Es en la penumbra fresca y plácida de una
habitación quizás no imaginaria, las cortinas cerradas como pétalos nocturnos,
nosotros sentados frente a frente, sin malicia ni deseos, como en un florecido
paraíso antes de la serpiente, nada más existe que el tú y yo inaugural, tu
cuerpo vestido con esa placidez pura y sin pecado de manzana roja o rosada
magnolia, sin pudores ni temores, sin recatos puritanos ni burdos desparpajos. Las
miradas buscan los ojos para besarse apenas en el rito de la intención, antes
de la celebración inconclusa que irá a buscarnos en los fondos marinos, en los
acantilados del viento, en las selvas olorosas a orquídeas. Te observo, macho
tímido, al alcance de mi mano, recorro tu cuerpo como el de la esfinge de un
espejismo, inalcanzable, ilusorio, negado. Sonríes. Tu mirada vaga por mi
semisombra con esa infinita ternura que me viste y me desnuda sin atreverse.
Sonrío. La tarde va sucediendo ajena, sin entrar en la habitación de la
penumbra. A veces hablamos en el idioma indescifrable de los caracoles en celo,
o por señas en los mohines de tu boca y en la insistencia de mis miradas. Todo
tiende a una culminación necesaria o perseguida, pero seguimos quietos
mirándonos a través de ese espacio pequeñito que nos separa. Me inclino y
tiendo mi mano hacía ti, tú me miras desde tu dulce silencio y la tomas, un
suspiro cruza entre nosotros y se derrama por los fondos marinos, por los
acantilados del viento, por las selvas olorosas a orquídeas. Rozo delicadamente
esa piel erizada por la cercanía de lo inminente, acaso imposible. Cierras los
ojos liberándome del peso de seguir siendo y me dejo ir por el oleaje fuerte,
dominante, arrebatador de tu perfume, respiro profundo para atrapar esa estela
de mujer que me eleva en un misterioso éxtasis y me deja flotando en un nirvana
donde poseo tu esencia más allá de tu voluntad inmutable. Me quedo ido pensando
en como será hacerte el amor sin tocarte, sin el sexo que te aterra, hacerte
sentir el amor en una ceremonia de iniciación que no te asuste, que te deje ser
en tu esencia primordial, que nos vuelva pájaros o insectos, que nos diluya así
sin más en un destello que quedará reflejándose para siempre en los espejos, en
los fondos marinos, en los acantilados del viento, en las selvas olorosas a
orquídeas.
viernes, 18 de octubre de 2013
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Hermoso el inicio de ese instante puro e infinitamente único, saberse ahí, uno frente al otro, silencios compartidos, caricias libres y delicadas como alas de mariposas, ilusiones de dos y una iniciación hacia la eternidad de la pasión.
ResponderEliminarHermoso texto.