Para Lía, mi nieta.
La luna llena se
fue desencalando en su frágil frialdad, la blanca y brillante arena de cuarzo
devino en un azufre fantasmagórico, asumiendo ese amarillo de lámpara antigua,
convirtiéndose en harina de maíz, en pálida naranja de salida de invierno,
ahondando las siluetas y sus sortilegios lunares, dejando un regusto de
desencanto, un resabio de maldolor que borraba cualquier decantación
precipitada, hasta naufragar sangrienta en los horizontes amanecidos. Antes
siempre había sido en su pálida luz virginal aguas de mar donde navegaba a
medianoche el alto y albo ciruelo florecido, la silenciosa frescura primaveral
donde se reflejaban los besos de la Maga en el oscuro azul estrellado. Inundaba
con su frialdad lejana los senderos y los árboles y los cobijos solitarios, y las
calles vacías que se estremecían cuando alguien las atravesaba arrastrando el misterio
del amor o la incertidumbre de un desengaño. Vagaba rodaba surcaba lenta y
parsimoniosa en su peregrinaje menstrual de esfera iluminada a filoso alfanje
argentífero arando esparciendo un delicado polvo de diminutos zafiros por los
nocturnos para que florecieran los soles sin la acrimonia de los amaneceres
disolutos. Como un péndulo ancestral definía las mareas, nueva creciente llena
menguante o ausente anegaba noctámbula la negrura del cielo de lunación en
lunación buscando los amantes y los suicidas atrapados en los parques para
salvarlos de sus fúnebres pensamientos, en los océanos o en los sueños hilaba
las telarañas que con sus reverberos confundían a los vigías de mar adentro
para que nunca encontraran las costas de las islas encantadas. Se entretenía en
los eclipses asustando a las fieras en las junglas, adormeciendo a las palomas
en los campanarios y haciendo cantar equivocados a los gallos con su amanecer
de fantasía. Iluminaba tierna y maternal las migraciones de las aves y los
conciertos melancólicos de los grillos escondidos entre los arbustos. Pero
ahora es la alegre luna lunera cascabelera que juega a la ronda con la Pili,
redonda como un circulo o una pelota, ¿te acuerdas?, y se justifica así sin
necesidad de arenas de cuarzo, azufres mortecinos, lámparas o harinas de maíz,
ni ciruelos florecidos ni los besos de la Ita, sin caminantes lunares, sin
vigías extraviados, no esfera ni alfanje, sin zafiros, amaneceres, mareas,
amantes o suicidas, y sin menester de la magia lúdica de sus eclipses, aunque nadie
sabe que sigue calladita alumbrando las migraciones de las aves y los cantos de
los grillos cuando la pequeña Lía está durmiendo.
Una mujer, (también los hombres, claro) en estos seres divinos que son los nietos, aprende nuevas razones para la existencia, aunque muy adentro una intensa mujer siga soñando calladita, alumbrando las migraciones de las aves, cuando la pequeña Lía duerme. Hermoso!
ResponderEliminarSigo coleccionando la historia de esa princesa que sin quererlo,cambio la vida de muchos, para agregar una felicidad desconocida
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