“En general se asume que un poema sigue una línea de pensamiento, habla de algo (un referente). Pero es una hipótesis demostrable que un poema desarrolla, o puede desarrollar, varias isotopías semánticas paralelas, varias historias a un tiempo”. Roberto Echavarren.
La soledad como una jauría de perros feroces,
incendiados por los fuegos escondidos en las cenizas, aterrados ante la
inminencia del voraz desasosiego, surgiendo furiosos desde la fétida oquedad
del escarmiento. Las magnolias dormidas en sus macetas de greda, abriendo sus
tenues flores de alabastros rosados incipientes. La soledad como una manada de
lobos aullando en las sombras de la noche lunar, hechizados y dolientes bajo el
escarbado plenilunio, agobiados por la gravitación de tumultuosos desconsuelos.
Las azucenas de la Virgen muy blancas acechando la misma luna de los lobos, la
del ciruelo y su albo velamen que navegaba inmóvil en el oscuro azul de la
noche. La soledad como un cardumen de plateados y fríos peces filosos en vertiginosa
huida hacía los hondos abismos de los misteriosos celacantos. Los nardos
perdidos en las noches perfumadas de diciembre cruzadas por el vuelo de la
lechuza silenciosa y fantasmal allá en la puerta inolvidable de la casa. La
soledad como negros jinetes al galope, irrumpiendo en la tarde sosegada y
melancólica que se adormece en su almacigo de nostalgias. Las dalias
estrelladas a lo alto en sus púrpuras o azules violeta, hundidas abajo en sus
raíces tuberosas, detentando todas las ternuras maternas desde un jardín ya
imposible. La soledad como el abandono del extraviado en los laberintos insoportables
de su propio desierto de feroces arenas impávidas. Los agapantos consumiéndose
de pena en sus estambres, en su azul intenso, en su follaje carcomido por los
secretos caracoles del diluvio. La soledad como un triste revuelo de campanas
antiguas y lejanas, de bronces cansados, lentos y monótonos que yacen allá en abandonados
monasterios. La rosa de las rosas, roja, retraída en ese rincón de la verja,
trepadora y nocturna en sus ácidas fragancias, acumulando las frescuras
iniciales de la primavera aconteciendo. La soledad como ese río estancado de
aguas bajas que refleja los árboles de sus orillas fragmentados, quebrados por
una aciaga ventolera invisible. Las acuarelas de las zinnias desatando sus
colores por el estío, enamorando altivas mariposas, sujetas a la libación de
iridiscentes avispas y afanadas abejas. La soledad cristalizada en los códigos que
poseen las transcripciones de todos los diálogos, todas las urgencias, de todas
las palabras que perdieron sus ecos anochecidos en las escarchas madrugadoras. La
rústica trama de la madreselva, su aroma dulce que atraviesa los años y los
mitos, los olvidos y la última soledad donde me moría de ti enredado en todas
las raíces. Vale.
La soledad, eterna sombra a quien agradecemos la creatividad.Textos,dibujos,pinturas,cantos,nada es posible sin esa compañia. Ninguna tan bondadosa.
ResponderEliminarNinguna tan fiel como ella.