Quieres todo mujer encelada, quieres el día
y hora en que mi santa madre me echó al mundo frío y ajeno a buscarte por los
recovecos y las grietas donde no estabas, mi niñez en el jardín de las dalias y
mi adolescencia acumulada en el cruce de dos calles por donde el atardecer se
hacía noche en un poniente allá abajo lejos imposible, quieres mis pesadillas
con sus miedos y desesperaciones, mis sueños tranquilos y borrados de la
memoria por gracia de mis sicóticas inhibiciones, mi desolaciones de náufrago
inconcluso y de viajero extraviado, mis soledades buscadas o sufridas según ha
sido el rumor de un azar indescifrable, quieres las alegrías que me fueron
floreciendo entre los musgos del tiempo detenido, las miserias de alabastro u
obsidiana, las pequeñas perversiones que fui ocultando en los intersticios de
las brumosas madrugadas, las pocas penas que guardo para las frescas tardes de
los últimos estíos, el ruido de las lluvias sobre el techo de zinc en los
inviernos de mi infancia y el perfume de los nardos y el sabor de las ciruelas,
quieres la cuenta de los latidos que llevo vividos y el saldo de los pocos que
me quedan, la esquina donde te esperé equivocado y el mar de noctilucas
fosforesciendo en aquel oleaje nocturno, los ocres y los púrpuras de un
desierto que tenía tu nombre oculto en sus piedras lustrosas por los vientos incesantes,
quieres mis ternuras aconchadas en las oquedades del largo destierro de
minerales y arenas yermas, de rocas de verdes cobres y brillantes piritas, el
óxidos de los barcos anclados en la rada con sus luces lejos donde yo me soñaba
embarcado y tan lejos que no había horizontes ni altas gaviotas, quieres lo que
ven mis ojos cuando los cierro cansados de buscarte, las palabras y las sombras
que me definen como silueta difusa a contraluz de todo o me borran la máscara
que asumo para soportar los años y las gentes, las mentiras perfectamente
construidas y los versos quizá plagiados en la confusión de una sobrevivencia
imposible entre fieras y acantilados, quieres la cartografía secreta de los
tortuosos senderos de mi bosque, con su estanque de peces silenciosos y los
números codificados con que identifico los geranios, los nombres de los
pájaros, de los insectos y de los caracoles, y también el sitio exacto en que
las hormigas dejarán mis huesos blanqueados en su triste cal originaria, quieres
mis herencias marcadas en la piel y las voces que no olvidaré nunca porque
poseen la vigencias de los seres queridos, quieres el todo y lo poco, lo que
recuerdo y lo que olvido, quieres tantas cosas que me faltarían crepúsculos
para dártelas todas.
Imagen.- Fotografía del autor, mayo 28,
2016.
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