Pensarás que los últimos
deslumbres del estío y los incipientes matices del otoño te pertenecen por
derecho propio, que tu hechizo invadirá los días con sus ocres y garúas, que
aquella roja rosa roja en su oscura intensidad que ayer pervivía en el jardín
del otoño y hoy permanece cristalizada en el florero, agua y cristal, posee las
misteriosas reminiscencias de ti en las transparencias de tus ojos de mariposa
alucinada por el perfume de mis verbos. Imaginarás un bosque donde la brisa
cumplirá su suave deber en tu pelo, y tu acechador escuchará iluminado el
susurro de tu voz, y tus labios y los suyos se tocarán en el borde del abismo,
y tu piel, tu piel dejará un reverbero iridiscente en mis dedos que la
acariciarán a lo largo de la tarde, casi hasta cumplirse el crepúsculo, ese
crepúsculo que pertenece inobjetable a mis sueños. Intuirás que te habito desde
hace tiempo en las grietas más profundas de tu alma, que he ido así socavando
los diques, las barreras, las puertas selladas de tus anhelos, abriéndome paso
sigiloso y poético hacia el centro mismo de tu ser, y allí he iniciado el fuego
que creías extinguido, a partir de esas cenizas aun tibias de tus pequeños sueños
de casta mujer niña velada por los miedos a ser lo que es. Sentirás una
presencia ajena como un vaho que sube por tu silencio, hiedra en el muro de tu
distancia, musgo invadiendo los cimientos del claustro derruido por las mudas
urgencias de tus suspiros, alguien invadirá los márgenes de la página en blanco
donde aun no escribes tus desbordes de magnolia penitente, de velada dama
sospechosa, de mujer habitante de los oscuros desencantos siempre, alada,
efímera, de silueta y sombra transparentes. Huirás por los laberintos
cotidianos, callejuelas tristes con sus escaparates apagados o senderos
solitarios que llevan a las grutas donde medran los demonios de los insomnios,
yacerás clavada de estrellas y una luna estancada, en ese oscuro azul
terciopelo extraviada, caminante en rumbo equivocado, desertarás del acopio y
de tumulto, fingirás un destierro de redención para que el invierno que ya te
viene no se congele en tus ventanas. Creerás que escapaste a los asedios del
que te vocaliza con silabas desconocidas y te sumerge en las bifurcaciones del
destiempo, que solo fue arena, sal y ceniza, que sus vestigios destrozados se
encharcaron en las primeras lluvias que te vendrán, incluso oirás sus pasos alejándose, pero no
será así.
domingo, 12 de abril de 2015
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Precioso, me encanto...
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