Irán los violines erizados subiendo por la
escarcha desatada abrumando de arpegios y cadencias los rojos corales
incrustados en los delirios de los náufragos felices abandonados en las islas
del archipiélago atardecido, altas hogueras iluminaran el nocturno injuriado
por la luna sangrienta. Desatarán arreboles y luciérnagas sus joyerías
transparentes, sus vidrios craquelados, sus pequeños prismas translucidos con
sus incautos arcoris, las esquirlas alcanzadas del oro entumecido. Urdirán sus
tramas los pájaros emigrantes sobre los barcos anclados en los oleajes, a la
espera de la cercana lunación que los desencalle de la tristeza marina, de las
algas del letargo, de las espumas de la nostalgia. Repartirán sus resplandores
los trigales reflejados de antiguos soles y equinoccios, dejando en los surcos
del agua sus incrustaciones de amarillos topacios, arderán sus espigas acunadas
por la brisa que viene de los bosques con su tráfico de mariposas fugitivas y
las incandescencias del polen del quintral, retornarán a su grano, harina y
pan, no a la semilla inconclusa, no al alba sosegada ni al cuenco donde se
sueñan las lluvias otoñales. Alcanzarán las piedras las revelaciones de sus
orígenes magmáticos, las vegetaciones sus raíces en sequía, endriagos y
vestiglos verán reflejadas sus monstruosas imagos en el estanque de los peces dorados
y los nenúfares carmesí, solo entonces el día iniciará el ceremonial de los
órficos encantamientos. Descenderán a sus infiernos las máscaras con sus
carnavales y sus demonios, ciertas tribulaciones brotarán desde la tierra misma
para volver a florecer en las derrotas innecesarias y las miserias de celofán,
cada patética tragedia asumirá su insignificancia y su dramática minucia. Surgirán
vetustas vehemencias ya cansadas, ya saciadas, impregnadas de un hastío de
inmortales, agrietadas en sus soberbias por los oscuros tiempos de las manos
vacías, por los quebrantos de decadentes escrutinios, por los vestigios
fragmentados de un ayer imposible. Romperán las palabras sus trabazones
barrocas, como río lento se verterán en las marismas clausuradas, decantarán
sus ocurrencias de feria, sus adjetivaciones incomprensibles, sus zalagardas de
circo pobre y también sus destellos, asombros y sutilezas soterradas, furiosas
arcillas irán cubriendo los esqueletos fosilizados de los celacantos, los mustios
pétalos de las dalias, su imaginario de cristales y su intransable dialecto del
fervor. Seguirán los pájaros en sus vuelos sobre la nave quieta en el oleaje,
esperando perdidas lunaciones encallada en la serena eternidad de los
horizontes marinos, de las algas del sosiego, de las albas espumas de la melancolía.
Imagen: Fotografía
de Diego Ramírez G., Antofagasta, enero 2014.
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