Desato la margen obligada, los
renglones de tu voz extraviada en los borrones y las citas a pie de página, dejo
los versos inconclusos, la oración sin verbos, el párrafo inacabado, todos
mentideros de los ocasos sin ti, borradores donde se aconchan las tintas que te
escribirán los últimos palimpsestos, la elegía o el discurso solemne de tu
fuga, el responso por tus ojos en vuelo. Codifico la nostalgia en las opacas voces
que escapan por sus propios significados en un glorioso caos de sinsentidos y
permanencias inútiles, que no soportan el escrutinio de diccionarios o
glosarios, que poseen los misterios de tu presencia equivoca y los signos intraducibles
de tus pasos. Te incrusto en la realidad ilusoria con manuscritos voraces donde
describo con precisos detalles tus labios en los infinitos matices de sus
besos, a veces dejo en blanco los lugares donde la gramática me traicionaría o
cuando no existe aun el vocablo que describa con luminosa precisión un rasgo,
un gesto, un rictus que solo tú posees y te hace única entre todas la antiguas
princesas, reinas descoronadas y emperatrices vigentes. Acometo descripciones y
écfrasis con tu rostro dibujado en los espejos, la silueta siempre lejana de tu
cuerpo, tu sombra en las piedras o en el muro, y el ferviente y nítido recuerdo
de aquella vez en que te miré absorto mientras naufragábamos tomados de la mano
en el definitivo e irrevocable crepúsculo. Para tu mayor gloria incesante
invento en cada frase un lujoso dialecto literario, una complejidad lingüística
que solo tú puedas traducir en el estiaje de las tardes del tedio, cuando no
encuentras la certidumbre de mi cercanía como un eco reverberando en el
silencio. Y mi escritura te narra en sutiles anilinas y te versifica en un rito
suntuoso anterior al mismo lenguaje,
te rompe en silabas susurradas desde el desasosiego o el insomnio, te fragmenta
a veces en metafóricas grafías neobarrocas y te retrata verbalizada por los
siglos de los siglos en los furtivos encantos de mis textos inexplicables. Voy
dejando tus rastros escritos en todos los antiguos pergaminos que refieren las
historias de castas doncellas que encontraron el amor en los primaverales
jardines de sus tersas juventudes, que les robaron el primer beso entre los
perfumados rosales y que una noche se difuminaron adormecidas antes de la clara
luminosidad del alba, para muchos años después volver a evaporarse en un vaho
violeta y púrpura un atardecer cualquiera de su dulce madurez inmarcesible.
domingo, 18 de enero de 2015
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