Había escarcha en el verde pasto verde, el
frío calaba los huesos, el mundo era una congelación invisible, las calles eran
anchas y ajenas, sucias, florecidas de pequeños papeles de envoltorios y
colillas pisadas, los perros husmean la noche buscando los vestigios
comestibles que dejó el tumultuoso enjambre del día. De mañana mira las gentes
como si los reconociera, con sus trajes recién planchados, sus camisas blancas
y sus corbatas de colores exagerados, ellas van muy serias en su trajes de dos
piezas, pañuelito colorinche al cuello y recién peinadas, burócratas,
empleados, ladrones o meretrices, señoras de bien ver, caballeros formales,
todos caminan apurados a ganarse un lugar en la fila de los condenados, con el
nudo de la soga ya puesto a la espera de la horca. Por la tarde los ve de
regreso cabizbajos tascando la rabia, la humillación o el nuevo fracaso,
sacando de memoria las cuentas, soñando multiplicar los peces y los panes. Va indolente,
aterido o sudoroso pero inofensivo, lejano y ausente, como una fantasma urbano,
transparente, tratando de pasar inadvertido entre oficinistas serviles y
secretarias seductoras, evitando los fastuosos funcionarios de tercera
categoría, los gerentes impotentes, a las dueñas de casa que van por las calles
asombradas de las vitrinas y a los jubiletas que caminan como extraviados sin
encontrar nunca la esquina que buscan. Soslaya a como de lugar los encuentros
cara a cara con las manadas de jóvenes en plena soberbia y los ramilletes de
las jóvenes orgullosas de sus bellezas iniciales. Esa juventud desatada,
exultante, le recuerda otros años suyos que prefiere mantener enterrados para
siempre. Vaga buscando un alero para la maldita lluvia o el maldito sol según
sea la estación, solo el otoño y la primavera le son propicios a la hora de
vivir. Vuelve la noche congelada y el día sin recuerdos es un paréntesis inútil,
una boga contracorriente por un río de aguas bajas. Se acurruca en un rincón,
sobre una escala o un fétido pasaje, duerme un rato hasta que el gélido le toca
el hombro y lo despierta. Se levanta a pesar de sus huesos cansados,
desperdigados, y parte a recorrer sus territorios de cosecha a la espera de los
primeros receptáculos de desperdicios. Perros vagos merodean en la ciudad que
duerme. La madrugada es un vaho frío que humedece el asfalto y difumina las
luces. Una silueta camina titubeante entre los perros y las bolsas enlutadas de
la basura. Ha de ser un ebrio, un suicida o un poeta, porque los perros no
ladran.
domingo, 25 de agosto de 2013
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A pesar de ser "todo" un buen texto,que compone la escena, el final, nada más... justifica el todo. Me encanta ese remate. Felicitaciones!! (Espero haberme expresado con claridad.) Gracias!!
ResponderEliminarPor fin puedo leerte..problemas tecnicos.
ResponderEliminarUn texto perfecto como es habitual pero esta vez es una pintura autentica de determinados paises.. Yo lo veo "argentino"aunque podria ser chileno pero en verdad es solo F.S.R.Banda..Lugar e imaginacion.Estado de ánimo.
Aqui en Alemania ese cuadro es practicamente imposible,por eso aprecio mucho mas tu real fantasia.No conozco ningun otro escritor que tenga ese estilo tan tuyo....siempre agradecida.
olvide mi nombre: Hilda Breer.
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