Suite “Sonidos desde la Habana Vieja”
“No es en vuestro
cordaje de morados violines / donde la noche golpea.” Noche insular: jardines
invisibles. José Lezama Lima
Yo venía por el borde cóncavo de tu voz
atravesando sigiloso las comisuras, dejando de lado tus labios a pesar de su íntimo
sabor a hierbabuena, vi desmoronarse el cauce de los caracoles y la magnolia
que albergaba las salvajes mariposas, un oleaje furtivo coincidía en el
relámpago, en la furia somnolienta de los otoños, en la desolación del viento
que cuajaba en las arcillas congeladas, oí el crujido del agua en su vertiente
como el susurro de una tierna divinidad enmascarada, el rugido intermitente de
los minerales habitando en su cristalizaciones el caliche endurecido, los pasos
errando los senderos de las piedras, un eco reflejado en la cuadricula
horizontal de las pircas inmemoriales, tenté la textura de todas las cortezas,
de las ágatas entre espumas, del espacio pequeñito que deja tu boca cuando sueñas.
Cautelosa mi mano quiso tu mano como un insecto la luz desatada, gema, bronce o
caobas me fui devorando por el laberinto de tus dedos, tus uñas en jardín de
bruñidas pedrerías carmesí, rojos intentos de la fugaz caricia en su huida de
salamandra u orquídea, uvas de vino dulce que buscan en la ebriedad ciega o dormida el verbo que se despliega en ronca
perfidia por los atardeceres que van coloreando las casitas allá abajo hasta
que van encendiendo sus luces de mentira los barcos a la gira en el fondeadero
del terciopelo nocturno. Una turbiedad de pájaros ausentes se va escurriendo
desde tu voz por el abismo de los presentimientos, se deshace en una anilina
tenue que diluye las siluetas, la finura de las garzas y los huesos
incrustados, una turbulencia que arrasa los templos donde se veneran los ojos
que te miran mientras te alejas por los bosques de los castaños siguiendo las
iridiscencias de las libélulas o las joyas encendidas de misteriosos
escarabajos. Dejo tu rumor inconcluso, deletreo el canto visible de las
falanges y las yemas, abrevo en la párvula oquedad de sutiles metacarpos
subterráneos, cerco brumas y penumbras, describo el arco que sostiene una
vaguedad de cardumen o bandada, asumo las incoherencias y los destierros, me
defino duro, frágil, amorfo y transparente como los vidrios de las copas y los
ceniceros, escardo los surcos de florecidas malezas y quemo en tu honor las
zarzamoras, vago agobiado de certidumbres por la orilla socavada de tu voz cruzando
cauteloso el delineado sabor a menta de las comisuras, vadeando el albedo de
tus labios para urgir en esta hora indisoluble de quieta medianoche tus
párpados.
Hermosa prosa que se dibuja entre imágenes reales y fantasías.
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