Te beso adormecido en el borde canto de tu
boca. Llueve. Permaneceré contigo esta noche de fría primavera, te acariciaré
dulcemente, derramaré en ti mis ternuras guachas, mis cariños huérfanos, mis
sueños de amor inconsumados, y después
de la medianoche me haré el niño dormido entre tus brazos para que experimentes
en mi boca tuya esas otras maneras de besarme que me prometiste quizá en medio
de una floración insensata. Pero así será. Y haciéndome el dormido me dormí
envuelto en tus tibiezas esperando la mañana que llega con el mismo frío del
sin ti, ha dejado de llover, hay jirones de cielo azul entre las nubes muy
blancas. Amanece un soleado día brillante aunque frío en sus vidrios
recienvenidos, el esplendor de la primavera abarca la mañana, atiza el alma con
su renacer impostergable, perenne, con la evidencia de un ciclo continuo de
vida y muerte, con la esperanza, otra vez, del verde pasto y los ramajes
enverdecidos, del florecimiento de las magnolias, del estío caluroso y sensual,
de los frutos jugosos como besos tuyos, de la vendimia y sus dulces vinos, del
que vendrán otras lluvias para volver a pensarte más allá de esta primavera. Ya
cabalgamos por los pastos renacidos que ya preparan sus mullidos rincones donde
nos amaremos como dos bestias salvajes. Y se me vienen los perfumes florales
que te sitúan tan cerca que puedo cerrar los ojos y seguir sintiéndote aun sin
tocarte, o volver a sentirte (recordarte) una y otra vez cuando huela ese mismo
aroma en cualquier lugar o año, siempre entre estío e invierno. La tarde está
quieta, cristalizada, como si contuviera su respiración para no asustar la
primavera que ya viene entrando, yo me acomodo entre tus pechos, amodorrado y
tierno como un bebé que no quiere crecer y perderte. Acecho tus labios crípticos
como un enardecido fauno primaveral, y te beso sin tocar tu boca, inmortalizando
ese deseo tantálico, urgir las imposibilidades de la carne y contener las
vehemencias de la piel, ir mas allá del
deseo y del acto, morderme los labios en un beso sangriento sin tocar tus
labios deseados. Cuando ya te pensaba perdida de mí para siempre te veo venir con
ese aire rebelde de tu pelo (mío) y tus lentes de intelectual parisina, así de
negro (luto por mi ausencia, me imagino), y recupero esas sincronías primaverales
que me permiten besarte calladito cuatro veces en las fotografía. Escucho un
eco lejano y juvenil parafraseando un verso eterno: Es tan corto el amor, y es
tan largo el deseo. Entonces comienzo a esperarte en la primera esquina de esta
primavera, a la salida sur de tus sueños.
jueves, 3 de octubre de 2013
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ResponderEliminarLiterariamente perfecto!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarFernán: he leído este textos varias veces para saborearlo con absoluto placer, texto que siento relato en el que no me pierdo desde el principio en "primaveral in situ" hasta ese final fascinante "a la salida sur de tus sueños".
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