“…toda interpretación ejerce sobre el
texto una violencia y una arbitrariedad,…” Si una noche de invierno un
viajero. Italo Calvino
Estarás, digo, en los cóncavos cuarzos de ese amanecer donde duermes
alejada, dormida en la tibieza y el susurro, cercada por los ojos cerrados del
nocturno y por el viento que va tallando los surcos de tu nombre en las ardientes
arenas de un sueño desierto. Habrás de intuir, digo, que por estos pagos
también se va cumpliendo esa continuidad amorosa del antes, ahora y después,
tal como por tus crepúsculos, que los páramos y las piedras nevadas, que las
islas y los pájaros, solo esperan nuestras siluetas tomadas de la mano para
convocar los cantos enamorados. Permanecerás, digo, porque has sido mar y
gaviotas a lo lejos, y de cerca desierto de sales y arenas, caliche, arcillas
que detentaban tu nombre en sus grietas de aguas evaporadas, porque me basta imaginar
tu corazón palpitante para pensarte aunque esté parcial nublado sin vos y te
invoque en tu atardecer caluroso y parcial nublado porque nos sabemos bajo el
mismo cielo, y eso nos consuela de la lejanía del insomnio y los parques con sus
garúas y sus estatuas. Estarás también, digo, en los arreboles que tiñen las
nostalgias de los atardeceres de las rosas profundas, y donde tu mano en la
lluvia con sus metales circulares recrea el pequeño y antiguo invierno, ya
sucedido, donde los labios se rozaron risueños explorando el húmedo territorio
de los besos por los laberintos del tiempo y de las calles de una ciudad aun
sin nombre. Sabrás, digo, que persevero en tu búsqueda por los escondrijos de
los lagartos y los escarabajos, en los rastrojos del manzanar del otoño, por
los bordes ariscos de las lunaciones, en los intraducibles signos escritos en
los caracoles y las mariposas, y es que miro las rosas y apareces, miro los
arreboles del atardecer y apareces, miro el sol rojo en sus últimos destellos y
ahí estás vos dibujada en las siluetas de los árboles, y te digo calladito
"no me incites así ácida rosa encarnada que un día voy a encontrarte en
ese café que se nos viene y te voy a morder los labios ahí mismo en publico
desparpajo y voy a besarte antes de que llegué el primer café y dejaremos que
los cigarrillos humeen hasta la ceniza mientras nos incrustamos en el abrazo
largo y desesperado que nos debemos", pero después pienso que si te lo
digo así tan brusco te asustarás y me lo callo. Sentirás, digo, que voy leyendo
tu cuerpo en las pocas fotografías que te retratan de perfil o en penumbras, como
un libro al que le faltan páginas, sin tu voz, solo tú imagen silueta sombra
repartida en sus dispersos fragmentos, tú riendo, tú de pie leyendo, tú sentada
en la orilla, tu reposando lánguida en el solar de piedra, tú dibujada en el
mágico destiempo que nos pertenece y en la distancia insobornable que nos
obliga a soñarnos. Eso.
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