Sin tocarnos las manos, viviendo
apenas el roce leve de los labios en las bocas que se besan también sin
tocarse, urgidos en la penumbra buscándonos ciegos y sedientos sobre las
sabanas de la noche incendiada, así fue el insomnio de los cuerpos enredados en
el designio feroz de la distancia. Y fuiste rosa desnudada pétalo a pétalo con
la delicadeza de antiguo jardinero, y bebí en ti el dulce néctar nocturno de tu
saliva, mientras dormías, y entre pistilo y estambres hice fruto y semilla de
tu ansiedad y mi celo, me fui sembrando las dunas de tus senos, sin tocarlos,
solo en la caricia del sueño instaurado, me fui arando tierno, sigiloso, hacia
el trópico perfumado de ti que habita en el vértice de tus muslos, hacia ese húmedo
sur de mi desespero, sin tocar el tibio cuenco de tu vientre, sin anegar de
besos tu ombligo, hasta el borde del abismo donde crecen las oscuras orquídeas
del deseo. Duermes, yace tu cuerpo entre mis brazos ilusorios, las sabanas no
cubren lo que imaginan mis ojos de fauno voyerista, duermes indefensa y
expuesta a este sol que acá amanece, me envuelvo en el vaho de tu piel dormida
mientras espero ser el agua tibia que escurrirá por los valles y las colinas de
tus íntimos territorios, duermes sutilmente provocadora, duermes incitando a
los pecados de palabra, obra y pensamiento, yo pecador, duermes como te sueño, soñándome
ahí atrapado entre tus piernas, enredado en tu pelo ensortijado, aferrado a la mullida
suavidad de tus pechos. Duermes en el sopor de mi calida cercanía, en la impúdica
desnudez de mis deseos, en la misma perturbadora posición en que hipnotizado te
espío. Ah maldita! sientes mis babas calientes derramadas en tu piel, yo
caracol deslizándome por tu pubis entre la tierna selva de tus vellos, reptando
denso y adherido en tu carne trémula, bebiendo de ti. Sí, única, ahí mi lengua
enjugará el néctar recorriendo el breve campo de olorosas y pequeñas hierbas
como un sediento caracol. Jardinero voy a tu rosa oliendo el jazmín de tu deseo
florecido, la acecho y la alcanzo con mi turgente capullo en desatada
consumación, y ahí soy el macho niño incestuoso que busca tu cuerpo materno
para polinizarlo con la hirviente rabia de mi soledad y ser otra vez en ti
embrión que nace y renace de entre tus muslos sin querer abandonar nunca ese
húmedo venusterio floral. Vale.
martes, 16 de octubre de 2012
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Señor Banda:esto,leido con mis oidos musicales es la mas grandiosa sinfonia que he escuchado.
ResponderEliminarHilda Breer
La maravilla del hombre cuando sabe recorrer los trechos, los rincones.Ponerlo en palabras es otro arte y usted lo hace magnífico.
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