Un infinito
espacio vacío se mece dulcemente en el vacío absoluto, sin estrellas ni dioses,
inconmensurable pero vacío, silencioso, oscuro, pero majestuoso en la vacuidad
de su abarcamiento del todo inexistente. No le afligen las ingenuas cosmogonías
que soportaron civilizaciones, holocaustos y vistosas religiones. Esa mítica
pretenciosa que explicaba infantiles orígenes a partir de un bien y un mal más
humano que las lentejas, y de la preexistencia de un caos originario que
deviene en ordenado agrupamiento, lánguido o súbito, siempre simbólico, con uno
o varios dioses patéticos en su soledad acuciante y tristemente antropomorfos. Ni
las astronomías, con sus planetas y satélites, cometas y meteoroides, las
estrellas y la no creíble materia interestelar, los sistemas de estrellas, gas
y polvo, galaxias y cúmulos de galaxias, pudieron acercarse al portulano de su
náutica misteriosa e inexpugnable. O las antiguas cosmologías de circo,
estudiando el vacío incomprensible, construyendo teorías sobre su origen
encantado, su evolución consentida y su estructura recóndita. Meras miserias de
un carnaval universal. Tampoco la sofisticada astrofísica, fútil invento para
medir lo que no se tocaba, ni la astrología siempre al borde del ridículo en la
torpeza de enlazar brillantes e imponentes estrellas con pequeñas vidas paupérrimas,
dolorosas desdichas y momentáneas alegrías. Para llenar esos vacíos se
inventaron piones y muones, azules y resplandecientes, quarks y leptones de
todos los matices posibles del amarillo, electrones y neutrinos, grises como el
grafito, fermiones de intensos rojos, leptones verdiazules, bosones gauge de un
marrón repugnante, y el subrepticio bosón de Higgs, esa grotesca
"partícula de Dios", de iridiscente blanco metálico. Se fingió la
existencia arbitraria de quark arriba y quark abajo, quark extraño y quark
encantado, quark fondo y quark cima, y un extraño quark Top solitario, todos
con sus correspondientes antiquarks. Partículas poéticas no obstante
inverosímiles. Y hubo un muon y un neutrino muónico y otro tauónico, jeroglíficos
sin sentido que enterraría el tiempo bajo sus arenas inevitables. Y como toda
obra humana esta fanfarria variopinta tiene su inútil pirámide milenaria en lo
que fue la frontera franco-suiza, las ruinas subterráneas del Gran Colisionador
de Hadrones del supuesto Conseil Européen
pour la Recherche Nucléaire. Manifestación concreta de una búsqueda sin
fin. Quizá los siglos confirmen la sentencia de Carlyle: "Toda obra humana es deleznable, pero la ejecución de esta obra es
importante". Han sucedido las
vigilias de incontables eones y un infinito espacio esencialmente vacío se mece
dulcemente en el vacío, sin estrellas ni dioses, sobretodo sin dioses.
jueves, 5 de julio de 2012
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incluido los " teilchen" particulas invisibles...invisibles como los sentimientos pero existen tambien.
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