La noche entra
cabalgando al galope por la tarde, el atardecer te trae en el perfume de las
rosas que comienzan a dormirse, el otoño se hunde hacia el poniente,
premonición de un invierno plateado en escarchas y lunas hasta la solemne
primavera que ha de romper otra vez la semilla de tu voz en la involución
sagrada donde jugará el verano venidero en las aguas oscuras de tus ojos,
desatado. La penumbra se esparce por los follajes y los rincones, cierro los
ojos para cercarte atrapada en la telaraña del insomnio y te beso en el borde
mismo de la noche, presintiendo la riada de tus aguas hirvientes que vienen a
mover las lentas aspas de mi desolado molino. El nocturno es invadido por tu
presencia. Todo sucede en una dimensión distinta a lo cotidiano, en otro tiempo
y otro espacio, con la paciencia y persistencia de los enamorados, de los
locos, de los pervertidos, de los inmortales. Dormiremos allá y acá, y vadeando
las rutinas de la distancia nos encontraremos misteriosamente en el sueño, y
será en un parque en otoño, hacia el atardecer, una suave garúa difuminará los
prados y los árboles, estaremos de pie, abrazados bajo un paraguas negro,
besándonos, susurrándonos ternuras de adolescentes, sintiendo la cercanía y la
grata soledad compartida. Y nos amaremos poseídos de una locura sublime y densa
como los caracoles de jardín cuando copulan entre las flores, sin leyes que
rijan los instintos ni limites que quiebren los deseos. Pero hay nubes oscuras
en el horizonte que presagian tormentas y sudestadas, trabazones que van
escalando entre celos y furias y silencios, tocas determinaciones, castigos y
más silencios, donde se van acumulando todos los oros, cobres y rubores de los
otoños perdidos, irrecuperables. Se confunde la noche del deseo con las tardes
del estiaje y las tibias madrugadas. Y en el sueño del obsesivo se detiene el
tiempo entre un decir de besos mientras huelo tu piel exactamente detrás de tu
oreja buscando tu mano a pesar del frío. Verbo y gracia tu voz en mi boca, pues
en ella bebo la amargura de la víspera y el dulce remolino de esta tarde para
caminar en silencio hasta nuestra ultima esquina. Eso en el sueño donde voy
poseyendo como en vuelo de libélulas pero a la vez sobre las piedras mojadas
por la llovizna, en la nocturnidad de un parque, bajo un paraguas. Vale.
sábado, 9 de marzo de 2013
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que extraño....leyendo este texto me parecio escuchar musica...de arboles de bosques de rios...me dio cierto miedo frente a lo desconocido...los duendes que pueblan las fantasias de los magos...casi sin respirar lo lei por miedo a que se esfumara todo lo deseado.
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