Para S. eterna.
La línea se desliza en su enjambre buscando
la fúnebre geografía del abandono, del vuelo eterno, del sin retorno a sus
manos venerables, la letra se fuga hacia las memorias selladas de aquellos años
tan antiguos que se perdieron los códigos y se borraron los símbolos, nada fue
igual después que se durmió con la serenidad de una santa y se llevó los
últimos instantes de su cercanía esencial, atávica, irremplazable, las palabras
se afanan en recrearla, en describirla desde el vano exilio que han sido los
días recortados en los años sin ella, la frase singulariza los vocablos que le
pertenecieron como los campos y las algas, el sentido de los vientos y el
doloroso plenilunio, como las dalias y las azucenas, el párrafo difumina la
pena, atardecer y silencio, se extiende y disgrega en un alzavuelo de palomas,
en el musgo en las paredes, en la hierba que acoge su voluntad de irse sin
desaparecer en las piedras ni las lluvias, en la tierra pura que caminó ya
cansada la línea se desliza buscándola. Dejó su silueta en la puerta esperando,
su tibieza acurrucada en la casa que la refleja en la paredes y en los
rincones, atareada siempre, dejó el cansancio de tantos años abandonado en la
cocina junto a la vieja escoba y a las penas que nunca supimos, las alegrías
todas se las llevó escondida como los granos de uva que llevaba en los
bolsillos del delantal para ir endulzando el día y quizás también para contar
las horas que siempre le faltaron.
La Cisterna, Mayo 8, 2016.
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