Sé que ya me disolviste en tu olvido, me
negaste la sal y el agua, me dejaste abandonado en tu orilla, entre los
juncales de la ciénaga grande de tu vida, en medio de las arenas aun tibias del
desierto desesperado de tu imagen, de tu nombre, de tu presencia inconstante
que se derramaba por los días donde habitaba un amar de minúsculas, ahora lo
sé, que se parecía al paraíso en sus esencias establecidas, en sus dulces
frutos prohibidos, en la serpiente de la tentación que nos acechaba voluptuosa
entre la orquídeas y las flores de mayo. Sé que ahora mismo soy apenas el
húmedo relente de tus noches en calma, que me pensarás como un difunto o una
estatua, que ya no poseo rostro en tu memoria, que mi nombre se te confunde con
otros de tu pasado antiguo, reciente y futuro, en ese espacio vacío, sin
tiempo, del antes y el después de mí. Siento mi omisión lapidaría de tus
atardeceres despiadados, de tus noches sin luna, de tus mañanas por los humedales
de los flamencos, las aningas y los ibis, de los manatíes y los aligátores, de
los mediodías aletargados por ese trópico ardiente que arde incombustible en tu
piel deseada. Vivo en dolorosa carne viva este pleno abandono sin evocación ni reminiscencia,
sin ecos, visiones o epifanías, con desamparo de naufrago de horizontes vacíos,
vivo el destierro de tus ojos y el exilio de tu verbo con la mirada perdida en
esos mismos horizontes vacíos. Busco en tu silencio de tumba abandonada el
origen del derrumbe de lo sueños construidos en la vigencia de ese ahora
marchito amar con mayúsculas, excavo tus mitologías, tus ritos, tus ceremonias
buscando los hilos que me lleven a entender o explicar la hondura del
destiempo. Y nada. Hay ansiedades socavadas por la espera, vestigios tibios,
deseos latentes y huellas frescas, pero no la presencia ni la cercanía que
cruzaban las estaciones y los años, nuestros. Examino acucioso el mapa de tus
rumbos, de tus territorios, de tus sombras, para saber donde te extraviaste, en
que bifurcación equivocaste el camino sin vuelta y desapareciste para siempre
de los campos de verde grama y aguas frescas donde los potros salvajes te
miraban asustado desde el lejos de tu infancia. Y nada. Sé donde no
encontrarte, en qué lugares no habitas, por qué parque no caminas o en qué
horas no existes o desapareces, las inminencias no suceden, los presagios no se
cumplen, es simplemente el olvido.
jueves, 26 de septiembre de 2013
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Marvilla de texto.Pero existe el olvido?
ResponderEliminarDe casualidad descubri este blog y me gusta. Volcere de cuando en cuando-
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