sábado, 13 de septiembre de 2014

DESENCANTACIONES


“Un peu de volupté et de sensualité pour accompagner doucement des réjouissances à venir...” Isabelle M

Voy a tener que borrarte con un filoso cuchillo (i) raspándome la piel donde me escribí tu nombre asumiendo una eternidad que ya era imposible, y después destriparme en carne viva para aprender que no existes y desangrarme en los rincones donde aun guardo los rastros de tu perfume. Deberé desgranar las vehemencias en sus incipientes semillas de tristezas, iniciar la molienda de los recuerdos de tu voz clavada en el desierto de los tártaros (ii), triturar más allá de las arenas los sopores del espanto de no verte más en las floraciones de los lirios, en los mustios desarraigos del nocturno evasivo de tu imagen, corroído por la languidez de lo que va sucediendo sin ti. Habré de despintarte de los muros que detentan tu nombre como un sortilegio en el degradé de los atardeceres arrebolados, de los óleos siniestros donde te me apareces reflejada sonriendo en el cristal sobre paisajes de altas cetrerías, en el fondo de las copas o las tacitas de café, en las siluetas que se van alejando por los crepúsculos sin solución de continuidad. Bifurcaciones donde las palabras se resquebrajan resecas en los pergaminos extraviados, hilvanando de misterios los pálidos arcos lunares y los vuelos de los queltehues llamando a las últimas lluvias de este invierno voraz. En un desmadre de inundaciones y ventoleras te hundes en los claros destellos de tu memoria invencible, en los aluviones que cavan las cárcavas donde deberías volver a brotar, vertiente o flor según la mala noche de las ciénagas que bordean tus vigilias. Dejaré descritos con piedras los registros de tus ensoñaciones en perpetua vagancia, permanecerás en los azules de los vidrios, en los rojos desperdigados por los trenes y los anuarios, en los verdes poderosos de toda primavera, pero no en los amarillos previos a los fuegos del poniente, ni en el mármol agrietado de las estatuas de los parques sin otoño. Desaparecerás en la latente luminiscencia de los caracoles, cercada por la melancolía de las rosas, las dalias y las calas, en el iridiscente preludio de las pompas de jabón, furtiva y nimia, serás cúspide o simiente del místico boato de todas las refundaciones, y seguirás siendo en el espejo húmedo, en la madera mojada, la misma libélula de terciopelo, embeleso sublime del ocaso, susurro, anhelo, enigma. Derivas y sotaventos, espumas y algas y medusas, desarmes de la madrugada en su silencio de lejanos cantos del desvarío, amanece.

(i) En el original se lee ‘facón’.
(ii) “Il deserto dei Tartari”, Dino Buzzati, 1940. Prólogo de la traducción al español de Jorge Luis Borges, 1985.