o el incaindecente maneral largo y latiente de las escaleras que bajen al sótano donde habita su pene. Hay que sentirla temblorosa, penetrante, trémula, palpitante, angosta, vacilante, espumosa, pegostiosa, decrépita, estallante, velluda, apretada, fluida, seminal, brusca, desflorada, martillante, lastimera, epicúrea, grasienta, sibarita, sucia, enervante, embelesante, bíblica, única, tajante, bucólica, lasciva, farota, ninfómana, satírica, concupiscente, esclava, dogmatica, edictica, destructora, caliente como lava volcánica y tántrica como una cómplice demoníaca, todo ponderosa, ponedora, ligera, ostentosa, festiva, núbil, todo torrente, palpable, desgraciada, fantasmal, manoseable, costeable y omnipotente, hay que sentirla edénica, colérica, misericordiosa y deseable, anal toda Diosa y fálica execrable, blowjob, handjob, creampie, cumshot, fetichista, anarco colectiva, inmaculada y mamadora, revolucionaria y vale madres, épica y perniciosa, con sigilo y ruidosa, hay que sentirla al extremo como un insulto, en lo más profundo como lengua del indulto del estupro de un hombre cínico o de una mujer orgullosa, hay que pensarla con miedo, con el meado en la punta, con el orinal en la vaina, con maldad, con culpa, con anhelo, en celo, con desmayo, en mayo y en todos los meses que lo tengamos erecto o abierto, hay que tenerla, hay que dejarle, hay que contenerla, y hay que encerrarle, publicidad hacerle de que es una madre dolorosa que se vende por nosotros sus hijos, y los hijos de sus hijos que ladran por su brama como habitantes de las sombras, y de los arpegios cristalizados del dolor al desnudarla para la orgía masiva de plumas venosas dispuestas a habitar en su garganta. O como un padre desalineado que deslechado nos empujó al abandono, al vagabundo andar prensado como bastardos sin correa entre el orbe de la urbe.
Hay que romper la poesía, sacarla al viento, a la lluvia, exponerla al odio, al desengaño, a la pasión más perversa y al amor más sublime, hay que excavarla hasta encontrar sus cimientos, sus ruinas y sus estatuas descabezadas. Hay que exponerla a la leña verde, y señalarla en Gólgota, hay que rezarle con el crucifijo en la boca, o en cualquier lugar donde pueda alojarse dando resultados agradables, hay que destriparla con la furia hosca de los moribundos y la paciencia imperturbable de los inmortales. Hay que buscarla en los rincones y en los arcones, en la falda sin ropa interior al fondo y con puntas afiladas en los tacones, en la tibiezas mustias de los deseos cumplidos, y en las miserias del desengaño, en las alegrías de un patio, de un bosque, o de un beso en alguna primavera donde el amor de tu vida tuvo a todos y tú nunca lo supiste, ni metiste, ni lamiste, ni cogiste, solo te mentiste adulterando la historia adultera fingiendo paraderos inexistentes, donde la pitonisa deslucida, era según tú la más filial de las vírgenes. Hay que buscarla en las mentiras que decías que ella no cogía, o en las verdades que te callabas de que ella sí mamaba, buscarla en las memorias, en las nostalgias y en los olvidos, hay que buscarla en los pasos idos que despavoridos dejan las más inhumanas putas, dizque musas que se largan sin dejar rastro y devolver propina, y se quedan tatuadas en el rostro de esos miserables poetas que clamaron esas ausencias con la llovizna tibia de sus párpados, hay que buscarlas en el ano de esas convictas distancias féminas, que se marcharon ignorando aquellas patéticas y antipoéticas existencias del versero que las reverenciaba, y que las respetó al grado de ser el último en sus salas, en sus casas, en sus juergas, y en sus imprudencias banas de levantar la pelvis y abrir las nalgas a horas trasnochadas de borrachera extrema sin preguntar ¿quién es? ¿cómo se llama? ¿se casará conmigo? ¿traerá preservativo? ¿me amará por los siglos de los siglos? Hay que buscarla en ese limbo íntimo, donde el desmayo del poeta ingenuo se quedó ínfimo con la libreta vacía y las hojas en blanco, donde resalta que el poeta moría, donde se advierte que el poema agonizaba y donde se sabe que la mano virtuosa se pudría. Es que es de buscarla a oscuras, como un ciego palpando los bordes velludos de lo desconocido, del ciego que tiene el pretexto de no ver, y que por eso pregunta por alguna calle, pero lo único que quiere hacer es tocar pezones y lunares porque le encanta la pornografía en braille. Hay que escribir la poesía como un rito, como una invocación de índole clandestino, con fuerza y con la adrenalina alta y la serotonina baja, con la orbito frontal reducida y la periacueductal activada, como un asesino en pleno uso de sus deficiencias mentales, para causar la más grande carnicería a las frases y escritos banales, así, así hay que buscarla. Hay que trazarla como una afrenta a un cruel Dios, como una rebelión al más tirano, como una humillación al más débil, reescribirla como una ceremonia y releerla como una revelación, o un éxtasis. Hay qué prepararla como si matáramos al abusivo, y como si matáramos al que lo alimenta, hay que discernirla con el llanto infantil como cuando el violador desmembró al niño, y enfilarla cual cuchillo que destazó al maldito cuando la pequeña víctima tuvo su ansiada venganza. Desbaratarla, desarmarla, desperdigarla en vocales, en silabas, en quejidos y gritos, quitarle el pedigrí y volverla anónima y ácida y dejarla caer a mitad del plenilunio, deshojarla en los otoños, crucificarla en los inviernos, demonizarla en el Estío, del que estamos muertos en hastío.
Hay que devorarla como una fruta sagrada, dulce y venenosa, hay que posesionarnos de ella hasta pervertirle el hábito, si algo nos dictan sus rezos, es que el hombre escribe poesía porque desea a la mujer de su prójimo en sus cuartos, en sus oscuridades, es por llenar esas oquedades con albina tinta que salga de nuestras puntas mástiles marítimas con olor a pez. Y las mujeres la conjugan para declinar la desfachatez de un reclamo callado por la inmadurez o el feminicidio de su sentir acongojado por el machismo y su idiotez. Después de convencer y tramar hacerlo en el edén, la poesía fue exiliada a los azufres, así que ahí, hay que acecharla, seducirla, poseerla hasta el delirio, y cosecharla para que nos dé frutos de carne rosada y jugosa para nuestro sacio, hay que arrancarle un trozo de carne para mascarle todo el día, y con ganas de ella no quedarse por los siglos y los siglos vergamén. Hay que tomar sus piernas como remos para navegar por sus viscosos ríos, no hace falta traer mapas porque no importan los tesoros ni cosas así, lo verdadera importancia es escarbarle en su isla y sí justo en el puntito, justo en la equis que ya todos sabemos dónde está marcada, porque hay que saciarse en ella, vaciarse en ella, solventarse en ella, y ella para nosotros, adictiva dance femenina y complaciente o masculina y aguantadora, con una belleza imparable, y para eso, hay que darle nuestra sangre, para que pueda seguir viviendo eternamente como la amante de nosotros los Híbridos y no nos delate, de que ella como nuestra madre, nos da el sexo para que nosotros su hijos, sepamos cómo amarle beso tras verso, y como padre odiarle poema tras botella. Se tiene que observar sincero en un atardecer limpio, o un atardecer en llamas por la guerra infinita en turno impío, en un amanecer con calma o una mañana de alaridos por saber que temprano se irá a la horca por hereje castigo, hay que apreciarla en la noche bohemia, en esas madrugadas donde la ves a aquella, la musa que se te fue sin dejar rastro; entregándose a tu padre, rentándose a tu amigo, curioseando con tu madre, regalándose a tu enemigo o confundiéndote con tu hermano. Hay que mantenerla despierta, viva, flama tea, que resplandezca, que vuele, que mate, que divague y que en cuerpo céfiro levite el desplante. Que no duerma, que no quede merma, que no quede lerda, frígida y menopáusica, lánguida y andropáusica, que se quede estrecha y lamible, erecta y succionable. Que se quede guerrillera, que no se calle ante quien sea, que hable, que vomite, que ande, que corra y que luego vaya por los aires. Que se mee donde desea, que no se levante las enaguas si eso desea, que se establezca donde quiera, que sea pesadilla, que sea polución, ensueño, anti-diva, no un clon de lo sublime y eterno, y es que ésta virgen aún espera el que la domine y permanece en vela para verle venir, espera a la que la haga llegar, para dejar de fingir sin tener que cobrar. Espera al que y a la que, para saberle el latir, pero hay que darle la paz, alejarle del insomnio, y alejarnos del insomnio, hay que ser su dueño y su dueña, pero antes no dejarnos caer por el insomnio, porque un hombre y una mujer con insomnio, son seres con muy pocos sueños, y eso, no es poético, y la señora poesía sabe que si no duermen no la van a aguantar encima, porque ella dice que para escribir poesía, y enamorarle a diario, y enloquecerle de atar, se necesitan huevos y ovarios. Y nada más.
Nota del autor.- Este es un texto, un relato neobarroco con un poquito de mi stilleto NeoBarroquismo Híbrido incitado por el maestro F. S. R. Banda, un poeta, cuentista surrealista y barroco por el cual nace este ejercicio antipoético de forma mórbida, como les recuerdo amigos; el álbum; De Las Malas Influencias, es un poemario cuantario o lo que sea para matar a dos beatos de un tiro, una; rendirle tributo a los que incitan a sodomizar la poesía y otra, dar cursor al delirium tremens que me regalan estos mismos.
Nota- La imagen es la original que acompaña el texto del autor en Textale.
Referencia textual:
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,48914/task,view_text/
Dante y su infierno
ResponderEliminarBien. Me quede meditandoo y lei ya dos veces este escrito. Conozo el original.Y ese original no admite enmiendas porque es espontaneo, intenso,profundo y muy estilo Banda.
ResponderEliminarEste arreglo es larguisimo y se repite con diferentes figuras. No dudo de la calidad de ese joven autor, de ninguna manera,pero ese impulsivo desbarrar no agrega absolutamente nada a la idea primaria de Banda. Lo hace cansador, repetitivo y oscurece su contenido.Diria....un alarde idiomáticomsimplemente.