“Detrás de la máscara, la máscara.” Lic. Juan Pablo
Sabino.
La máscara más
peligrosa es la que nos muestra el espejo, es por eso que me he cambiado el
rostro, los rostros, de ahí que ya perdí los rasgos del verdadero, ya no sé cual
es el real, solo la voz me delata, pero ya nadie me escucha. Ya no podrán
arrebatarme el misterio de mi existencia, pues me he puesto a salvo mediante
muchas vueltas y revueltas, mediante muchas máscaras y caretas. Contemplo mi
máscara como si contemplase un espejo. Entre la máscara y el rostro se esboza
un paralelo, tan sólo que en la máscara hay un momento de revelación que se
abre para penetrar en un destino ajeno. La máscara es la permanencia del orden
sobrenatural en los efímeros. Hay una dimensión en mí que exige el misterio, el
engaño y la permanencia conjural del tiempo transfigurativo. Aparezco como un
ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro, máscara la sonrisa. No
expresan mi espontaneidad, ni resuelven mis conflictos; son formas que no he
creado ni sufrido, máscaras. Y he aquí que salto de una máscara a otra máscara:
de una máscara veneciana al color de las rosas en la oscuridad, para advertir
que, cuando la luz se apaga, se me caen todas las máscaras del día. Frente a la
superficie del espejo sé que esa máscara me engaña, ya que si hay una máscara,
no hay nada detrás: superficie que no esconde más que así misma; superficie,
que, porque me hace suponer que hay algo detrás impide que la considere como
superficie. La máscara me hace creer que hay una profundidad, pero lo que ésta
enmascara es ella misma: la máscara simula la disimulación para disimular que
no es más que simulación. Y cada vez que amé la hermosa máscara había cambiado,
pero como siempre era la única, no pude asir sino un racimo de rostros o de
máscaras precipitadas. Anoche, cuando me quise quitar la máscara la tenía
pegada a la cara. Cuando me la quité y me vi al espejo ya había envejecido. Usted,
querido amigo Pessoa, misántropo de las máscaras humanas, persona despersonalizada,
heterónimo genético, yoes de los yo, ser de la multiplicación y la coartada,
cómplice de los desconocidos; usted, digo, tuvo razón: el poeta es un fingidor.
La máscara y el espejo, rostros falsos, caras ocultas, una detrás del cartón
pintado, la otra invertida detrás el cristal azogado, pero que importa, siempre
habrá una máscara detrás de toda máscara.
Compinches involuntarios: Ana de la Robla, Fernando
Pessoa, Jorge Luis Borges, José Lezama Lima, Juan Pablo Sabino, Luis Eduardo
García, Octavio Paz, Pablo Neruda y Severo Sarduy.
Ocultando sentimientos? Confesando la verdad? Muy bueno! Exelente!!
ResponderEliminar