La muerte hace inútil toda belleza.
Summa Atica, CXXXV. Varelio.
Otros poseerán
la felicidad de escuchar tu voz reviviendo la intensidad de un poeta muerto, yo
el recuerdo de tu boca tan cerca que pude besarla. Todo gira en círculo alrededor
de ti. Jugará el verano en las aguas oscuras de tus ojos desatado, pero no en
este otoño que se hunde hacia el poniente en premonición de un invierno
plateado en escarcha y luna hasta la clara primavera que romperá la semilla al
final de tu voz. Todo es una sagrada involución precisa hacia ti. En ti me
sumergí en las profundidades de una ternura que no conocía, apremiado por
breves florcillas de alelí y violetas que detentaban tu orgullosa primavera
mientras los ocres buscaban los matices de tus tristezas. Entre los cantos de
aves y en soleados rincones, la quietud de cualquier mañana era tu presencia,
tu cercanía leve, tus manos en la tierra. Hoy solo quisiera huir de tu sagrada
presencia, nunca mas verte como eterno fuego fatuo, perdido entre los escombros
de tu ausencia, ciego a las huellas de tus ojos en la luz y hundido en las
sombras donde eres azul o gris. Romperás un día esas cadenas y de entre tus
manos surgirá la roja rosa de pasión que pulsa tus entrañas porque eres en
dulce pecado concebida y no habrá entonces metal ni eslabones que aprisionen
tus deseos libres en vuelo gaviota liberada contra azul agua en cielo azul y buscarán
la espuma, la arena, el roquerío donde anidar el celo desatado e incitar al
tiempo cuando aun no era pecado conocer el misterio del tálamo. Hoy busco
intersecciones, la esquina equivocada, el rincón oscuro, desoladas
constelaciones muertas del tiempo girando sin eje ni sentido, girando, solo
girando, máscaras, rostros, voces muertas sin tiempo, trampas y sueños. Prolijo
acecho en pequeñas emboscadas, escondo dagas, banderas, himnos, repto
silencioso, huidizo, sigiloso y hambriento. Me convierto en voz casi susurro,
en aliento adormecedor de amapolas solo por violarte brutal en la noche en el
sueño porque a tu lado pude reconocer en tus recriminaciones el extravío y la
fragmentación, la derrota, como en un espejo donde el rostro que se mira es
todos los rostros que fui y enfrenté mis acosos, desidias, mentiras y engaños,
mis silencios y mis ausencias, agobiado de la venidera inmolación. Aun así,
quisiera verte entre las sombras de mi última noche, poseedora de todos los
reinos y tumultos, atroz dueña de mi tormento o sacrilegio, para que en la última
hora tu voz me encuentre despedazado por esa noche donde ya no existas. Vale.
Imagen: Madame Recamier de David, René Magritte, 1950.