Yo he visto perlas
claras de inimitable encanto,
de esas que no se
tocan por temor a romperlas.
Tu Collar de
Perlas, José Angel Buesa.
Será lo que será, seguiremos como sea que el
destino nos tenga ya emborronado con su tinta azul violeta aún húmeda y su
letra finita e ilegible en los papeles de las vidas posibles, que importa si ya
vamos confundiendo voluntariamente ciertas realidades especificas con las
virtualidades de las pobres esperanzas, cruzando etapas, creando sueños que
vivimos, sentimos y fantaseamos noche a noche, y yo siempre esperando tus
vehemencias y tú siempre esperando los susurros de mi voz que no te llega, y
mis manos en tu piel desnuda y tibia descubriendo lo que sería el mundo sin ti.
Sabrás que el deseo que deseo habita en ti, está en ti, y ya no tienes
escapatoria porque me fracciono, me disgrego, me vuelvo arena de mi para ir
hacía ti, así, viejo, cansado, saturado de este otro perro mundo que no logro
entender, con el frío cristalizado en mis huesos, la barba escarchada y los
ojos enrojecidos, con toda la pena a la rastra. Y tú allá en tu guarida de
serpiente sin ojos arrepatingada entre las aguas vertientes de la fuente del
Niño de la Espina, sutil, cristalina y vertiginosa mientras tu sombra esquiva
camina rodeando la fuente, cruzando el parque hacia el oriente, dobla a la derecha
y sigue cabizbaja, tu sombra, bajo una alameda de altos árboles deshojados por
la tristeza más que por el otoño, hasta el final de la arboleda donde hay un
escaño verde y en el durmiendo un linyera viejón, de barba cana y largo pelo
canoso, mal vestido con raídas ropas de distintos colores y algo sucio, tapado
con diarios y cartones, al que tu sombra se acerca calladita y le deja una
cajetilla de cigarrillos, un ejemplar de tu libro y un pañuelo con tu perfume,
para cumplir el rito casi funerario que tu corazón te canta al oído. Mientras
todo eso sucede/sueñas oirá como de lejos, siempre tu sombra, que alguien
canta, es la Tebaldi cantando Un bel di
vedremos de Madame Butterfly, quizás se le llenen, a tu sombra, los ojitos
de lagrimas, no importa, el linyera seguirá durmiendo y no podrá verte así,
vulnerable (y triste). Cuando termina el canto, se aleja despacito, tu sombra,
y de ahí se vuelve a la fuente del Niño del Espina y se arrepatinga entre las
aguas vidriosas y vertientes como la misma serpiente sin ojos que eres. Después
volvimos por donde mismo y nos despedimos, ya casi clareando, en la misma
esquina del parque donde nos habíamos encontrado. Te fuiste difuminando en esa
claridad inicial del día y yo me volví al escaño a sentir los vestigios tu presencia
allí donde siempre te sueño. Vale.
un texto bello lleno de esas añoranzas que jamas podran hacerse realidad...
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