Allá converso
con mis fantasmas, con cada una resumida en unos pocos instantes mientras
escucho alguna canción que me recuerda un gesto, una manera de mirar o un
pedazo de la noche que bastaba, a medio camino entre lo que es recuerdo vivo y
lo que la memoria ha tallado para mi pequeña eternidad a partir de esas piedras
originales, las voy evocando en desorden, quizá mezclando esos ojos
inolvidables con aquella boca que me besaba bordeando el paraíso, o esa mano
que se disolvía en buscadas ternuras con la textura más profunda del cabello
fragante enredado en mis dedos desesperados. Voy, eso sí, encapsulando los
finales fugas distanciamientos en un halo difuso y romántico para no mirarme en
el espejo de la infamia. No hay voces sino palabras al vuelo que ya han
extraviado sus significaciones al cruzar los extensos arenales de los años. Los
rostros, los cuerpos y sobretodo las manos de uñas muy pintadas permanecen sin
envejecer como si hubieran estado preservados en una quieta salmuera a trasmano
del tiempo en un sentido homenaje póstumo a esos amores desvanecidos. He notado
que los perfumes se me confunden y es porque siempre me embriagaban con su
sentencia de muerte escrita en la piel suave de sus detentadoras, eran simplemente
dulces o ácidos en la percepción equívoca de la fragancia incrustada en la
ansiedad a la que me sometían entre el atardecer de la espera y el nocturno de
consumación. A veces debo alejar sus últimas tristezas hablándoles de las
palomas de una plaza que sé que ellas no recuerdan porque nunca existió o susurrándoles
amoroso y nostálgico algunos de los versos con que en su momento de gloria las
fui seduciendo. Sonríen inventándonos un pasado ilusorio más perfecto y
delicado que el que fue. Yo sonrío agregando algún detalle inventado sabiendo
que les gustaría que hubiera sido. Las observo de lejos, sin tocarlas, solo
presintiendo sus presencias abrumadoras, no las miro a los ojos para evitar el
vislumbre de algún residuo de odio o los remanentes de muy posibles desengaños.
No les cuento de mi soledad de huraño ermitaño para que me sigan pensando como
era allá atrás cuando me simulaba feliz entre sus brazos y ellas hacían como
que me creían. Pero esos son trucos de trampero viejo y ahora no vienen a
cuento. También conversamos de otras cosas, del futuro improbable que poseíamos
en secreto, del rompeolas y de la fosforescencia de las noctilucas en la cresta
de la ola o de la mesita del café donde confirmábamos la intensidad de la
cercanía o de la luna llena sobre un mar que abarcaba todo el ventanal, en fin,
esas cosas simples que solo recuerdan los amantes. Sí, allá converso con mis
fantasmas soportando para mis adentros la certeza triste de que ninguna de
ellas fue lo que buscaba. Vale.
martes, 18 de septiembre de 2012
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"Pero tambien esos son trucos de trampero viejo......."
ResponderEliminarQue hermoso atardecer.
En Argentina esto viniendo de un "hombre" tiene un nombre lunfardo.
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ResponderEliminarRechiflado en mi tristeza, te evoco y veo que has sido
en mi pobre vida paria sólo una buena mujer.
Tu presencia de bacana puso calor en mi nido,
fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido
como no quisiste a nadie, como no podrás querer.
Tus sueños y mi voz
ResponderEliminary nuestra timidez
temblando suavemente en mi balcón...
Y ahora sólo se
que todo se perdió
la tarde de mi ausencia.
Ya nunca volveré,lo se bien, ¡nunca más!
Tal vez me esperarás, junto a Dios, ¡más allá
Misteriosa respuestas dan vida a un blog....y por supuesto mucha curiosidad.....yo prefiero todo con las cartas sobre la mesa....es cierto que muchos no lo entienden pero sigo mis principios... Saludos y quien sea...
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