El amor se nos había
vuelto clandestino, escabroso e intenso, temía equivocarme y perderte, así que
llevaba al macho que me habita sofrenado, tascando el freno para no romper el
hechizo con pequeñas perversiones y me dejaba vivir en tu tenso ámbito
holístico donde convivían las flores y los dragones, las aguas cristalinas y
los fangos profundos, temiendo siempre que me convirtieras en estatua de sal o
en gárgola del templo de tu nombre. Te amé y nos amamos hasta esa madrugada
final cuando entre las sabanas tibias fuimos nudo, trenza, remolino multicolor
y aguas confluyendo, y te seguí besando en la anchura de la mañana y a lo largo
del día que se venía. Y en ese ayer estabas ahí, silenciosa, hierática y
coqueta, yo sentía tus ojos buscando mi mirada para hechizarme, seducirme y
atraerme a tu jardín de amapolas, de colibríes y astylus, y yo olvidaba las
piritas y las calcopiritas, los cuarzos amatista y las obsidianas, olvidaba
quien era y donde estaba, olvidaba mi nombre y los oscuros días antes de tus
magias esenciales. Y vino el derrumbe, el naufragio, la ventolera, y no hubo
más de ti. Aun así, si hoy pudiera tocarte te tomaría en mis brazos y te
besaría hasta sofocarte, te apretaría contra mí y rodaríamos juntos por el
pasto como un alegre arácnido pervertido y buscaría en tu cuerpo los lugares
donde nacen o se enconan tus pasiones y hurgaría en ellos hasta el quejido o el
susurro, te seguiría besando, acariciando, tentando hasta que desfallezcas
rendida o vencida, desnudos entre la grama y las flores amarillas como dos
animales feroces que se entregan en una lucha de sobrevivencia en la que ambos
se odian y se buscan en el tumulto del éxtasis al borde mismo del abismo del
goce bestial, violento, intransigente y a la vez deliciosamente inevitable, te
borraría los miedos y tus certezas equivocadas, te mordería los labios y los
lóbulos de las orejas, mi lengua iniciaría con la tuya un húmedo combate de
serpientes marinas, ávidas, feroces y entrelazadas sin rendición posible, te
lamería entera siguiendo el rastro de tu aroma hasta dejarte desperfumada, mas
desnuda que nunca, me emborracharía con tu saliva, me dejaría morir entre tus
pechos para resurrectar el tercer día ahí mismo adormecido como un niño tierno
y necesitado de edípicos afectos. Pero no, este es solo otro fallido intento de
seducción, y aquí me bajo, desde aquí desaparezco de tus soles y lunas sabiendo
que para nuestra arcilla final ni siquiera importa la suma.
jueves, 16 de agosto de 2012
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Bellisimo intento...............
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