Entonces desaparezco del universo
entero, me vuelo, huyo, me escapo de la torpe realidad, todo mi ser se sumerge
en estas palabras, en la búsqueda de "le
mot juste" que la dibujen, la describan, la perpetúen en los cristales
del tiempo, como un cazador de mariposas corro detrás de sus imágenes y sus
metáforas en un campo de lirios, de magnolias o de rosas, siempre rosas,
desarmo una y otra vez las frases, las reconstruyo y las desarmo, las enredo,
las tenso, las fragmento, y las reescribo hasta el cansancio del vencido, por
ella en esos momentos de éxtasis jubiloso estoy desaparecido, inerte a los
juegos del día, a los veneros de los ponientes, a las navegaciones inconclusas
de la noche. Lo que le he sido, esa extraña circunstancia de ser un hombre en
su nombre, es una ilimitada lista de imágenes, visiones, símbolos, sensaciones
y memorias, las vastas memorias que inevitables ya me definen. Visiones donde
aparece y desaparece, emerge o florece, entera desnuda incitando poderosas
inspiraciones o en tenues fragmentos de su piel desperdigados por las estaciones.
A veces la reemplazan breves incrustaciones, con rostros distintos e igual
perfume, o la rompen en los trozos de otras bocas, en ojos que no me miran como
lo hizo ella en la plenitud de su furiosa posesión, pero persiste en su
soberbia innata, en la fragilidad de un instante que borra toda otra presencia,
nombres, perfiles y siluetas, voces que no poseen la compleja tonalidad de la
suya. Falta en la somnolencia de la mañana y el otoño se rompe en fríos
cristales, no hay su palabra encendiendo el amanecer y el sueño instala
congeladas luminiscencias, se ausenta en un silencio de distancias, de vastas
lejanías transoceánicas, de leguas y leguas hasta su piel y su boca, no está en
la luz mañanera que la evoca ni en el cariño que destila la noche yéndose, no
surge como la tierna rutina enamorada ni como la vertiente de los besos
extraviados, falta en el azúcar de café y en el humo de tabaco que lento la
dibuja, todo se desvanece o se hunde en el abandono, hasta el mismo otoño se
detiene triste a esperarla. En fin, si solo esta inconclusa enumeración fuera
todo lo que ella habría de darme, ya bastaría para iniciar tranquilo el retorno
al minucioso polvo del universo, entendiendo que sus perfectas desapariciones,
su desoladora impermanencia, sus inesperadas mutaciones, son la justa
premonición del infierno.
domingo, 3 de mayo de 2015
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