El universo -recitaba el enano como si
estuviera en una habitación hexagonal y blanca, acariciando un pelícano
atragantado con un salmón coleante- es obra de un dios apresurado y torpe.
Maitreya, Severo Sarduy
Un arcángel
desvestido entre el púrpura de los lirios canta el Ángelus mientras los
escarabajos roen sus huesos descarnados, es el presente hirviendo en el hierro
oxidado de la bisagra del tiempo, el pasado son nácares de caracoles vacíos y
el futuro es pasto nuevo que apenas se asoma en la tierra húmeda, sin sentido,
sin geografía, solo el ulular de esa voz entristecida lamenta el equinoccio que
se aproxima subterráneo y fatal. Un cerrojo niega una puerta de antiguas
maderas y clavos vencidos por la herrumbre y por la voracidad de las lluvias
del destiempo, la melancolía hiere con los últimos desencantos y se sabe que
nada volverá a ser lo mismo. Todas eran ella, las que dejaron su impronta como
una cicatriz que no duró más de tres días, las que usufructuaron del mito sin
entender que no eran ellas sino otro rostro y otro cuerpo imposible tendido en
un lecho prohibido, las que no fueron más que siluetas táctiles a ojos cerrados
retardando la consumación premonitoria del oráculo tebano, la ceguera como
castigo no cumplido y el delirio, el arrebato, el pecado y el infinito camino
por las penumbras del deseo, el perfume extraviado de los nardos, la visión
irrecuperable, la hendija y la mano, el retorno al útero, el ansioso regreso al
seno primordial, la perdida sensación de la convergencia de la boca en el pezón
ya imposible, los laberintos que describió el austriaco genial que interpretó
los sueños de esa noche, la más oscura que todas. Eras más mía mientras más
invierno, ebrio de esperanzas en esos besos tuyos guardados yo sembraba en ti
la misma esperanza de estar un día frente a frente, más temprano que tarde, y
darnos la mano, mirarnos a los ojos, sonreírnos, mientras bebíamos un café y
charlábamos de los asombros de ese día preciso. Me encantaba provocarte
emociones, ternuras, amor, celos, furias, odios, deseos, cariños, no importa
cuales fueran, solo necesitaba inquietarte, saber que te tocaba, sí, eso... que
tocaba esas fibra escondidas, secretas, que ocultas bajo la almohada hasta que
apagas la luz y me buscas en la penumbra, cuando dejas de ser la reina de tus
lares y eres la doncella soñadora que espera ansiosa y estremecida al demonio
inquietante que vendrá a robarte la noche, sí, eso, tocarte... con manos santas
y con besitos arrastraditos por tus comarcas como si alguien no existiera y mi
tormento tampoco. No sé si será o no, quien sabe lo que pasará mañana si ni
siquiera podemos predecir lo que sucederá esta tarde. Solo que el día era muy
soleado, primaveral, y de pronto a mediodía en medio del bosque sentí algo, no
sé bien qué, como un hálito perfumado, una presencia pequeñita entre el musgo
verde y el ocre de las hojas secas y te busqué por todos lados tal como te he
buscado en los parques de los sueños, y quise dejar acá escrito a mano trémula el
trazado indescifrable de mi búsqueda insensata.
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