viernes, 8 de julio de 2016

SUB NOCTE


“Fue en ese sentido un crepúsculo que confundimos con un amanecer.” Nombre propio. Rafael Gumucio

La santa noche se desgrana en sus azules furiosos, diamantes constelados en un negro terciopelo, falsos cristales maclados que estallan en delicados fulgores y un coro de falsetes irrisorios y una música veleidosa de violines escarchados, a lo lejos adentro incrustado un arabesco de ángeles marchitos envueltos en la bruma de un cielo vacío destella como falsas estrellas desperdigadas en sus metales desesperados. Es en la vastedad del nocturno donde se vierte una oscuridad de púrpuras solemnes (como el poco de mañana que se va definiendo en los últimos estertores de crepúsculo) y túneles furiosos que habitan las ciegas serpientes que reptan la madrugada en un oscuro de boca de lobo o de ojos de obsidiana de los dioses de mentira. Nunca se abrían las cortinas opacas: evitaban las ortogonales negras de los árboles de invierno, idénticos a lo largo de la avenida, la llovizna puntual del mediodía, y sobre todo ese gris metálico y unido del cielo, que anunciaba en las islas lejanas tiempo de ciclón (i). Es como un alba de arenas donde desembocan todos los ríos posibles y desaguan sus turbulencias de irisados astros parpadeantes, vidrios de impetradas transparencias, chisporroteos inútiles ante un sol flamígero que asoma en su solsticio vencido y desgarrado. La noche del infierno es de hielos púrpuras tachonada de cálidas perlas de misteriosos orientes y luminosas ágatas con sus ponientes de ocres iridiscentes donde espejean peces espurios y algas de un tenue conchevino, la copa rebalsa en los silencios, en la macumba de oscuros dioses encarcelados que beben un brebaje de semillas de mandrágora y capullos de orugas muertas, y comen un hervido con las vísceras de un unicornio degollado con un cuchillo de madreperla mientras baila el hembraje exhibiendo los pálidos mármoles de sus muslos virginales entre sedas negras y tules transparentes, danzan frenéticas y desvergonzadas por que allí ya no hay esperanzas. Descendía de la estatua, morbo de sus escaras, la intolerable amenaza de una muda eternidad de cal, de mondos huesos, de lirondos huesos dispersos en un desierto de ceniza, de agria leche fósil, bajo un cielo que negreara de puro sol, sin otro ruido en el espacio que el freír de su luz (ii). Es en el desborde de amarillos girasoles, en los arcángeles y los celacantos, en los vidrios biselados de sus ojos, en los cuarzos, en los suspiros, en el silencio de lentas goteras que dejan las lluvias donde la noche de las babosas y las aguas malas, de las fieras de cristal sobre la mesita de centro, se desangra en odios de juguete y alegrías de fanfarrias callejeras. Amanecen lentos fuegos y demonios espejeantes por el frío portalón de día.

(i) La Simulación. Severo Sarduy, 1982.
(ii) El gran Burundún-Burundá ha muerto. Jorge Zalamea, 1952.


sábado, 25 de junio de 2016

TE BUSCABA


Yo buscaba tu boca en las tenues torceduras del tiempo, la significación de tus ojos por los breves intersticios del desespero, por las grietas de la obsesiva soledad sin tu nombre, por los tenebrosos tumultos de las esquinas más oscuras, buscaba una cerrada penumbra o un perfecto atardecer, el torvo plenilunio taciturno que iba a iluminar tu pelo, pero tú aun no podías extinguir de ti la otra ausencia, aun te negabas a dejarla con la solemnidad de las cenizas, a borrar los últimos vestigios de ese pasado y sus delirios, yo buscaba cabizbajo el rictus de tus labios en los cántaros, el perfume extraviado de tu piel atravesando las madrugadas, las tibias ternuras que acumulabas en tus manos vacías, pero tú seguías soñando por los laberintos del otro otoño, sin saber que todos tus pasos ya caminaban hacia mí porque yo te buscaba en las torcidas flexuras del tiempo con el preciso destino de ir mascando esta gloria bastarda de poseer tu ahora y tu memoria a destiempo con la clara premonición de una eternidad tardía, deshojada, pulida por las arenas que traían otros vientos cruzados de océanos y marejadas y bajamares en las costas de tus lluviosos olvidos. Iba paso a paso ebrio de las lluvias y los ponientes que presagiaban tu cercanía, tu cadencia de libélula esquiva o de mariposa evasiva, iba y venía en un círculo de infiernos, de rastrojos, de abisales celacantos y de nocturnas noctilucas, divagaba buscando tu nombre en los amarillos y ocres y rojos iniciales de los otoños, en los cantos rodados que traían los ríos en los turbios inviernos, en los geranios florecidos en los confines de las primaveras y en las dulces vendimias de los estíos que anochecían de incertidumbre. ¿Que hechizo me has hecho mujer? ¿Por cuales grietas de mi ya cerrado destino pudiste entrar y revolverme los días y desaguar la vasija reseca de mis noches? ¿Como encontraste la llave herrumbrada de mi alma clausurada a los trinos de Amor? ¿Qué ángel vengador o demonio cómplice te la dio sabiendo que vendrías a coronarte reina de heliconias y designarme tu loco vasallo? ¿Quien te creo así sigilosa y deseable a mis oscuros delirios de fauno entumecido? Si yo solo buscaba la fisura por donde tu voz se me escapaba hacía el silencio y se hacía susurro y humo, cárcavas en las piedras y jeroglíficos indescifrables en la cortezas de los árboles de todos los tristes parques por donde yo te buscaba.

Imagen: Fotografía del autor, junio 2016.


martes, 31 de mayo de 2016

TODO LO QUE QUIERES


Quieres todo mujer encelada, quieres el día y hora en que mi santa madre me echó al mundo frío y ajeno a buscarte por los recovecos y las grietas donde no estabas, mi niñez en el jardín de las dalias y mi adolescencia acumulada en el cruce de dos calles por donde el atardecer se hacía noche en un poniente allá abajo lejos imposible, quieres mis pesadillas con sus miedos y desesperaciones, mis sueños tranquilos y borrados de la memoria por gracia de mis sicóticas inhibiciones, mi desolaciones de náufrago inconcluso y de viajero extraviado, mis soledades buscadas o sufridas según ha sido el rumor de un azar indescifrable, quieres las alegrías que me fueron floreciendo entre los musgos del tiempo detenido, las miserias de alabastro u obsidiana, las pequeñas perversiones que fui ocultando en los intersticios de las brumosas madrugadas, las pocas penas que guardo para las frescas tardes de los últimos estíos, el ruido de las lluvias sobre el techo de zinc en los inviernos de mi infancia y el perfume de los nardos y el sabor de las ciruelas, quieres la cuenta de los latidos que llevo vividos y el saldo de los pocos que me quedan, la esquina donde te esperé equivocado y el mar de noctilucas fosforesciendo en aquel oleaje nocturno, los ocres y los púrpuras de un desierto que tenía tu nombre oculto en sus piedras lustrosas por los vientos incesantes, quieres mis ternuras aconchadas en las oquedades del largo destierro de minerales y arenas yermas, de rocas de verdes cobres y brillantes piritas, el óxidos de los barcos anclados en la rada con sus luces lejos donde yo me soñaba embarcado y tan lejos que no había horizontes ni altas gaviotas, quieres lo que ven mis ojos cuando los cierro cansados de buscarte, las palabras y las sombras que me definen como silueta difusa a contraluz de todo o me borran la máscara que asumo para soportar los años y las gentes, las mentiras perfectamente construidas y los versos quizá plagiados en la confusión de una sobrevivencia imposible entre fieras y acantilados, quieres la cartografía secreta de los tortuosos senderos de mi bosque, con su estanque de peces silenciosos y los números codificados con que identifico los geranios, los nombres de los pájaros, de los insectos y de los caracoles, y también el sitio exacto en que las hormigas dejarán mis huesos blanqueados en su triste cal originaria, quieres mis herencias marcadas en la piel y las voces que no olvidaré nunca porque poseen la vigencias de los seres queridos, quieres el todo y lo poco, lo que recuerdo y lo que olvido, quieres tantas cosas que me faltarían crepúsculos para dártelas todas.

Imagen.- Fotografía del autor, mayo 28, 2016.


miércoles, 18 de mayo de 2016

DIA DE MI MADRE (Fragmento interminable)


Para S. eterna.

La línea se desliza en su enjambre buscando la fúnebre geografía del abandono, del vuelo eterno, del sin retorno a sus manos venerables, la letra se fuga hacia las memorias selladas de aquellos años tan antiguos que se perdieron los códigos y se borraron los símbolos, nada fue igual después que se durmió con la serenidad de una santa y se llevó los últimos instantes de su cercanía esencial, atávica, irremplazable, las palabras se afanan en recrearla, en describirla desde el vano exilio que han sido los días recortados en los años sin ella, la frase singulariza los vocablos que le pertenecieron como los campos y las algas, el sentido de los vientos y el doloroso plenilunio, como las dalias y las azucenas, el párrafo difumina la pena, atardecer y silencio, se extiende y disgrega en un alzavuelo de palomas, en el musgo en las paredes, en la hierba que acoge su voluntad de irse sin desaparecer en las piedras ni las lluvias, en la tierra pura que caminó ya cansada la línea se desliza buscándola. Dejó su silueta en la puerta esperando, su tibieza acurrucada en la casa que la refleja en la paredes y en los rincones, atareada siempre, dejó el cansancio de tantos años abandonado en la cocina junto a la vieja escoba y a las penas que nunca supimos, las alegrías todas se las llevó escondida como los granos de uva que llevaba en los bolsillos del delantal para ir endulzando el día y quizás también para contar las horas que siempre le faltaron.

La Cisterna, Mayo 8, 2016.

viernes, 11 de marzo de 2016

NO ESTABAS


“Consuélate: no fue un tiempo perdido: en todas tus ausencias, yo te amaba.” Rima IV. Blanca Barojiana.

Te busqué con otros nombres y otras siluetas recortadas contra la luna poniente, dejé el oleaje suspendido en ese mar que mirabas enceguecida de nostalgias, abrí senderos en la jungla de tu recuerdo solo para volver a oler tu perfume una vez más y recordarte toda una tarde sin crepúsculo posible ni pájaros oscuros emigrando por tu ausencia, dejé mis huellas caminando en inútiles círculos por los desiertos que guardaban en sus resecas arenas las perfectas sombras de tus pestañas, declaré mis tormentos en los amarillos de los aromos y los trigos, te supuse perdida y asumí la pérdida mientras el río murmuraba la pena que yo no me atrevía a divulgar por esos bosques donde te divisé tantas veces como si fuera cierto y no el juego cruel de destellos de sol en los follajes. Tú sabías por esos entonces que yo te buscaba sin testigos por las sombras inclementes de las noches de plenilunio, por las esquinas de faroles apagados, por las orillas y los cauces, por las entrelíneas de mis furiosas cartas de amor que atesorabas sin reconocerlo porque en ellas estaban los fragmentos de todo lo que eras. Te escondías en los ciegos nublados del acaecido invierno, en los pétalos esparcidos de la vasta primavera, en la hojarasca murmurante del otoño y en los lentos calderos del estío, desaparecías subterránea o sumergida aunque vigente como una estatua insoportable esculpida con el tormentoso material de mis derrumbes, mis asedios y mis molestas persecuciones obsesivas. Te buscaba en nuestros desolados territorios, en los parques y en las espumas de las rompientes, y tú sabiéndolo no venías, no te dejabas ver en las luces ni en las lluvias, te borrabas, eras ausente por vocación de esfinge, descreías de fervores, de halagos, de los versitos de mala muerte que te escribía en los ventanales empañados, de los susurros que invocaban ciertas noches de cuando estabas. Sé, iluso soñador, que andarás ahora también en los sitios equivocados, oyendo mi voz sin eco en su reverbero por las comarcas de la espera desesperada, viéndome de mentira por las últimas calles de tus penúltimos atardeceres entre los perros que ya no te ladran y los mendigos dormidos, caminarás como siempre altiva, dueña de tus celos, de tus furias, de esas torpes certezas que siempre confundías con tus usuales desengaños, poseedora de todos los espejos y de los infinitos matices de los otoños, del preludio y de los tristes finales, única heredera de tu imperio somnoliento, pero también inevitablemente, y para siempre, arrepentida. Vale.


viernes, 26 de febrero de 2016

LA ROSA (RE)ENCARNADA (Texto en eterno progreso…)


«adonde los mundos regresan, es mi estado». Krishna, en el Bhagavad Gita

Pagarás niña deseada y distante, pagarás tarde o temprano, en esta vida o en la que nos viene, o en alguna de las sucesivas, pero pagarás, no tengas duda. Y morderé tus labios en el primer beso y sentirás que ahí estas comenzando a pagar, llegará el café y te seguiré besando, aspirando tu perfume, apretando tus manos, saborearé en tus labios el sabor del café enamorado y oleré en tu boca el aroma melancólico del tabaco. Anocheciendo devoraré tus cóncavos suspiros para llevarte dormida en mis brazos a los cobijos con que has soñado en mi nombre, será una noche de lluvias largas, que es cuando las almas se convierten en grises pájaros entumidos buscando su propio cobijo en las ramas desiertas de la nostalgias. Repetiremos una y otra vez las salvajes reencarnaciones, inevitables y ansiosos, insaciables y felices, dueños del tiempo y sus repeticiones, romperemos la rígida línea temporal para ser uno eterno escondidos en un todavía que titila en todos los futuros nuestros. Yo seguiré cometiendo los mismos errores, evitando el dharma (i) seguiré manifestando los mismos pecados en mis infinitas encarnaciones para no librarme del samsara (ii) y seguir reencarnando tantas veces como sea posibles o necesario acurrucado a tu lado, asumiendo el karma (iii) que me llevará una y otra vez a ti, porque con tu corazón no me basta, quiero todas tus células y todos tus suspiros, las mínimas oquedades de tus poros y el imperceptible roce de tus pestañas, tus pensamientos y tus recuerdos, tu totalidad carnal y tu ser misma absoluta. Tu me induces a violar la fecha, engrupir el tiempo, adelantarlo, traspasar su rígido tictac, apurarlo, soñarnos en un sueño real, concreto, donde nuestros labios de verdad se toquen y yo huela tu perfume y tu sientas mis brazos rodeándote, me incitas a romper la trama temporal (iv), me incitas a desobedecer las leyes de la física, me incitas a desear lo que antes de ti me parecía imposible. De tal manera que he decidido dejar este texto hasta aquí, para siempre inconcluso..., pero no, sé que no será para siempre, solo hasta que reencarnemos en los otros que seremos y no nos importe el que dirán y será lo que soñamos (v), porque seremos esos otros y caminaremos por esas callecitas como si ese mundo, sin diciembres, fuera nuestro. Entonces, en la certidumbre de ese porvenir te prometo terminarlo en ese allá, y asumiendo la teoría de los universos paralelos, lo concluiré de las dos maneras: como si los besos que me debes los pagarás en esta vida vigente, y como si llegaré a poseerte en todos y cada uno los porvenires que me has prometido. Y si no, como ya sabemos, será más temprano que tarde en un café en una esquina de dos calles cuyo nombre aun desconocemos porque todo sucede en un futuro del aquí y del ahora, aun que sin fecha fijada y en una ciudad de la que solo conozco su orilla de río, su música triste y las majestuosas palabras de su ciego inmortal.

(i) Dharma: acciones hechas para bien.
(ii) Saṃsāra: ciclo de nacimiento, vida, muerte y encarnación (renacimiento en el budismo).
(iii) Karma: consecuencia de lo realizado/decidido.
(iv) “Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos.” Nueva Refutación del Tiempo, en Otras Inquisiciones, J.L.Borges, 1952.
(v) Si Nos Dejan. José Alfredo Jiménez


miércoles, 27 de enero de 2016

INQUAM… (Intuiciones sobre la rosa encarnada)


“…toda interpretación ejerce sobre el texto una violencia y una arbitrariedad,…” Si una noche de invierno un viajero.  Italo Calvino

Estarás, digo, en los cóncavos cuarzos de ese amanecer donde duermes alejada, dormida en la tibieza y el susurro, cercada por los ojos cerrados del nocturno y por el viento que va tallando los surcos de tu nombre en las ardientes arenas de un sueño desierto. Habrás de intuir, digo, que por estos pagos también se va cumpliendo esa continuidad amorosa del antes, ahora y después, tal como por tus crepúsculos, que los páramos y las piedras nevadas, que las islas y los pájaros, solo esperan nuestras siluetas tomadas de la mano para convocar los cantos enamorados. Permanecerás, digo, porque has sido mar y gaviotas a lo lejos, y de cerca desierto de sales y arenas, caliche, arcillas que detentaban tu nombre en sus grietas de aguas evaporadas, porque me basta imaginar tu corazón palpitante para pensarte aunque esté parcial nublado sin vos y te invoque en tu atardecer caluroso y parcial nublado porque nos sabemos bajo el mismo cielo, y eso nos consuela de la lejanía del insomnio y los parques con sus garúas y sus estatuas. Estarás también, digo, en los arreboles que tiñen las nostalgias de los atardeceres de las rosas profundas, y donde tu mano en la lluvia con sus metales circulares recrea el pequeño y antiguo invierno, ya sucedido, donde los labios se rozaron risueños explorando el húmedo territorio de los besos por los laberintos del tiempo y de las calles de una ciudad aun sin nombre. Sabrás, digo, que persevero en tu búsqueda por los escondrijos de los lagartos y los escarabajos, en los rastrojos del manzanar del otoño, por los bordes ariscos de las lunaciones, en los intraducibles signos escritos en los caracoles y las mariposas, y es que miro las rosas y apareces, miro los arreboles del atardecer y apareces, miro el sol rojo en sus últimos destellos y ahí estás vos dibujada en las siluetas de los árboles, y te digo calladito "no me incites así ácida rosa encarnada que un día voy a encontrarte en ese café que se nos viene y te voy a morder los labios ahí mismo en publico desparpajo y voy a besarte antes de que llegué el primer café y dejaremos que los cigarrillos humeen hasta la ceniza mientras nos incrustamos en el abrazo largo y desesperado que nos debemos", pero después pienso que si te lo digo así tan brusco te asustarás y me lo callo. Sentirás, digo, que voy leyendo tu cuerpo en las pocas fotografías que te retratan de perfil o en penumbras, como un libro al que le faltan páginas, sin tu voz, solo tú imagen silueta sombra repartida en sus dispersos fragmentos, tú riendo, tú de pie leyendo, tú sentada en la orilla, tu reposando lánguida en el solar de piedra, tú dibujada en el mágico destiempo que nos pertenece y en la distancia insobornable que nos obliga a soñarnos. Eso.