El color de las dalias sobre tus
pechos asume la reminiscencia edípica del jardín de la infancia, esos largos
veranos capturando mariposas y mantis o leyendo bajo el parrón los libros de la
vasta biblioteca mi padre en la quietud del estío cuando ni siquiera intuía que
vendrías a por mí. Pero ahora ese mismo color de las dalias untado sobre tu
piel posee una intensidad distinta, un tenacidad de recuerdo que no se vuela y
genera un estremecimiento macho surgiendo en un florecimiento decantado, denso,
abrumado por la imposibilidad de dibujar tiernamente con mis labios el limite
entre tu tibieza y ese delicado matiz del color de las dalias. Agradecido te
veo en esa lluvia donde no fuimos de la mano caminándola, veo las gotitas de
aguacielo en tu pelo y en tu rostro, veo tus labios humedecidos por esa lluvia
que perdimos y te beso con toda mi ternura de linyera abandonado, y ebrio de tu
saliva y de tu lluvia revivo unos versos perdidos que te escribí años antes de
que amanecieras en mí. Día vendrá en que atrapado en el perfume de tu rosa
saciaré esa tu sed de besos míos, hasta hacerte sangrar los labios mordidos y
así borrar de tus boca todos los besos que no fueron míos: Sé que lo sabés y lo
presientes porque también yo busco y rebusco tus labios en el denso calor de la
tarde, y te voy imaginado del color de las dalias en medio de la espuma, bajo
esa cascada que te besa cristalina en mi nombre, y te veo leyendo a la sombra
verde de un gran árbol, o mirando las mariposas con los ojos perdidos en mi
horizonte, y me voy cercando tus muros de silencio y te acaricio el pelo con la
brisa y te susurro versos con el rumor del agua que fluye por tu piel y me la
trae dibujada en el agua que bebo. Veo tu silueta amada y deseada, veo adivino
intuyo un escote de mis sueños, pero difuso, oculto en las penumbras, alcanzo a
divisar tu piel enceguecido por la luz que penetra por la mil veces maldita
ventana. Así juegas conmigo, das y quitas, muestras y te exhibes sin mostrar ni
exhibir, ah! maldita, solo logras aumentar mis deseos de ti, pero también
cierro los ojos y me pregunto cual es el apuro si ambos nos sabemos inmortales.
domingo, 17 de febrero de 2013
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Leerte es una balsamo para la soledad. Ciertamente el amor o los deseos aveces son como un juego de ajedrez.......
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarExcelente prosa con imágenes hermosas, como siempre magistral.
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