Quizás un día me atreva a tocarte, sí, a
tocarte con un solo dedo, el del corazón, y tocarte ahí, por encima de tu mano,
en el tenue surco que hay entre el anular y el del corazón de tu mano
izquierda, iré desde la hondonada entre tus coyunturas hasta la muñeca deslizando
mi dedo por ese leve cauce para sentir la suavidad que prometes y la tibieza
que adivino, verás que hay algo misterioso en ese trayecto acontecido de tu
piel, en la extraña sensación que se siente cuando el dedo llega a la muñeca,
cuando no se sabe donde termina el pequeño valle porque de pronto deja de ser
la caricia en la mano y ya es en el brazo, sí, y es ahí donde surge el perverso
estremecimiento, porque la mano es aun territorio del amigo pero el brazo ya
no, esa piel es otra, esa piel es ya tu cuerpo, es todo tu cuerpo ahí, detrás de
ese limite difuso, y ya no es el amigo el que te toca, y hay algo que no sabes
muy bien que es que te obliga a querer seguir sintiendo, a seguir ahí quieta,
con toda tu voluntad ebria de esa caricia encausada, deseando que siga, que
continúe, que se extienda más allá de la mano, en ese otro territorio y no, mi
dedo se devuelve por la otra línea, la que va hasta las coyunturas del dedo del
corazón y el índice, se va deslizando muy suave y lento, alejándose del límite
de tu intimidad, de esa frontera de lo prohibido, ese punto donde termina la
mano y se inicia tu cuerpo. Sentirás algo indefinible y no te atreverá a
negarlo, sabrás por una milésima de segundo que me sentiste ahí, en esa cisura que
desde ahora no olvidaras que existe ahí en tu cuerpo, nunca la olvidaras, y cada
vez que alguien toque tu mano, esperaras esa caricia y no, no te la darán,
nadie nunca, y sabrás que solo yo puedo dártela sin que te humilles pidiéndola,
y desde ese ahora serás un poquito mía, un poquito nada más pero mía, allí en
ese limites del encantamiento, y cada vez que repitas ese rito por mano propia me
tendrás allí, y sabrás que puedes repetirlo y lo repetirás, y será tu secreto,
será tu pecado más cometido, lo sé, lo harás escondida, avergonzada de ti, como
cuando niña te comías el azúcar o hundía tu dedo en los pasteles, y no podrás
evitarlo, lo sé, entonces sabrás finalmente quien soy en ti, pero mejor aun, tú
al fin sabrás quien eres en ese ahora sin mí.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
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¿Por qué no ? Querer es poder. Sí me comía el azucar
ResponderEliminarEs muy tierno y un tonto sensual.Hermoso!
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