Volé sobre vos pero estabas nublada, y equivocada,
porque no es un río, es un mar infinito de aguas sucias y sin la otra orilla,
sin camalotes ni sueñera, donde los hombres pescan bagres amarillos en las noches
bien oscuras en medio de un calor del maldito infierno y una humedad de las mil
perras. Y como vos te nublaste no pude ver tu pedacito de río, ni de ida, en
que te pasé cerquita virado para el oriente, ni de vuelta porque pusiste nubes otra
vez pa'que no te viera, celosa de las riojanas. Lo demás fueron pasacanas (echinopsis atacamensis) florecidos en
racimos de flores blancas por el camino largo antes de Talampaya con sus cuatro
misteriosas pirámides y su Triásico de dinosaurios ocultos en rocas inverosímiles
talladas a puras lluvias torrenciales en verano y por las ventoleras de la
primavera. El Ordovícico allá por las pampeanas se iba viendo lindo, con todas
las geologías posibles derramadas en un perfecto orden paleontológico, con los
pliegues expuestos como libros flextados de una biblioteca borgeana. Después las tierras rojas de matorrales bajos
y los diluvios locales, los imponentes y asombrosos horizontes de nubes blancas
pero siempre lejos, el juego majestuosos de esos nublados albos y grises en un
cielo más y más grande que el mío. Todas las aguas rojizas de las lluvias del
anoche convergiendo en el camino con sus arcillas y sus arbustos arrancados de
cuajo como fantasmagóricos esqueletos de camalotes que bajaban enfiestados desde
las sierras diluviales de la difusa lontananza. Un torrente bermejo, los yuyos,
los montes p’al mate, las flores azules o amarillas pequeñitas florecidas de
ternuras solitarias. Paisajes de pocos pájaros, solo vi un cóndor, que me
pareció shileno, en extensos y altísimos vuelos allá por las alturas. Al
retorno, el río donde no estabas se veía chiquito entre los nublados de circo,
tirando a arroyo o a estero. Con los barquitos lejos y sin camalotes, poco
antes de dejar tu tierra de demasiados infinitos me vino la sudestada allí
mismo junto al río que es mar aunque ustedes no lo sepan. Debo agregar, para no
pasar por desagradecido; el hermoso y rebelde concepto de la provincia, los
gauchos mateando en la puerta’e calle con una mesita, un amigo, y los ojos
cansados, la bíblica tormenta de relámpagos que trizaban entera la noche grata
de las humitas en chala, un exceso de calizas y areniscas continentales pero con
escasos minerales, un emocionante óleo de Perón y Evita abrazados el Día
del Renunciamiento, la altiva estatua del Libertador San Martín allí en la
plaza de La Rioja capital ordenándome perentorio que me devolviera, los bifes, los
buenos vinos, y las mujeres, las muchas pebetas
tal como vos que me fueron enamorando al paso por las avenidas sin mirarme siquiera.
Resumiendo, si se puede, esa anchura desmedida de tu patria, solo vi por ahí
dos o tres tú caminando como si fueras, pero no lo eras, aunque te perseguí por
algunas cuadras equivocado por tu perfume.
Argentina: Buenos Aires, La Rioja, Villa
Unión, Guandacol, Mina Helvecia, 9 al 13 de febrero de 2014.
Imagen: Nublados de Villa Unión, La Rioja, Argentina.
Fotografía del autor.
Una prosa neobarroca como siempre bien escrita hasta sus últimos detalles. Me parece muy interesante como va enlazando lo vivido y la fantasía de un sueño no realizado en un viaje al vecino país con tanta historia y riquezas. Excelente para mi gusto, sus letras son muy interesantes mostrandonos toda su amplio conocimiento en el estilo neobarroco.
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