Del cotidiano, del imperio del día que se arrastra sobre asfaltos o baldosas, mármoles reconstituidos como lapidas de muertos desconocidos, del aleteo de las paginas repetidas de los periódicos del día con las mismas noticias de ayer y de las que se leerán mañana, asesinatos, violaciones, robos, desfalcos, y un desgranar continuo de pequeñas miserias ciudadanas, de humillaciones personales, de payasos etiquetados con sus sonrisas de imbeciles y rameras sobremaquilladas de paginas sociales. De ese cotidiano en que fluyes ensopado del sudor de peces abisales, resbalando en las babas de penitentes y serios funcionarios, de burócratas decentes e instruidos que siguen las instrucciones genéticas de ancestros que comían la carne con las manos, temían a la oscuridad y adoraban el fuego. Del cotidiano ir y venir sin sentido ni fin, de casa al trabajo a la casa al trabajo, día a día, mes a mes a año a año hasta que la muerte benévola te quite el rostro grave de persona ocupada, la mueca de disgusto, el sabor amargo de tu boca entierrada y te deje virado en una esquina donde nadie te ve ni te toca, donde ya no existes para nadie, donde te das cuenta que todo fue vano, inútil, que todo lo logrado fue una triste raya en el agua. Y renaces en otro cotidiano, mas brillante, mas sonoro y derrotas el imperio del día y recuperas la noche, y los asfaltos, los mármoles, las baldosas son los escaques de un tablero donde tu eres el jugador omnipotente, y puedes convertir los periódicos en mariposas o pájaros, los crímenes en truculencias de carnaval, y las miserias en saltimbanquis vestidos de colores chillones, y los payasos sí son payasos y las prostitutas son delicadas y elegantes meretrices perfumadas, y los funcionarios y burócratas son un coro angélico cuyos ancestros dibujaron siluetas de animales en cavernas misteriosas para indicar que ya existían. Y la esquina donde estás muerto sin rostro es el eje del tiovivo de calesitas con formas de cisnes que navegan en un agua azul instantánea con peces de todos los colores posibles, y hay altos árboles florecidos; el ombú, el árbol de la bellasombra con su savia tóxica y racimos de flores de color blanquecino, el ceibo, el árbol del coral con su inflorescencias arracimadas de inquietante color rojo, y el jacarandá, el árbol guaraní de inflorescencias racimosas de flores de color azul violáceo, y fuentes surgentes y extensos parques otoñales por donde caminas asombrado pisando hojas secas, y buscas hasta encontrar un rincón sombrío y fresco para tu eterno descanso de piedras o de lanas, y en ese preciso instante sabes que de verdad estas muerto y que al fin te has escapado del día y de tu rostro.
Fuentes poéticas.-
Tal vez morir sólo sea
ir con asombro marchando
entre un rumor de hojas secas
y por un parque extasiado.
OTOÑO, Gabriela Mistral.
El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
WALKING AROUND, Pablo Neruda.
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