Si toleraras una tarde ilícita que yo
alcanzara con mis ojos tu tímida y esquiva desnudez encubierta, estaría horas
haciendo el inventario cromático de tu dermis, creando el catalogo de sus tonos
posibles en las dos dimensiones del color: el tinte y su valor claro u oscuro,
combinando un tierra con predominio de amarillo, un poco de azul de ultramar,
rojo mediano y amarillo mediano o de cadmio, un naranja medio y un poquito de
blanco, o simplemente un rosa bajo combinado con café, hasta converger riguroso
en el color de tu singular carnación. Si me dejaras con un dedo, el solo dedo
del corazón dibujar tu cuerpo desnudo en toda la extensión voluptuosa de tu
ser, ir delineando las curvas sinuosas de su tibieza quieta o dormida, perfilar
las turgencias de las cumbres veladas por el candor de doncella en su castillo
inexpugnable, contornear las comisuras, los bordes, las orillas de aquellas
concavidades prohibidas, esbozar lo que no dejas ver por pudor, recato o
coqueto juego de velos y tules incitantes. Si me permitieras en ese atardecer
de tranquila penumbra pintar con un hiperrealismo salvaje, febril pero
contenido, poro a poro la superficie entera de tus ocultos y vedados
territorios insulares, e ir esparciendo con el tierno meñique los pigmentos que
declaren con precisa certidumbre los innumerables matices de tu piel,
colorear con rosa carnal, palidez lunar o bronceado solar, con oscuro furioso o
claros castaños, quien sabe, o con las gradaciones de la miel que reproduzcan los
íntimos aromas florales que difuminan tu escorzo desde un lejos posible. Si
accedieras a que con mi índice pudiera sombrear los claroscuros de tus mórbidas
dunas y tus tersos valles glaciares, entintar mi dedo anular en la humedad
secreta e inviolable de tu cuenco cauce vértice y vórtice para fijar en los
acrílicos del deseo y los oleos de las ansias el sabor exacto que guardaré para
siempre en mi memoria de huraño pintor de tu clandestino retrato. Si
consintieras que mi pulgar te toque al trasluz para buscar en tu espalda
vértebra a vértebra sus arpegios escondidos, los sonidos más graves y profundos
que nacen de tus estremecidos insomnios, o escurra palmo a palmo con sigilo
reverente por toda esa armonía inquietante de Maja o Venus adormecida en plácidas penumbras,
entonces, ya consumado el rito del furtivo roce sobre tu sagrada piel de vestal
intocable lamería la yema de cada dedo con fruición para saborear en plenitud
toda la esencia de ti.
miércoles, 9 de octubre de 2013
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Ritual de sensaciones donde los sentidos aparecen a flor de piel y es que la desnudez que pierde la timidez, florece bajo el tacto de los dedos.
ResponderEliminarHermoso texto!!!