Sí, estas, eres, en ese ‘yo’
entre cautivante y tortuoso, donde habitan misteriosas pasiones que no
necesitan explicaciones ni excusas, donde un sucedido pasado y pisado,
clausurado hasta la última hendija fisura grieta va anocheciendo y
cristalizando en anécdota o vestigio. Pero es sabido que también son tortuosos
los senderos que rodeados de florecillas recorren los bordes de los acantilados
de las gaviotas y también los taludes que bordean los abismos marinos de las aguamalas.
Locuras extravagantes con las que mis celos encelan la tarde buscando la salida
o la entrada para volver a hundirme en ese ‘yo’ pequeñito de tu nombre. Sin
perdonarme no haber sido yo, o haber llegado antes, o ser el otro mismo pero
distinto y llenarte otra vez, pero ahora yo, los destellos esmeralda de tus
ojos de cucardas y volantines. Rojo –yo– como amapola herida o rosa fulgurando
en el imperio de la prima noche que acontece incrustada por los sarmientos del
retorno e inserta en el registro del templo de la esfinge. Que furias, que
demonios, que terroríficos endriagos habitarán tus cabellos de medusa, tu
epidermis de dulces escamas perfumadas para que mi voz enterrada de caracol
subterráneo no haya alcanzado a ser germen semilla simiente y raíz para brotar
en ti y hacerte sucumbir florecida en mi delirio. Que celos sedientos de los
picaflores que bebieron los néctares de las magnolias abierta a las noches
antiguas cuando cayeron los muros con su polen y sus pétalos desperdigados
entre los cuarzos, los feldespatos y las micas en medio de aquella honda
nocturnidad granítica. Que amaneceres, como el apagado gris nublado de hoy, con
Ra oculto espiando como vuelven a arder las zarzas de las voces en su recobrado
rito solar, sigiloso y voluptuoso voyeur de ese fuego que se expande, avanza,
crepita en las palabras escondido acechando la caricia de la mano pecadora y la
boca que besa las cuencas de los ojos para despertar a la ninfa dormida en su
sueño de un fauno que la busca. Caprichos de fauno soliviantado por la estela
de los verdes esmeraldas que juegan con sus brillos entre los tibios dorados de
tus sueños, entre la luz entera de tu mediodía, entre los poros de tu piel que
busco para iniciar las iridiscentes ceremonias de recuperación y acoso. Y el
‘Yo’ se agranda crece florece y de su rojo inicio se vuelve agua en su delicado
y temeroso azul verdoso, fluye escurre humedece el verbo otra vez desatado en
su oleaje primitivo y vital, sin huellas ni escarmientos de un sucedido que va
perdiendo su nitidez de pena o locura en el contrapunto, torbellino y mimo,
engarzado en la jungla de orquídeas y mariposas, mientras los silfos esparcen
en el aire de los bosques sus risitas de niños y las ondinas vierten sus
coquetas miradas en los cantarinos aguajes de los arroyos primaverales. Vale.
sábado, 6 de octubre de 2012
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Como es siempre....eres un maestro....eres tu sin copias ni espejos.... hermoso escrito.
ResponderEliminarHilda Breer