Un día amanecerás distinta, acorralada por
tus propios sueños, inmersa en un insomnio ilimitado, con la voz atrapada en un
silencio feroz de piedras o troncos cubiertos de musgos, te verás a ti misma
errando bajo un cielo sin estrellas por un desierto de arenas ardientes, fuego
y sal en tu cuerpo quieto o transparente que proviene de antiguos linajes donde
fue floreciendo semilla a semilla la herida, con su dolor y su miedo. Será un
día cualquiera, quizá en el borde de algún invierno de lluvias mansas o en la
mitad más calurosa de un estío sin vendimia ni rastrojos. Saldrás de la noche
desnuda, aterida, entumecida, asustada de esa oscuridad de tantos años ahí detrás
de esa última madrugada, te dolerán los ojos enceguecidos por la luz del día
que reinicia la oculta y contenida vastedad de ti. Sentirás la boca reseca o
vacía, con un lejano sabor de doncella enclaustrada, el resabio entre dulce y
amargo de los años yermos, de los frutos mustios que no alcanzaron cosecha
secándose en los esqueletos de fúnebres ramajes deshojados, de los dorados campos
feraces sin siega aferrados a las arcillas muertas. Sabrás de pronto que has
vivido enjaulada, y aunque no escuches los trinos de los pájaros ni veas al sol
amaneciendo será una epifanía sin tristezas como
la de quien nunca vio el mar con sus oleajes y sus espumas. Mirarás hacia la
ventana y a media mañana aún será noche, con asombro intuirás que ese día está
atrapado en los sargazos de las poderosas rutinas o anclado en un silencioso
puerto fantasma o varado en una playa pedregosa donde nunca alcanzan las olas
ni las espumas. Coincidirán tu primavera con la de los parques florecidos, oirás
el canto renovado del despertar a la vida otra, premonitorio de breves pero
intensas felicidades, no necesariamente de culminación o consumación sino de la
vida real en todo su esplendor, con sus miserias y sus maravillas. Se
sumergirán en el quieto olvido las pequeñas lujurias insaciadas, las constantes
ansiedades y la serena angustia del no ser. Recorrerás otros caminos impregnada
de un libre albedrío hasta que alguien venga a ti y rompa el fino cristal de
tus principios para que vueles y te eleves rauda por sobre lo que fue tu
encarcelación cotidiana. Habrá trampas y malas cartas, equivocaciones y
señuelos, pero ya sabrás que de esa confusión emergerán hermosos tornasoles.
Día vendrá en que amanecerás distinta.
domingo, 6 de octubre de 2013
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Leyendo este relato se puede ver a una princesa.De esas que ya no existen.Sin embargo siempre se puede tropezar con sorpresas. Bello texto!
ResponderEliminarLiterariamente perfecto a criterio. Es un texto muy hermoso, me ha emocionado su contenido.
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