sábado, 29 de diciembre de 2012

CASUISTICA PERSONAL


“El individuo efímero, perdido en la jungla inextricable de los reflejos y los responsos, recibe durante un instante la impresión (o la ilusión) de entrever la topología del laberinto”
Approches de l’imaginaire. Roger Caillois, 1975.

El contracrepúsculo de los destierros inmóviles, las libélulas extraviadas en las umbrías copas de los árboles, el canto de las aguas en las bajantes perentorias, la delicada e indescriptible sensación que antecede a la lluvia o a las frescas noches del verano, la reverberación del pasto bajo una brisa continúa y leve, persistente en su desarmada oquedad eólica, los ojos brujos de una mujer inmortal o aquel rictus como un dejo de hastío que le besaba la boca cuando no me miraba, el violeta difuso de los jacarandaes agonizando de estío, lo que imaginamos que soñamos, la pequeña soledad de una calle en la madrugada con su garúa y sus palomas desquiciadas, el esplendor de las rosas mustias cuando se van convirtiendo en papel reseco, en palimpsestos indescifrables, aferradas con esmero a sus hermosas brevedades primaverales, las huellas evanescentes de la vagancia entre el asombro y el éxtasis por los tejados de los pueblos abandonados, por las acequias de los barquitos de la niñez, por la esquina donde la maga se incrustó en los huesos con su metal de silencio, y por la miel incorruptible de cierta noche en que se me fue convirtiendo en esfinge, la zarza ardiendo en el otro desierto (y no fui digno de la revelación), el despliegue del humo de la hoguera que me consume, el vino agrio del castigo, y el vino dulce de la consumación, la muerte quieta, sosegada, acechando con su guadaña y su ábaco, el libro de las constelaciones y de los espejismos, los laberintos que construyen las hormigas y los que arrastran los caracoles, el tan lejano perfume de las azucenas y el irrecuperable verde furioso de la calas, la luminiscencia de las luciérnagas y las noctilucas separadas por el tiempo y la distancia pero que convergieron en la misma fascinación ante su prodigio irreal, el aroma reverente del incienso y los cánticos de un diciembre que sigue sucediendo, la voluptuosidad decantada en una piel que se dejó acariciar solo para marcar a hierro su recuerdo, el rasgado de las vestiduras en la certeza de la imposibilidad del amor, las amapolas y los gladiolos y las dalias que fosforecen en sus colores cada vez que sueño un jardín, la gran morera de la casona cuando niño con mi padre, la tierra magra de arenas y caliches, de las retorcidas ágatas desesperadas, de los sílices de improbables puñales, del destierro donde iban a morir todos los crepúsculos.

Imagen: “Insectario”. De la serie Herrumbres, 2011. Instalación y fotografía del autor.

martes, 18 de diciembre de 2012

ATEOLOGIA PRACTICA

«Yo creo que la teología es una rama de la literatura fantástica.»
J.L.Borges

Nada, solo una planicie hasta donde llega la vista derrotada por los metálicos soles de los estíos, pulida por las ventoleras inclementes de los primeros días de los otoños ensimismados aun la vendimia y los rastrojos. En algún lugar entre cualquier aquí y sus horizontes se sabe que existe un acantilado a cuyos pies nacen las begonias verdiazules y donde los pájaros extraviados encuentran sus rumbos según donde apunten las hojas de iridiscente azul oscuro. Lo demás son pedruscos negros del tamaño de un puño desperdigados según los números de la sucesión de Fibonacci y que poseen forma de alacranes o de gekos persiguiéndose uno tras otro en la espiral prefijada como los bichos cachivache (Pedalternorotandomovens centroculatus articulosus) en la Casa de las Escaleras de Maurits Cornelius Escher. Algunos son meteoritos modelados por el polvo de las estrellas y fraguados en el áspero vacío absoluto, otros fragmentos de basalto esculpidos por las arenas y el tiempo. El alba oscurecida por las tormentas de arcillas rojas detenta un lento e inmenso disco solar enrojecido que alarga las chatas sombras difusas de los cantos azabaches semienterrados en el limo rojo amarillento de la llanura desierta y adormecida. En el cielo de un azul tosco y paulatino siempre hay siniestras gaviotas en vuelos circulares esperando con santísima paciencia las corrientes ascendentes de los atardeceres para iniciar sus espirales de fuga. Sin la cercanía de un mar que las justifique ni sombras en el llano que las materialicen, han de ser fantasmas de antiguas garumas que anidaron en estos territorios antes de su degradación final. Una bruma húmeda va entrando hacia las tardes con esa desolación de los náufragos en las islas o la soledad del exilio en las urbes iluminadas, avanza derramándose como un tul algo azulado que va cubriendo un cadáver aun tibio. El silencio, sólido y coherente durante el día, comienza a crujir apenas la noche procede el inicio de su instauración, rechina como un viejo velero amarrado en un carcomido muelle desvencijado. El aire adquiere la consistencia insoportable de lo que se sabe perdido, de ese abandono en que se quedan las casas de adobes cuando sus muros agrietados ya no soportan las lluvias. Las noches son frescas y estrelladas, con una luna que abunda en iluminados plenilunios. Solo en medio de ese ilimitado yermo calcinado es posible entender que Dios está hecho de materia oscura, que Él es la materia oscura, pero nadie nunca hasta ahora ha visitado ese inconcebible lugar. Eso.

domingo, 16 de diciembre de 2012

ALLÁ POR LOS SUEÑOS

Nos encontramos como siempre sucede en nuestros sueños, tu caminabas por un parque, por el rumor de hojas secas creo que era otoño, yo estaba sentado en el escaño más alejado del tráfico de las calles tumultuosas leyendo "Sucesivas y Coordenadas" de Lezama Lima, esperando a que vinieras. Nos besamos tiernamente, como adolescentes, y te sentaste a mi lado, nuestros ojos siguieron besándose un largo rato mientras nuestras manos conjugaban un tímido trabalenguas de cariños y ternuras, entonces te pregunté que te había parecido mi voz en el sueño de la noche anterior leyendo un fragmento de mi última prosa barroca, extrañada me dijiste que no, que era el poema que yo te habia escrito días atrás, insistí con dulzura en que era uno de mis precarios textos neobarrocos, lo negaste con ímpetu de soberana, como vi que ya te ibas a fastidiar por mi insistencia, te propuse que despertaras y escucharas bien mi voz cavando hasta tus instintos en tu oído, así fue que te fuiste a la vigilia y yo me quedé como suspendido esperando tu vuelta, que no llegó porque parece que entraste en otro sueño, sin mí, te esperé casi hasta la madrugada, entumecido, porque comenzó a caer una garúa de esas que solo se ven en los tangos, y antes que asomara el sol allá por lo de tu barrio me vine pensándote con la esperanza de volver a encontrarte, quizá extraviada buscando el parque del otoño, en mi sueño, y no fue así, hasta ahora en la mañana que me dices implícitamente que estabas equivocada. Mirá que en los sueños somos los mismos, solo que más etéreos, como ángeles de cristal o de ópalo,  pero con las mismas virtudes, los mismos defectos, la misma ansiedad del uno por el otro, las mismas pasiones que nos desbordan, celos, furias, desconsideraciones, errores, torpezas, burdos acechos, míseros orgullos, solo que en los sueños sabemos que son todas esas virtudes y defectos los que nos unen tan fuertemente, que nos hacen indisolubles en esta relación de continua e intensa interdependencia, esta relación esquizoide, bipolar, ambivalente, sicótica, pero maravillosa en su esencia de amor/deseo. Ahora aquí presagian lluvias para el atardecer, está nublado y gris, corre un viento como invernal, el día está como oscuro, espero que a la noche nos encontremos en el sueño aunque llueva, como de costumbre, quizás me veas con un paraguas y por eso te aviso. Yo casi siempre te encuentro con una blusa o un vestido de pequeños arabescos blanco y negro, fumando, con varias pulseras y anillos, muy seria hasta que tu mirada me encuentra, solo entonces sonríes. Eso.

viernes, 14 de diciembre de 2012

NADIE SE VA

Nadie se va del agua de su sed, de las caricias de sus mañanas, de las piedras ni de ese río, nadie abandona los pájaros ni los geranios, nadie se borra ni se evapora de la memoria que lo poseyó un día para siempre, nadie deja el susurro suspendido ni la mano en las cenizas, nadie se esfuma en su propia oscuridad. Vendrán las sombras del arrepentimiento invadiendo las penumbras del pecado inicial, de la espina incesante, del puñal que sajó los días dividiéndolos, bifurcándolos en un con ella sin ella sin solución de continuidad, de la incrustación en el cuarzo con sus resonancias en la carne viva. No habrá resignaciones porque no habrá olvido posible de esa voz, ese verbo, con sus furias y sus celos y con las latencias de un imposible nocturno que siempre amanecía posible. Que importa si los silencios cavarán tumbas donde antes hubo ceibos y ciruelos, porque estarán vacías, que importa si la noche se derrumbará con las lluvias venideras si su rezongo tanguero entrará en un eco que perdurará hasta el estío. Se perderán silaba a silaba los nombres que fueron sagrados, se perderá un lunfardo secreto inventado para decir lo que el idioma materno no sabía decir, se desvanecerán de tanto mirarlas ciertas precisas fotografías, los rasgos de los rostros se irán confundiendo con otros que fueron o serán, pero todo lo que parecerá perdido seguirá urgiendo el retorno porque nunca hubo fuga, solo la continuación de un viaje inevitable hacia un pequeño infierno. Alguien volverá a ser el linyera palabrero que llegó entre los camalotes y las islas, alguien volverá a ser la que lo llevó de la mano por el Paraíso en un milagro que prevalecerá en una serena eternidad momentánea. En una tanguería vacía deambulará un tango canyengue esperando que lo bailen hasta el final de los tiempos, y en un cuartito clandestino, quizá en que lado de las nieves, dos fantasmas insistentes volverán en la tardes de otoño a rendirse a aquel sueño inconcluso. En los amaneceres de garúas dos siluetas extraviadas recorrerán los parques, allá y acá, buscando con la desesperación de los náufragos esa convergencia que soñaron cada noche pero que nunca se dio. Dirán que los derrotó el hastío, los celos, la mísera soberbia o el mero orgullo, pero son embelecos fraguados en los venideros insomnios, la verdá es que fue el tumultuoso oleaje de piantaos que ellos mismos creaban en sus ansias por alcanzar siquiera a tomarse en algún atardecer de la mano. Nadie se va porque nadie abandona así como así la ternura, el amor, el deseo. Vale.

Imagen: Dante and Beatrice, 1883, by Henry Holiday (1839 - 1927)

sábado, 8 de diciembre de 2012

COMPOSICION DE LUGAR

En su soledad, el tiempo transcurre lentamente y de manera extraña.
Emilio de Gorgot

…el portero, frenético amante de los secretos inútiles.
José Lezama Lima

Todo surgía como de una sucesión compungida que se trasladaba con la lentitud de sombra al mediodía, que se alargaba sin alcanzar nunca su punto critico, su punto de quiebre o rompimiento, o volvía a contraerse como chirriando, desaceitada, herrumbrada, se encogía con una elasticidad quántica, a la manera de un barco que se va alejando escapando en el mismo punto de fuga del horizonte. Entonces, por un instante de secreta revelación los objetos se hacían transparentes, lo que debía suceder no sucedía, la memoria dejaba de registrar detalles y se condensaba en un todo holístico de tacto-visión-sonido-olor-sabor, por un nanosegundo el todo cabía por demás en un dedal de juguete. Tenía esa quietud mesiánica (o carencia) que llegan a poseer los cubos de piedra canteados a cincel y martillo pero que no alcanzaron a formar parte del empedrado de la calle y se quedan eternamente varados en un jardín, enterrados en un bosque de mentira o al pie de un jacarandá en alguna plazoleta cercana. El rincón más alejado guardaba hasta bien entrada la noche las últimas hilachas desgarradas de los arreboles del atardecer, era como ver el fulgor sordo de las brasas que han permanecido aun encendidas en medio de las cenizas de una fogata no acabada de apagarse en la oscuridad del nocturno sin luna. El conjunto de espacio tiempo sucedía, acontecía, ocurría a la manera de la aciaga perpetuación de las eñes iniciales, disperso como bandada de palomas atravesada por el ampuloso vuelo del tiuque, deformado, raro, sin la consistencia esperada en la volumetría visible de la realidad concreta, como si estuviera atrapado en un bucle de insospechadas consecuencia, de impredecibles bifurcaciones que se abren alejándose entre si como el ramaje del acacio cincuentenario que no brotó esta primavera o las toscas raíces del ombú, sin ese tranquilizador atractor extraño que premoniza la teoría del caos. Y era un inerte monolito de piedra negra en medio de los temerosos homínidos. Y era un monolito negro desenterrado en la superficie lunar ante la vista asombrada de los astronautas lunares. Y era un monolito negro flotando silencioso en la órbita de Júpiter despertando un horror ancestral en los astronautas planetarios. Y era un monolito negro, alzado a los pies de la cama, majestuoso e inerte, que el viajero temporal contempló extasiado en medio de su agonía. Mucho más abajo, siguiendo un sendero de lozas pegmatíticas dormía el estanque invadido por las ostentaciones verde esmeralda de las finísimas guedejas de las algas clorófitas, y en el, un breve y tardo cardumen de kois soñolientos deslizaban sinuosos sus negros, blancos, rojos y anaranjados, tan lentamente que a primera vista parecía que el tiempo no estuviera sucediendo.


viernes, 30 de noviembre de 2012

DULCES NOSTALGIAS DE JARDIN


A mi madre.

Había un alba de nardos y un embeleso de crisantemos donde ahora se vuela alto un magnolio avisando las auroras, y allá bajo el limonero perfumaban los pensamientos y jugaban las pequeñas mariposas en la estrellitas que se mecían a lo largo del sendero. Sobre y bajo la tierra amasada por la inolvidable jardinera iban y venían los caracoles dejando sus regueros lunares resplandeciendo desde los pálidos amaneres hasta el intenso atardecer que se iba tardeando para atajar la luna, postergar la noche y dejarse querer en sus rojos desatados y su frescura vegetal. En el rincón noroeste dormía la rosa trepadora con sus oscuros rojos escondidos como no habrá de verse nunca más en otras rosas venideras. Abajo las calas también demoraban el nocturno siempre sedientas y verdes. El poniente era con olor a cedrón en el después de la madreselva y el aroma cítrico del geranio extraño que llamábamos malva. Hubo un conejo vestido de negro terciopelo por los escondrijos de rosales y gladiolos. Los pájaros se enternecían de puro gusto allá arriba en las ramas de los duraznos y del ciruelo. Al sureste las dalias eran un verdor exuberante coronado por sus flores moradas, rojas, y anaranjadas como vistosas auras solares. Las frutillas con sus besos rastreros siempre estaban embancadas en arenas y evitando los senderos de las hormigas. Bandas de clorofílicas mantis acechaban orando entre hojas serosas de las rosas, las arañas furtivas habitaban las oquedades del muro de ladrillo, las abejas en cambio zumbaban con alegre desparpajo en sus inquietas libaciones. Allí el tiempo jugaba a detenerse o a hacerse tan lento que las azucenas no sabían cuando florecer y los alelíes se extraviaban en las estaciones porque les llovía en mitad del estío o el sol sonriendo los sorprendía escondidos del invierno. El otoño en cambio era de punta a cabo de la jardinera en sus quehaceres de guarda o de cosecha para dejar quietamente durmiendo a la tierra cansada. Toda su geografía cabía en un solo recuerdo perfumado en el crepúsculo y coloreado con las dulces acuarelas de la zinnias en los brillantes mediodías. Con los años la memoria lo fue haciendo pequeñito, infiltrándolo en todas las nostalgias donde hubiera flores o insectos o fragancias, y el olor a tierra húmeda invadió para siempre todos los atardeceres de todas las primaveras, donde estuviera, aun sin jardín, o ahora, con mi madre ya en el cielo. Vale. 

La Cisterna, hoy, aquí.

EXTREMA UNCIÓN

Verás, ya cerca del fin, casi sin luz, estragado el cuerpo, el alma desgastada, (con solo tiempo para hacer la suma), que días perdiste buscando nadas, afanando torpezas y viviendo errores, construyendo templos que no duraron tus siglos, y siempre hilando sueños, imposibles o inútiles. Los días fueron caudal, así por años y calmos vados hubieron cuando perdiste la fuerza, allí, a pesar de ti, te cercarán estancados pantanos. Dolorosa esa tarde en que verás, si la razón te asiste, que el aquí y el ahora nunca fueron tuyos, los rumbos los fijaba tu carne ansiosa, los vientos tus instintos, tus anhelos, las corrientes tus miedos y derrotas, apenas el hambre. Tormentas y estiajes, no tú, negaban caudal o decretaban torrentes. Que el azar construyó tus reinos y el mismo azar los volvió ruinas, verás, cercano el fin y ya vencido. Entonces te irás. Te buscará la muerte entre los rostros de ese día, su mano fría te salvará de la infamia del dolor. Amanecerá con colores de crepúsculo, las horas de ese día serán lentas, tardas, tristes. Tus pecados, las traiciones, las mentiras, tus pequeñas miserias y tus patéticas vanidades se irán de ti como palomas asustadas. Tus desesperaciones perderán el poder sobre tu sangre y los sagrados vínculos del odio se romperán como un cristal. La intranquila conciencia se abandonará a la impunidad del olvido. Se rendirá al fin la esperanza al sosiego del fin. Laxa tu mano buscará hacia la tarde otra mano, alguien humedecerá tus labios, solo entonces se justificará el amor. Desde esa noche, limpia ya tu sombra en la agonía, altas, muy altas esfinges cuidaran para siempre tu alma, toda ausencia finalmente dejará de doler. Ahora bien, habría en cierto lugar inaccesible Alguien en tu espera con una herrumbrosa balanza y un ajado catalogo de pecados, dicen que en el Cielo, pero son embelecos fraguados en las antiguas catedrales. Lo cierto es que en ese lugar gris y entristecido hay un anciano habitante entumecido por una bruma azul y ciertos carcomidos resplandores. Es un dios antiguo en un cielo abandonado, de altas ceremonias inútiles y de inocuas consecuencias, un continuo revoloteo de invisibles ángeles marchitos le murmuran hastiados su vana gloria entre las miserias de la desidia del desamparo y la ancha soledad. Ese dios, ajeno y cansado, soportando achaques de mala vejez, espera también como tú el fin de los tiempos. Alabado sea ese Dios en la inmensidad de su gloria, que no nos dejó ver su luz, pero tampoco sus sombras. Cuídate entonces de esa hora precisa, para ti la última, cuando terminada esta fanfarria y sus desdichas solo importe tu suma. Vale.

viernes, 23 de noviembre de 2012

VARIACIONES CHOMBAS (I)

“El saber de la imagen, verdadero perspectivismo neobarroco, nos involucra en sucesivos descubrimientos y en nuevas fundaciones, al tiempo que impugna logocentrismos excluyentes.” De los resurgimientos del barroco a las fijaciones del neobarroco literario hispanoamericano. Cartografías narrativas de la segunda mitad del siglo XX. Cristo Rafael Figueroa Sánchez, 2006.

Un abad de negro pernicioso va misionando entre las cholas para defensa del embate de los morenos bajo la premisa de indagar toda fogalera en esa casta sin abolengos ni sosiegos, con acumulaciones insensatas de trastos y escorias, desde el feminismo violento y fundamentalista de Paquita la del Barrio hasta el grabado L’Arc Obscur des Heures de Matta donde juegan azules pálidos, celestes y verdiazules y blanco agrisados, en un horizonte demasiado lineal de un mar detenido, columnas y lapidas, nubes, hay un verde esmeralda abajo y la silueta deformada de un asno en un marrón oscuro. Y a lo lejos los cerros en la orilla de un océano que posee todos los azules posibles de cielo y mar entre los altos vuelos de gaviotas y pelícanos y piqueros, los breves verdes vegetales de la Pampilla, por acá canta un muecín invisible desde el minarete de la mezquita y en nocturna la luz faro desde la cruz del milenio, y un oleaje prehistórico y transoceánico en ese puerto de piratas y de grandes barcos cargando negro hierro. Una dulzaina canta derrama su hilillo dorado en el atracadero de las góndolas, un bajel sale de la bahía iluminada por el atardecer de rojos y anaranjados, perfilada sombra que navega en una mar plateada sobre peces escondidos. En el antiguo escritorio de caoba un atlas de geografías secretas desde donde escurren las ardientes arenas de todo un desierto alzado, hordas de esclavos persiguiendo a sus amos, alfanjes y túnicas y babuchas. Atrás, en el muro sin tiempo, una tapicería antigua con una escena de alta cetrería, allá un jarrón Showtime de un azul brillante, dos cajas de lapislázuli con los bordes en bronce, una sobre la mesa oscura y otra sobre dos libros, un pavo de plata y un carnero de níquel, una mesita con cubierta de ónix y sobre ella un bonsái piedra dura, una pareja cisnes de marfil y tres cubos cristal de roca ahumado, lo demás; el ave fénix en cobre y con incrustaciones de lapislázuli, la garza en lapislázuli macizo y cuarzo, y peces de pirita, rodean fantasmagóricos la escultura en mármol negro de un ángel muerto a los pies de un busto de  Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo en mármol blanco con la inscripción “Me duele una mujer en todo el cuerpo”. En la habitación muy iluminada, con altos ventanales que dan al mediodía, el mismo abad de negro dañoso lee entre asustado e incrédulo una traducción clandestina del Bhagavad Gita.

Fotografía: Lycy_Lee-ITC_234_062 (detalle), de la serie Lucy in the Crack 04/04 by Huebman, 2008.

INTENCIONES PARA NADA

Delicadamente, rozaría con cada una de las diez sensibles yemas de mis dedos la pálida piel entera de tus muslos para aprehenderlos en toda su intensa sensualidad, para conocer al fin antes de morir la suave textura del paraíso, para saber el sabor misterioso e inalcanzable de esa tierna tibieza antes de que se evapore por los poros como un vaho de carnal dulzura. Con delicadeza de antiguo orfebre dejaría que mis manos se posaran sobre el alabastro incandescente de tus muslos desnudos como las hojas otoñales caen sobre las quietas aguas del estanque de los tímidos peces evasivos, para absorber en ese leve y placido contacto la sexualidad concentrada en su virginal pureza, para hundirme en los turbios sueños de una noche imposible. Con paciente sutileza iría deslizando como un fino pincel mis labios embebidos en la sed de ti por la seda perlada de tus muslos para dibujar sobre su exquisita tersura los signos y símbolos de las ansias contenidas, para vivir los delirios del lobo que huele y ve la presa de su hambre instintiva, pero que no alcanza a atrapar esa carne trémula tan cerca y tan lejos a la vez. Sigilosamente, lamería el mármol incitante de tus muslos para fijar en la memoria el sabor del fruto prohibido y luego sumergirme feliz en la eternidad de los fuegos del infierno, para saborear el dulce pecado de los que no persiguen el cielo y se contentan con la breve felicidad de simplemente haber vivido, para comprobar la certeza poética de que sabes a sal y azafrán en la vigilia, y a canela y vainilla cuando duermes. Trazaría con la punta de mi nariz la ruta de los besos que te iría dando poro a poro en la voluptuosa lisura de tus muslos de mi tormento para conjugar el éxtasis y la codicia, la pulsión y el encanto de tantos los insomnios acumulados, para oler el intimo perfume que se vierte en el vórtice anhelado y se propaga en sus cercanías como condenación o desvarío. Con perversas intenciones ascendería tierno y erótico siguiendo ese aroma atrapante por las tibias columnas de tus muslos para encontrar al fin la sellada puerta del templo donde los sueños se cumplen y las fantasías florecen en húmeda primavera, para socavar tu timidez de virtuosa vestal silenciosa y rendirte a la evidencia de un goce que permanecía inconsumado y que ahora por mis artes de soñador incontenible encontrará su impía vertiente. Y con esos juegos entre de acoso, seducción y consumación, quizá alcanzaría a echar a volar de tu rostro como mariposas que juegan alborozadas en la brisa esa antigua tristeza de tus ojos siempre tristes. Vale.

viernes, 16 de noviembre de 2012

EL SILENCIO DE LAS DALIAS

“Todos estamos ebrios de algo...”
TuLuz. Del blog La Embriaguez de la Mariposa.

Toda mariposa será castigada en su vuelo y su afán, la de alas transparente que vive en los jardines de los sueños, la de negro terciopelo que revolotea y arde en las cenagosas pesadillas del desengaño, y también la inquieta escarlata que habita los insomnios como un breve demonio. Las diurnas, y las nocturnas, las humildes polillas y las sofisticadas esfinges, todas verán caer el sol un día sabiendo que ya no les será dado el próximo amanecer ni sus flores ni su polen, ya no habrá orugas escribiendo en un alfabeto de curvados caracteres recortados en las hojas de los limoneros. Ya no habrá hermosas y aladas momias resecas atravesadas por un alfiler bajo una lapida de cristal mortuorio, ni alas colorinches embalsamadas entre las páginas de los ajados poemario de aquellas juventudes de sueños y primaveras. Se irán de los mariposarios del duelo, del canto o arrullo perseguido, de sus migraciones sinsentido, de sus hibernaciones inútiles, de los altos oyameles con su rumor de frágiles alas de papel y sus revoloteos suspendidos en su último atardecer. Desaparecerán las crisálidas colgantes de los hilos de seda, las quietas mariposas de origami, la mariposa del Chagual y la poética mariposa de otoño, y también la turbia mariposa del caos que hace nacer las tormentas y provoca en las antípodas terribles sequías. Tristes estarán los cardenales sin la mariposa del geranio, y los niños de Michoacán sin las millones de monarcas siempre yendo y viniendo, desolada quedará la memoria del jardín de mi madre sin las mariposa blancas escondidas entre el intenso morado de sus dalias. No volverán con sus calcinados vuelos violáceos, purpúreos o anaranjados las mismas mariposas sucesivas con su linfa congelada en el instante en que dejaron de volar, con el néctar cristalizado en la sed equivoca de sus fugas. Castigadas serán en un infierno sin fuego, sin luz, sin estambres ni pistilos, donde un aire denso, gelatinoso, dejará sus alas muertas sin vuelos ni aleteos ni revoloteos, ni juegos de colores entre las corolas de colores, allí donde una penumbra pegajosa y purulenta va aplastando las alegrías inconsistentes y las penas de los días ligeros. Solo volverán las oscuras mariposas del delirio, con sus misterios y sus espantos buscando una y otra vez la trampa esquiva, invisibles en el contraste con la luz del ventanal, volverán, arrastradas por la ventolera de su destino para volarvagar sin luna dividiendo la noche en dos perfectas mitades; la una de plena ausencia y la otra de doloroso silencio. Esas sí volverán.


domingo, 11 de noviembre de 2012

MONOLOGO BARROCO PARA UNA BARONESA SECRETA

Para Tere e Isidora

Y reapareces amiga en una esquina imposible pero real de esta quieta mañana de domingo, inesperada y casual, reapareces desde el tanto tiempo sin olvido posible, con la misma cercanía y el igual cariño, ahora con los sustos de las replicas y los apagones de tu telúrico terruño del trueno. Reapareces, aunque nunca has desaparecido, ahí reiventándote, quejándote que no es fácil de pronto quedar sin hacer nada cuando es todo lo contrario porque ahora es cuando puedes hacerlo todo. Tú me recuerdas en ese café callejero en medio del tumulto y el tráfago de los funcionarios encorbatados y las alegres damas de shopping, conversando de nuestras secretas poéticas incipientes, yo te veo feliz en tu Iloca de azulmar y verdebosque acordándote de mí mientras caminas por esa playa trágica de las arenas inundadas. Ahora, reviviendo un como decíamos ayer conversamos de nuestras ya maduras literatura, de la sensual inspiración que provocaba la recatada Baronesa y del dulce recelo que causaba aquel misterioso Mister; de tus últimas fotografías donde cada vez te vas viendo más y más joven como si ocultaras en algún lugar un retrato donde se acumulan los años sin tocarte, mientras yo por más que envejezco sigo igual cantando como la muy consecuente chicharra (Tettigades chilensis); de la antigua paradoxa que selló nuestra perpetua hermandad; de esos hermosos versos que escribiste: “que bebemos embriagados / en la humedad de nosotros”, porque veo en ellos el tenue verbo pudoroso de la esquiva y contenida Isidora del Arco del Fuego; y también del sino aciago que el día más triste de todos nos marcó con ese dolor insobornable. Mientras el dialogo se aviva y se va extendiendo en un hilo de imperceptibles colores, la amistad pura y la cercanía sin limites va corriendo por la primavera, brotando, creciendo, floreciendo como si el antes solo fuera la víspera del grato hoy de este encuentro. Poco antes de despedirnos me cuentas de tu nuevo sueño de hacer un taller de poesía infantil, y sonrío reconociendo el doble rostro alegre a mi querida amiga, la tierna profesora y la ardiente poetisa. Sí, fue muy grato el encontrarnos sin pensarlo en este aquí y este ahora imprevisto, fue un recuperar cercanías que habían quedado atrapadas en un pasado que parecía irrecuperable, pero no era así, y sentí con íntima alegría que el invierno se alejaba con sus pasos dolorosos y tu piel palpitaba otra vez con la savia de la vida. Nos despedimos felices en esa esquina virtual de la social network, me fui confesándote como siempre mis cariños de siempre, te fuiste dejándome en la mejilla la huella de tus labios marcadas por el beso de tu TQM. Vale.

La Cisterna. Octubre 7, 2002

OTRAS LLUVIAS

(Ejercicio de composición del tipo cadavre exquis transtemporal)

Afuera en el olvido comienza a llover con ímpetu. Bruscamente la tarde se ha aclarado porque ya cae la lluvia minuciosa. Cae o cayó. La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado. Quien la oye caer ha recobrado el tiempo en que la suerte venturosa le reveló una flor llamada rosa y el curioso color del colorado. Llueve sobre la arena, sobre el techo, el tema de la lluvia: las largas eles de la lluvia lenta caen sobre las páginas de mi amor sempiterno, la sal de cada día: regresa lluvia a tu nido anterior, vuelve con tus agujas al pasado: hoy quiero el espacio blanco, el tiempo de papel para una rama de rosal verde y de rosas doradas: algo de la infinita primavera que hoy esperaba, con el cielo abierto y el papel esperaba, cuando volvió la lluvia a tocar tristemente la ventana, luego a bailar con furia desmedida sobre mi corazón y sobre el techo, reclamando su sitio, pidiéndome una copa para llenarla una vez más de agujas, de tiempo transparente, de lágrimas. Llueve con tanta fuerza que nuestro aposento se quiebra y el viento y el agua de la tempestad penetran las paredes y ventanas: nos invaden, nos atraviesan. Procuran jalarnos adonde las almas se apagan, adonde el hielo es más delgado. Sigo contemplándote con la punta de mis dedos, con mis brazos que a ciegas te sostienen y te aproximan hacia mí, con deseo de mantenerte aquí para siempre. Estás tranquila y pensativa a mi lado, cálida como la respiración apaciguada que emana de un beso joven, de un beso fiel. Comprobamos que nuestras caricias y nuestro amor están condenados; lo aceptamos y damos bienvenida a la ira de la melancolía, quien ahora se venga de nuestro desafío. El cuarto se inunda, nuestros miedos menguan al borde de la superficie. Entre la zozobra y entre el furor nos ahogamos en saliva, en miradas, en fragancias de perdición y en la furia del desasosiego. Lentamente morimos, víctimas de nuestra oposición, de nuestros deseos de vida y de muerte, de nuestra irrevocable travesura. Esta lluvia que ciega los cristales alegrará en perdidos arrabales las negras uvas de una parra en cierto patio que ya no existe. La mojada tarde me trae la voz, la voz deseada, de mi padre que vuelve y que no ha muerto. Los brazos abiertos hacia ti y el rostro triste, la lluvia repicando en el asfalto, y todos los inviernos en ese único lugar.


Bibiografía cuantificada:
i.- Síncope. Gerardo Careaga. 179 palabras.
ii.- Llueve... Pablo Neruda. 119 palabras.
iii.- La Lluvia. Jorge Luis Borges. 95 palabras.
iv.- El Cristo de la lluvia. F.S.R.Banda. 23 palabras.

Nota.- Cadáver exquisito es un juego por medio del cual se ensamblan colectivamente un conjunto de palabras o imágenes; el resultado es conocido como un cadáver exquisito. Es una técnica usada por los surrealistas en 1925, en la cual los autores jugadores escribían por turno en una hoja de papel, la doblaban para cubrir lo ya escrito, y después la pasaban al siguiente autor. De esta forma se combinan cosas de una idea agregando elementos que pueden o no pertenecer a la realidad. Los teóricos y asiduos al metodo sostenían que la creación, en especial la poética, debe ser anónima y grupal, intuitiva, espontánea, lúdica y en lo posible automática. Decía Rulfo que no existen más que tres temas básicos: el amor, la vida y la muerte: para captar su desarrollo normal, hay que saber cómo tratarlos, qué forma darles, sin repetir lo que han dicho otros. En tanto metabolismo continuado de anteriores lecturas, podría considerarse si la literatura no es en sí misma un gran cadáver exquisito a partir de temas y preocupaciones bastante simples.

Imagen: Fotografía del compositor, “Lluvia del 20 de octubre de 2012”

domingo, 4 de noviembre de 2012

EL FUEGO QUE DEVORA

“Pero yo hago brotar de ti mismo el fuego que te devora”. Lamentación por el rey de Tiro. Ezequiel XXVIII:11-19.

Los días, los meses, los años, y los que vengan, no han borrado esa marca de fuego en tu piel y mi piel, esa unión primitiva y animal que perdurará como cicatriz, cárcava o grieta porque no hay olvido cuando se ha vivido y sentido la intensidad del amor con esa pureza que tú me regalas y me hace vivir siempre sediento del agua clara de tu manantial de ternuras. Porque tú eres la dueña de mi verbo ciego y de mi imaginario de espantos, y lo que florece en el lado transparente de mis poemas sin versos te pertenece porque en ti la semilla de mi deseo brota, crece y florece bajo el hechizo de tu piel desnuda que me ilumina e inspira como la luz de desatada luna llena. Sé que a veces mis deseos te invaden, te violentan, te saturan, pero debes saber que solo en ti está la llama que los enciende, que en ti ardo y por ti soy un pequeño dios en continua deflagración, pero tú que perdonas mis locuras y mis ausencias también perdonaras ese fuego que me abrasa porque yo fui el que despertó tu piel y tu cuerpo, el que poseyó tu ansiedad virginal, el hombre de barro, el del rostro mentido, el que te sedujo con la palabra quemante, con el verbo encendido, con los deseos en carne viva, con todas las fantasías expuestas abiertamente, sin otro afán que seducirte. Sé que has borrado mi careta de tu memoria, que me niegas tres veces cada noche, sé que mi nombre te repugna cuando recuerdas su falsedad y su asedio, pero también sé que vivo allá en el fondo de tus entrañas de hembra, en el laberinto oscuro y secreto de tus instintos, y lo sé porque tú también vives y reinas como siempre y para siempre aquí en el fondo de mis vísceras de macho, en el laberinto sombrío y pervertido de mis instintos, y ambos sabemos que eso no podemos evitarlo porque quedó sellado por el fuego que ardió desde la zarza del desierto inconsumida. Mas ahora soy yo, soy el otro yo verdadero, el oculto que soy, el que te ama sin máscara ni engaños, el que te ama al final de su camino, el que te ama y desea, el que te busca y necesita, el verdadero hombre detrás de los nombres falsos y los rostros equivocados y los seudónimos codificados, sin embaucamiento ni falsías, abiertamente, soy el tímido que te amó desde el principio pero que no se atrevió a mostrarse como era, el que se escondió de ti una y otra vez, cobarde y asustado, el que se repartió entre un falso profeta, un juglar de prostíbulos, un mago de circo o un arcángel pecador, y tú a cada uno de esos ellos-yo lo aceptaste, lo comprendiste en tu Amar infinito, con tu ilimitada ternura lo cobijaste como un hijo maldito, a cada uno como un íncubo consumido por el fuego que lo devora y que también a ti te quema.


sábado, 3 de noviembre de 2012

PERPETUACIÓN INCIPIENTE


A Casandra

Amada serás para siempre a través del tiempo y la distancia, a pesar de las máscaras y de los nombres, se te evocará cada vez que la soledad invada e irrumpa el insomnio con su oleaje frío y cortante, se te buscará por los rincones donde habitan los fantasma en silencio y sin sombras, por entre los arbustos verdilocuentes de los bosques de coníferas de un sur extraño o ajeno, por las siniestras calles saturadas de la penumbra imponente del crepúsculo irreversible, por la extensa noche del plenilunio de noviembre, se te buscará entre las pequeñas flores de los tréboles silvestres y también en los humedales de la memoria donde crecen las hierbas del desamparo. Nunca se te olvidará porque todo imposible es un fuego continuo que jamás se apaga y nunca deviene cenizas, estarás en las entrelineas de tus poemas de tristezas y tu voz permanecerá vigente y sin eco leyéndome aquellos versos que me gustaban bajo un frondoso ceibo de besos rojos, recostados en la grama mientras yo busco en el cielo tan azul el intersticio por donde escaparnos, otras veces estarás en las antiguas fotografías desvaídas con tu pelo negro y mis dedos enredados en su cascada perfumada, o con tus manos pálidas que seguirán acariciando mi rostro mientras te miro a los ojos con la vehemencia de adolescente enamorado, o te encontrarás algo dispersa en las rosas del jardín de los atardeceres cuando su belleza silenciosa y su sutil aroma inmaculado traigan el espejismo de tu imagen como en una quieta lejanía. Borrarás las buenasnoches previas y las malasnoches que vendrán, ocuparás el plinto más alto del templo de las vestales ingenuas o ilusas, reinarás por tu reino de encanto desde el torreón mayor de tu castillo inexpugnable, escardando y develando el desengaño con la lenta parsimonia de un amanecer de invierno. Perdurarás en los detalles cotidianos, en el cristal entristecido de la copa en cuyo borde permanece el dibujo de tu labios perfectamente burilado como un conjuro maligno, en el espejo que se extravió en la obsidiana de tus ojos, en la puerta que se quedó entreabierta esperándote con su cerrojo vencido, en el vidrio de la ventana que te vio por ultima vez y se trizó atrapado por la nostalgia que recién comenzaba para siempre, en tiempo que sigue sucediendo en una inercia circular y monótona, o en la distancia que va dejando de ser territorios y se visualiza más como un muro infranqueable o un túnel sin salida. Perdurarás, pero invisible como las piedras o el limo.

Nota.- Casandra fue sacerdotisa de Apolo, con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía. Sin embargo, cuando accedió a los arcanos de la adivinación, rechazó el amor del dios; éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos.

jueves, 1 de noviembre de 2012

CONVERGENCIA, PERDICION Y FUGA

Será un día de semana, entre martes y jueves, cuando todo tiende a la rutina y todos son solo caminantes apurados y pasajeros sin rostros entre el tráfico del demonio y las calles atestadas. Me iré calladito como el penúltimo linyera por el loco camino a esa tierna locura; hacia el primer valle transversal cruzando un río y bordeando otro, atravesando las montañas de las altas nieves eternas, la divisoria de las aguas de los deshielos, después la suave y monótona pendiente oriental hasta la ribera del grande río de los camalotes donde sé que no me espera tu boca mía. Nada de avisos, entraré un día en tu día como un ciudadano cualquiera por ahí por Avenida Francia a preguntarte por Suipacha y a ti se te paralizará el corazoncito al reconocerme, actuaré como si no nos conociéramos, conversaremos un buen rato de trivialidades de turista y paisana mirándonos a los ojos, yo estaré muy nervioso y formal, tímido como soy no me atreveré ni a tocarte las manos. Imaginá, vernos sin tocarnos las manos después de tanta soledad contenida, no podrás negar que será el más bello acto poético que has vivido y vivirás aunque sea una locura dentro de la locura, pero que importa si seremos inmortales hasta volver vernos a los ojos y eventualmente sí en la próxima me atrevo, a tocarnos las manos. Ahora bien, aquí viene la pena, vos sabés como he sido contigo, te he tratado como una joyita inencontrable, me he humillado ante esa maldita gata que a veces aflora en tu alma celosa, te he soñado con obsesión y vehemencia, te he ido seduciendo y reseduciendo por mucho tiempo y muchas veces, he pecado por ti de palabra obra y pensamiento, que te he llevado de la mano por tortuosos y voluptuosos senderos que ni imaginabas que existían, te he hecho pecar de palabra, de imagen y quizas de obra, he aprendido tu lunfardo solo para alcanzar a tocar la fibra mas primitiva de ti, te he sobornado, embaucado, hechizado, seducido, engañado, nunca ilusionado, porque necesito saberte mía sin importar la distancia y la imposibilidad, has sido mi musa inevitable y mi inspiración recurrente alojándote en todos mis verbos como las madreselvas en los oscuros zaguanes donde se besan furtivos los amantes, he recorrido aquellas callecitas ciego y extraviado, viste, he navegado entre las islas y los camalotes de ese tu grande río buscándote en las noches con o sin luna, pero pebeta linda, chantá, que vos no sabes cuanto me hieres y dueles, creo que es suficiente por esta vida, aquí me bajo, ya me doy por muerto para este sueño, che madam vos sabés, así que después de ese loco verte me iré otra vez por ahí a buscar para siempre como antes tu silueta perfilada en las figuras que se forman en los muros empapados por todas las lluvias que me restan. Vale.

domingo, 28 de octubre de 2012

VUELVE...

Vuelve la fina llovizna, garúa, sobre el pasto y los rosales del jardín, vuelve la recurrencia de tu imagen vagando por esas calles sin dejar sombras ni huellas, vuelve la herida de la obsesión que atraviesa la carne encendida, retornan a sus territorios tus provocaciones, tu fuga y tu soledad esparcida entre los pétalos muertos de esta primavera desolada. Vuelve tu silencioso vuelo de mariposa entristecida que busca y rebusca el polen prohibido que alimenta tus sueños, guiada en el azar de los días por la tibieza de una piel que se vuelque en tu piel y se derrame en todas las caricias posibles, que irrumpa en tu vida con estruendo de ventolera y con la delicadeza de las ardientes brisas del verano. Vuelve tu silencio de piedra o zarzamora, tu lejanía de crepúsculo en la plaza del pueblo, tu ausencia perfumada de tierna soledad, de misteriosa voz que se va volviendo eco inasible hasta ese silencio de piedra o zarzamora, de nada. Vuelve tu voz en su mutismo como un castigo desde el infierno del deseo, todo es abandono o retirada en la vorágine de saberte y no tenerte, de cercenar la imago de la concavidad vertebral de tu cuerpo de niña hembra caminando desnuda y ruborizada por los estrechos senderos de las pequeñas perversiones del fauno que huele tu contigüidad con la turbación insoportable del macho relegado. Vuelve tu imagen de niña sonriendo en premonición de la lluvia del anochecer, esparces tu ternura tibia sobre el gris reflejo de las baldosas y en las gotas tremolantes que afanan en las brillantes hojas de los rosales, los pájaros se acercan a tu pelo asustados de la certeza con que irrumpes este día quebrando tu silencio aciago, las oscuras nubes se van llorando hacia la cordillera envidiosas de tu boca que no besa y de tus ojos que miraron la tarde sin verlas. Vuelve el triste menester de traducir tus sonrisas sembradas en los surcos del agobio y del desaliento del que nunca te poseerá más allá que en tu imagen grabada a buril en el duro metal de la memoria. Vuelve la imperiosa necesidad de buscar tu reflejo oscurecido en los charcos atardecidos que esperan la noche para infiltrar sus aguas especulares y en el asfalto mojado de las calles que te vieron pasar como un susurro sin mirar hacia atrás bajo la llovizna que no te alcanza, para encontrar aunque sea un tenue reverbero de ti antes que estos espejos imaginarios se evaporen borrándote.

miércoles, 24 de octubre de 2012

BORRARNOS


Nos borramos entonces, nos borramos juntos del mundo, corremos el telón final y sin reverencias ni agradecimientos hacemos un mutis por el foro, nos deshacemos en un humo azul como de buen tabaco, en un vaho dulzón que se disipa mientras se escuchan los chasquidos de nuestros besos, los susurros de amor y deseos, mientras se mueven, cimbran, agitan impúdicos los cortinajes de la ultima opera, nos borramos desapareciendo de todo y de todos, nos hundimos en nosotros mismos, prófugos y náufragos, desparecidos sin combate, ausentes voluntarios, solo nuestros, tú de mí, yo de ti, huidizos, sigilosos, fugitivos inalcanzables, no importa que lloren los nietecitos y nietecitas por la güeli y el tata, que los hijos muevan la cabeza como diciendo: "nunca va a aprender", nos borramos sin pagar los impuestos ni las deudas, sin equipajes ni cantimplora, sin adioses cursis ni nosvemos formales, nos borramos de repente, de súbito, instantáneos, nos borramos besándonos enfrente de todos y de todas, sin guita ni pasajes, sin mapas ni brújulas, nos vamos yendo asiluetandonos, difuminándonos, como escapando por lo márgenes, por la grietas que deja la realidad en los muros de los amantes, nos evaporamos, nos escabullimos por los senderos plateados de los morbosos caracoles, nos volamos como libélulas, desertamos del ejercito de los solos, nos largamos a volar por las cornisas, nos esfumamos fumando espero, nos escurrimos del hoy y del aquí como de lado hasta llegar a la esquina y escaparnos caminando tranquilitos como si no fuéramos nosotros. Nos borramos cruzando este aterrador espacio tiempo del sin día ni hora, las encapsulantes facetas del cristal del encierro emocional, el gredoso cenagal de todas las nostalgia, el desierto desolado de los afectos verdaderos y la grande marisma de los amores perdidos u olvidados. Huimos por los caminos del infierno de los que nunca se atrevieron barajados en el tumulto de caras desesperadas, disfrazados de estatuas o de pájaros, enmascarados para un carnaval perpetuo, confundidos entre la multitud de los que se aman sin esperanza nos damos por perdidos, por extraviados, por absolutamente omitidos. Nos despintamos de los oleos con antiguas cetrerías de vizcondes y baronesas, de los acrílicos cubistas o surrealistas y de los vitrales coloreados de las oscuras y sagradas catedrales. Nos tachamos de todas las listas, listados, inventarios y enumeraciones, nos desvanecemos de un suspiro, nos quitamos del medio apegaditos, acurrucados, apapachados, secretamente apareados. O simplemente nos borramos y ya.

domingo, 21 de octubre de 2012

ENTREDELIRIOS DEL QUIERO


Quiero borrar las huellas vestigios sombras de aquellos fantasmas invencibles que en algún momento poblaron tu días, invadieron tus rincones, tocaron la rosa encarnada y libaron su perfume y su esencia, quiero descubrir quien eres cuando vives lejos de mí y cuando me sueñas cerca de ti, quiero inundar tu alma de extrañas sensaciones, anegarla con la plena vigencia de mis deseos por tu cuerpo, quiero que sientas mis intimas vibraciones como un estremecimiento y un escalofríos que te desolla y devora y quema hasta la total incineración, quiero saber más que creer que me deseas, y que esos deseos se reflejan en tus ojos como altas fogatas en la noche sin luna, quiero sentir tu atávico poder sobre mí, tu imperio tutelar sobre mi sangre, hundirme sin salvación en tu inquietante embrujo y salvaje inspiración, quiero vivir en el asombro de este encuentro de azar y sino, quiero estremecerme ante la evidencia de un oscuro sueño que se cumple a pesar de su odiosa imposibilidad, quiero oler tu perfume de hembra que me provoca con la misma inquietud de cuando vivía buscándote en otros rostros y otros cuerpos, quiero acariciar tu pelo, tu rostro encendido, recorrer el borde de tus labios entreabiertos dibujándolos para siempre en mi memoria, quiero tocar con reverente ansiedad tus pechos plenos antes de deslizar con suavidad mi mano por tus piernas en una lenta e vehemente ceremonia hasta estremecer y romper el muro de tu pudor bajo el primer resplandor lunar, quiero socavar los fundamentos de tu recato y tus miedos, de tu soberbia de reina distante y de tu vergüenza de virgen intocada, quiero contaminar tu linaje de purísima vestal del templo con mi asedio de deshonesto fauno del bosque, quiero arrastrarte al delirio, a la locura y a la embriaguez para que te pierdas en el mismo desconcierto en el que deambulo extraviado sin saber por donde va tu rumbo, quiero ir palpando con la sutileza de un arácnido invocante tu piel encristalada en su contorno de hembra expandida sobre el lecho, quiero percibir la ansiosa aceleración de tus latidos cuando alcanzo a rozar tu desasosiego y te asomas al abismo del goce con el vértigo del deseo espasmo. Pero no quiero compartirte con quien esté allí ahora más cerca de ti que yo, aunque solo sea en cercanía de distancia porque nadie mas cerca de ti en ternura y deseo que este linyera que te mira y mira desde la vereda de enfrente.


DURMIENDO EN LA ROSA DORMIDA

Me dejaré dormir entre esa rosa impúdica y tu boca de besos en el jardín lunar de tus caricias, te soñare extendida sobre lecho y sal, navegando por tus mareas que suben por el río hasta inundar las islas de mi desamparo sin ti, mía en la silente nocturnidad que abarca todo el espacio que nos duele en la piel horadada en las ausencias sin destierro, mía en la mano que toca y en el reflejo de los cuerpos escurriéndose atravesados de luzluna por el borde del sueño, mía dormida en la sinuosidad inconsumada del deseo. Y te doy besitos calladitos para no despertarte, levanto suave y lentamente tus sabanas y te miro... te miro allí dormida, y veo en el escote abierto la amplia plenitud de tus pechos, y veo tu camisola subida por tus muslos y contemplo tus piernas desnudas con el arrobamiento del macho hambriento. Y permanezco ahí, insecto macho libando la rosa en su brote carnal, urgido de pétalos perfumados de rosa y lavanda, saboreando el sabor de perdido allá en tu boca por el día sin ti, recuperando la intimidad prohibida por la impenetrable distancia, sorbiendo la humedad vegetal a lo largo de tu lecho, buscando los vestigios de la espuma y la huella de la esponja que acariciaron en mi nombre tu cuerpo mientras soñabas mi ojos mirando el secreto nacimiento de Venus. Es que yo solo quiero dormir apegadito a ti para olvidarme del mundo que no entiendo, vagar delirando por el perfume de tu cuerpo, soñarme en ti feliz como niño extraviado en un cuento de hadas, navegarte costeando tu silueta de norte a sur y de oriente a poniente oteando tus horizontes desde las cúspides de tus cálidas geografías, ir como en un sueño en el sueño soñándote soñándonos y encontrarnos de pronto de frente, sin pensarlo ni esperarlo en la Avenida Santa Fe entre Borges y Anchorena, y caminar de la mano en silencio hasta la próxima esquina y despedirnos ahí mismo para que el sueño no termine y volvamos a encontrarnos noches tras noches en esas mismas callecitas. O quizá mejor nos encontramos en la misma Avenida Santa Fe, pero entre Maipú y Esmeralda, bajo la perfumada sombra azul violácea de ese jacarandá, a la salida del metro (subte, para vos) San Martín, y buscamos un discreto cafecito donde sentarnos a contarnos las vidas que hemos vivido antes del encuentro, cuando no nos existíamos y nos buscábamos equivocados de rumbo por las dos ciudades equivocadas.

martes, 16 de octubre de 2012

LA ROSA ALCANZADA


Sin tocarnos las manos, viviendo apenas el roce leve de los labios en las bocas que se besan también sin tocarse, urgidos en la penumbra buscándonos ciegos y sedientos sobre las sabanas de la noche incendiada, así fue el insomnio de los cuerpos enredados en el designio feroz de la distancia. Y fuiste rosa desnudada pétalo a pétalo con la delicadeza de antiguo jardinero, y bebí en ti el dulce néctar nocturno de tu saliva, mientras dormías, y entre pistilo y estambres hice fruto y semilla de tu ansiedad y mi celo, me fui sembrando las dunas de tus senos, sin tocarlos, solo en la caricia del sueño instaurado, me fui arando tierno, sigiloso, hacia el trópico perfumado de ti que habita en el vértice de tus muslos, hacia ese húmedo sur de mi desespero, sin tocar el tibio cuenco de tu vientre, sin anegar de besos tu ombligo, hasta el borde del abismo donde crecen las oscuras orquídeas del deseo. Duermes, yace tu cuerpo entre mis brazos ilusorios, las sabanas no cubren lo que imaginan mis ojos de fauno voyerista, duermes indefensa y expuesta a este sol que acá amanece, me envuelvo en el vaho de tu piel dormida mientras espero ser el agua tibia que escurrirá por los valles y las colinas de tus íntimos territorios, duermes sutilmente provocadora, duermes incitando a los pecados de palabra, obra y pensamiento, yo pecador, duermes como te sueño, soñándome ahí atrapado entre tus piernas, enredado en tu pelo ensortijado, aferrado a la mullida suavidad de tus pechos. Duermes en el sopor de mi calida cercanía, en la impúdica desnudez de mis deseos, en la misma perturbadora posición en que hipnotizado te espío. Ah maldita! sientes mis babas calientes derramadas en tu piel, yo caracol deslizándome por tu pubis entre la tierna selva de tus vellos, reptando denso y adherido en tu carne trémula, bebiendo de ti. Sí, única, ahí mi lengua enjugará el néctar recorriendo el breve campo de olorosas y pequeñas hierbas como un sediento caracol. Jardinero voy a tu rosa oliendo el jazmín de tu deseo florecido, la acecho y la alcanzo con mi turgente capullo en desatada consumación, y ahí soy el macho niño incestuoso que busca tu cuerpo materno para polinizarlo con la hirviente rabia de mi soledad y ser otra vez en ti embrión que nace y renace de entre tus muslos sin querer abandonar nunca ese húmedo venusterio floral. Vale.

martes, 9 de octubre de 2012

ENSILENCIOS

El silencio inunda la mañana con sus arpegios en clavicordio esparciendo un color azulado sobre las iridiscencias de los pensamientos y los suspiros, los geranios se tiñen de una anilina de ausencia y los pájaros congelan sus vuelos esperando. Una leve llovizna se desata como una pequeña tormenta sobre los botones de los rosales silenciando los ruiseñores mientras los silfos se refugian en sus subterráneas catedrales y las golondrinas miran el mundo cobijadas en el silencio de los campanarios, el alma absorbe la pena de las goteras que lloran las gárgolas. Así como la higuera con sus brotes ya verdes profetiza el verano (Mateo 24, 32-33) el colibrí insistente, el nogal enverdeciendo y los gatos impacientes declaran el inicio de los juegos de las ardientes primaveras. Reasumen sus vuelos las mariposas sedientas de los néctares sagrados, los caracoles se desentierran buscándose entre las piedras mojadas por la llovizna, se comienzan a conjugar los verbos prohibidos, un fauno impúdico curiosea el paraíso que se esconde detrás del recatado tul de las cortinas. Cesadas las lloviznas imprudentes del octubre la primavera retomas sus trabajos de sol alegres y verdes iniciales, de coloridos florecimientos, de brisa suave y perfumada de azahares y cerezos en flor. Ya despierta el fauno con el trinar de aves y el murmullo del arroyo allá abajo en el bajo entre los cañaverales, despierta envuelto en la persistente fragancia de una silueta que se esconde en el fresco tejido vegetal, despierta estremecido por esa presencia que juega a esconderse en los bordados brillantes del mediodía. La dulce leña de la piel espiada atraviesa, lanza y fuego, la delicada urdimbre del tul del cortinaje, el vidrio inocente en sus congelados cristales de cuarzo transparente, la brisa grata olorosa a jazmín, el cerco trenzado por el recato y el pudor, la distancia que separa pero no evita, la cornea, el iris y la pupila, y se convierte en destello de piel desnuda, en imago vívida del cuerpo del deseo, y en un furioso estallido volcánico enciende al furtivo fauno voyeur convirtiéndolo en un incensario voluptuoso cuyos humos perfumados de sándalo atraviesan la pupila, el iris y la cornea, la distancia, el pudor y el recato, la brisa, el vidrio y el tul, y alcanza la piel pulsante por la sangre galopante y se absorbe como un vaho ardiente hasta destellar en el brillo de los reflejos esmeraldas de los ojos del deseo.

sábado, 6 de octubre de 2012

ACECHOS REINICIALES

Sí, estas, eres, en ese ‘yo’ entre cautivante y tortuoso, donde habitan misteriosas pasiones que no necesitan explicaciones ni excusas, donde un sucedido pasado y pisado, clausurado hasta la última hendija fisura grieta va anocheciendo y cristalizando en anécdota o vestigio. Pero es sabido que también son tortuosos los senderos que rodeados de florecillas recorren los bordes de los acantilados de las gaviotas y también los taludes que bordean los abismos marinos de las aguamalas. Locuras extravagantes con las que mis celos encelan la tarde buscando la salida o la entrada para volver a hundirme en ese ‘yo’ pequeñito de tu nombre. Sin perdonarme no haber sido yo, o haber llegado antes, o ser el otro mismo pero distinto y llenarte otra vez, pero ahora yo, los destellos esmeralda de tus ojos de cucardas y volantines. Rojo –yo– como amapola herida o rosa fulgurando en el imperio de la prima noche que acontece incrustada por los sarmientos del retorno e inserta en el registro del templo de la esfinge. Que furias, que demonios, que terroríficos endriagos habitarán tus cabellos de medusa, tu epidermis de dulces escamas perfumadas para que mi voz enterrada de caracol subterráneo no haya alcanzado a ser germen semilla simiente y raíz para brotar en ti y hacerte sucumbir florecida en mi delirio. Que celos sedientos de los picaflores que bebieron los néctares de las magnolias abierta a las noches antiguas cuando cayeron los muros con su polen y sus pétalos desperdigados entre los cuarzos, los feldespatos y las micas en medio de aquella honda nocturnidad granítica. Que amaneceres, como el apagado gris nublado de hoy, con Ra oculto espiando como vuelven a arder las zarzas de las voces en su recobrado rito solar, sigiloso y voluptuoso voyeur de ese fuego que se expande, avanza, crepita en las palabras escondido acechando la caricia de la mano pecadora y la boca que besa las cuencas de los ojos para despertar a la ninfa dormida en su sueño de un fauno que la busca. Caprichos de fauno soliviantado por la estela de los verdes esmeraldas que juegan con sus brillos entre los tibios dorados de tus sueños, entre la luz entera de tu mediodía, entre los poros de tu piel que busco para iniciar las iridiscentes ceremonias de recuperación y acoso. Y el ‘Yo’ se agranda crece florece y de su rojo inicio se vuelve agua en su delicado y temeroso azul verdoso, fluye escurre humedece el verbo otra vez desatado en su oleaje primitivo y vital, sin huellas ni escarmientos de un sucedido que va perdiendo su nitidez de pena o locura en el contrapunto, torbellino y mimo, engarzado en la jungla de orquídeas y mariposas, mientras los silfos esparcen en el aire de los bosques sus risitas de niños y las ondinas vierten sus coquetas miradas en los cantarinos aguajes de los arroyos primaverales. Vale.

lunes, 1 de octubre de 2012

NADA DE LOS DULCES OJOS TRISTES

Qué de mitologías perdidas en los palimpsestos del tiempo, de mi tiempo, de mis años, cuantas arqueologías enterradas en las arenas ardientes de la memoria como fragmentos irreconocibles pero aun latentes de las voces que se me venían de bruces en los atardeceres de ese pasado casi mítico y que en su momento fue urgido laberinto y ahora es una mera estepa donde aúllan a lo lejos, muy lejanos, lo lobos sangrientos de los recuerdos. Y todo porque amaneció con una llovizna suave, esas garúas que me llevan a mi infancia, a esos años felices, y también como siempre toda lluvia me trae tu presencia, esa tristeza que vaga por tus ojos de niña ausente y solitaria. Y te veo también como siempre hermosa y sensual, te miro y remiro tantas veces como vicio, con detención, con detalle, con hambre de macho viejo, y por Dios niña mía que te ves deseable, no puedo evitar decírtelo así como en silencio, como para que no me escuches y no te asustes, con cariño, con respeto sospechoso, con los deseos vivos de acariciar tu cuerpo siguiendo con mi tacto cada una de esas dunas turgentes y cada uno de esos valles tibios, cuencas y colinas cuyas íntimas geografías recorrería con mis labios para trazar el mapa de mis propios deseos y de mis más perversas fantasías, solo iría así besando y lamiendo y tocando y acariciando esa sensualidad penetrante que es el sueño de un habitante extraviado en La Casa de las Bellas Durmientes. Pero debo cuidarme de ti niña reina solitaria, de tu tristeza continua y resistente a la risa, a las flores, a la desatada primavera, de tu cuerpo incesante que me atrapa, me cautiva, me incita y me instiga con su ingenuidad sensual explicita como la luna llena y su sexualidad implícita como el pecado original en el contraste majestuoso entre el negro que cubre y se adhiere a tu cuerpo revelando sus misterios de hembra deseada, y la delicada palidez de tu piel incorruptible. Porque eres linda niña, más aun cuando te iluminan los deseos de los machos de tu entorno, y vuelves a ser virginal y voluptuosa, única entre todas, la Dama de los Dulces Ojos Tristes, sueño de lobos en celo y de viejos poetas solitarios. En ti podría volver a vivir, a fluir, volver a ser parte del todo mientras te halago con mis tiernos cariños y mis turbulentos deseos, no obstante mis arcaicas mitologías enterradas en las arenas del tiempo, de mi tiempo.