Para Tere e
Isidora
Y reapareces
amiga en una esquina imposible pero real de esta quieta mañana de domingo,
inesperada y casual, reapareces desde el tanto tiempo sin olvido posible, con
la misma cercanía y el igual cariño, ahora con los sustos de las replicas y los
apagones de tu telúrico terruño del trueno. Reapareces, aunque nunca has
desaparecido, ahí reiventándote, quejándote que no es fácil de pronto quedar
sin hacer nada cuando es todo lo contrario porque ahora es cuando puedes hacerlo
todo. Tú me recuerdas en ese café callejero en medio del tumulto y el tráfago
de los funcionarios encorbatados y las alegres damas de shopping, conversando de nuestras secretas poéticas incipientes, yo
te veo feliz en tu Iloca de azulmar y verdebosque acordándote de mí mientras
caminas por esa playa trágica de las arenas inundadas. Ahora, reviviendo un como decíamos ayer conversamos de
nuestras ya maduras literatura, de la sensual inspiración que provocaba la
recatada Baronesa y del dulce recelo que causaba aquel misterioso Mister; de
tus últimas fotografías donde cada vez te vas viendo más y más joven como si
ocultaras en algún lugar un retrato donde se acumulan los años sin tocarte,
mientras yo por más que envejezco sigo igual cantando como la muy consecuente
chicharra (Tettigades chilensis); de la
antigua paradoxa que selló nuestra perpetua hermandad; de esos hermosos versos
que escribiste: “que bebemos embriagados
/ en la humedad de nosotros”, porque veo en ellos el tenue verbo pudoroso
de la esquiva y contenida Isidora del Arco del Fuego; y también del sino aciago
que el día más triste de todos nos marcó con ese dolor insobornable. Mientras
el dialogo se aviva y se va extendiendo en un hilo de imperceptibles colores,
la amistad pura y la cercanía sin limites va corriendo por la primavera,
brotando, creciendo, floreciendo como si el antes solo fuera la víspera del
grato hoy de este encuentro. Poco antes de despedirnos me cuentas de tu nuevo
sueño de hacer un taller de poesía infantil, y sonrío reconociendo el doble rostro
alegre a mi querida amiga, la tierna profesora y la ardiente poetisa. Sí, fue
muy grato el encontrarnos sin pensarlo en este aquí y este ahora imprevisto,
fue un recuperar cercanías que habían quedado atrapadas en un pasado que parecía
irrecuperable, pero no era así, y sentí con íntima alegría que el invierno se
alejaba con sus pasos dolorosos y tu piel palpitaba otra vez con la savia de la
vida. Nos despedimos felices en esa esquina virtual de la social network, me fui confesándote como siempre mis cariños de
siempre, te fuiste dejándome en la mejilla la huella de tus labios marcadas por
el beso de tu TQM. Vale.
La Cisterna.
Octubre 7, 2002
Recordando el pasadoo que muchas veces se repite en el presente
ResponderEliminarConfesiones de la vida