“nadie pensó que
libro y laberinto eran un solo objeto”
El jardín de
senderos que se bifurcan. Jorge Luis Borges, en Ficciones (1944)
Detento el prodigio de la breve sombra que
invade tus laberintos, tu secreto destino de enclaustrada penitente, en los
albores de una epifanía que romperá tu alma vaciada de emociones entre los
destellos de sus vidrios y sus frías porcelanas. Poseo la llave de la única
cerradura que yace en la herrumbre de tus sueños nonatos, del vértigo de los
acantilados nocturnos donde no te atreves al suicidio, de las marismas
invadidas por los cangrejos de la soledad, de las llanuras donde duermen las
grandes serpientes de tu cotidiano. Abro los cofres de tus joyas diminutas,
esos tímidos besos adolescentes allá enfrente de la casa donde aún vive tu
infancia de muñecas y de lirios, los baúles de tus peregrinaciones insensatas a
los templos vacíos, a las tumbas sin nombre, a los lugares que un día se te
hicieron primavera, los arcones de las mentiras que guardas como piedras
pulidas por el insistente recuerdo, como los pétalos olvidados entre las
páginas de un libro, como brillantes y hermosas monedas que ya no tiene valor. Sé
que escribes en el polvo de los rincones los salmos de tus tristezas en un
idioma vernáculo y confuso en el que nada es lo que nombras y que nadie puede descifrar
sino acaso los que algún otoño te amaron, y aquel que detenta la magia de la
breve sombra. Una tarde de violetas oculta el sagrario que custodia los pocos
nombres que perfuman tus fugaces encantamientos de atardeceres marinos, de un
río lento que arrastra los verdes fragmentos de una selva lejana y las arcillas
de sus colinas en continua disolución, allí me instauro en las oquedades que
han dejado tus nostalgias y ahí, musgo o liquen, invado ese lado sombrío de tu
vida cerrada a las tupidas enredaderas del amor. Como un minotauro asustado
recorro las galerías anegadas por el agua muerta que irrumpe desde las
vertientes de todas las premoniciones con una alegría de flores amarillas,
cogollos de toronjil, sahumerios de romero y una densa persistencia de
gladiolos funerarios. Sombra breve me voy derribando los muros de arena,
desaguando los pozos de las aguas atrapadas, derrumbando las arcadas que
soportan el entero laberinto, accediendo paso a paso a todo lo que has sido o
eres. No obstante, hay un antiguo tabernáculo de duro y tosco granito cuyo
contenido nadie más que tú conoce y que, así está escrito en su sello, permanecerá
cerrado incluso más allá del fin de tus tiempos. Sin que lo sepas voy trazando
el mapa de esa trama subterránea de túneles silenciosos que dan una y otra vez
a tu misma noche. Vale.
No se bien porque, pero este texto me ha emocionado. Felicitaciones por tu obra.
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