Vuelve la fina
llovizna, garúa, sobre el pasto y los rosales del jardín, vuelve la recurrencia
de tu imagen vagando por esas calles sin dejar sombras ni huellas, vuelve la
herida de la obsesión que atraviesa la carne encendida, retornan a sus territorios
tus provocaciones, tu fuga y tu soledad esparcida entre los pétalos muertos de
esta primavera desolada. Vuelve tu silencioso vuelo de mariposa entristecida
que busca y rebusca el polen prohibido que alimenta tus sueños, guiada en el
azar de los días por la tibieza de una piel que se vuelque en tu piel y se
derrame en todas las caricias posibles, que irrumpa en tu vida con estruendo de
ventolera y con la delicadeza de las ardientes brisas del verano. Vuelve tu
silencio de piedra o zarzamora, tu lejanía de crepúsculo en la plaza del
pueblo, tu ausencia perfumada de tierna soledad, de misteriosa voz que se va
volviendo eco inasible hasta ese silencio de piedra o zarzamora, de nada.
Vuelve tu voz en su mutismo como un castigo desde el infierno del deseo, todo
es abandono o retirada en la vorágine de saberte y no tenerte, de cercenar la
imago de la concavidad vertebral de tu cuerpo de niña hembra caminando desnuda
y ruborizada por los estrechos senderos de las pequeñas perversiones del fauno
que huele tu contigüidad con la turbación insoportable del macho relegado.
Vuelve tu imagen de niña sonriendo en premonición de la lluvia del anochecer,
esparces tu ternura tibia sobre el gris reflejo de las baldosas y en las gotas
tremolantes que afanan en las brillantes hojas de los rosales, los pájaros se
acercan a tu pelo asustados de la certeza con que irrumpes este día quebrando
tu silencio aciago, las oscuras nubes se van llorando hacia la cordillera
envidiosas de tu boca que no besa y de tus ojos que miraron la tarde sin
verlas. Vuelve el triste menester de traducir tus sonrisas sembradas en los
surcos del agobio y del desaliento del que nunca te poseerá más allá que en tu
imagen grabada a buril en el duro metal de la memoria. Vuelve la imperiosa
necesidad de buscar tu reflejo oscurecido en los charcos atardecidos que
esperan la noche para infiltrar sus aguas especulares y en el asfalto mojado de
las calles que te vieron pasar como un susurro sin mirar hacia atrás bajo la
llovizna que no te alcanza, para encontrar aunque sea un tenue reverbero de ti
antes que estos espejos imaginarios se evaporen borrándote.
domingo, 28 de octubre de 2012
miércoles, 24 de octubre de 2012
BORRARNOS
Nos borramos entonces, nos
borramos juntos del mundo, corremos el telón final y sin reverencias ni
agradecimientos hacemos un mutis por el foro, nos deshacemos en un humo azul
como de buen tabaco, en un vaho dulzón que se disipa mientras se escuchan los
chasquidos de nuestros besos, los susurros de amor y deseos, mientras se
mueven, cimbran, agitan impúdicos los cortinajes de la ultima opera, nos
borramos desapareciendo de todo y de todos, nos hundimos en nosotros mismos,
prófugos y náufragos, desparecidos sin combate, ausentes voluntarios, solo
nuestros, tú de mí, yo de ti, huidizos, sigilosos, fugitivos inalcanzables, no
importa que lloren los nietecitos y nietecitas por la güeli y el tata, que los
hijos muevan la cabeza como diciendo: "nunca va a aprender", nos
borramos sin pagar los impuestos ni las deudas, sin equipajes ni cantimplora,
sin adioses cursis ni nosvemos formales, nos borramos de repente, de súbito,
instantáneos, nos borramos besándonos enfrente de todos y de todas, sin guita
ni pasajes, sin mapas ni brújulas, nos vamos yendo asiluetandonos,
difuminándonos, como escapando por lo márgenes, por la grietas que deja la
realidad en los muros de los amantes, nos evaporamos, nos escabullimos por los
senderos plateados de los morbosos caracoles, nos volamos como libélulas,
desertamos del ejercito de los solos, nos largamos a volar por las cornisas,
nos esfumamos fumando espero, nos escurrimos del hoy y del aquí como de lado
hasta llegar a la esquina y escaparnos caminando tranquilitos como si no
fuéramos nosotros. Nos borramos cruzando este aterrador espacio tiempo del sin
día ni hora, las encapsulantes facetas del cristal del encierro emocional, el
gredoso cenagal de todas las nostalgia, el desierto desolado de los afectos
verdaderos y la grande marisma de los amores perdidos u olvidados. Huimos por
los caminos del infierno de los que nunca se atrevieron barajados en el tumulto
de caras desesperadas, disfrazados de estatuas o de pájaros, enmascarados para
un carnaval perpetuo, confundidos entre la multitud de los que se aman sin
esperanza nos damos por perdidos, por extraviados, por absolutamente omitidos. Nos
despintamos de los oleos con antiguas cetrerías de vizcondes y baronesas, de
los acrílicos cubistas o surrealistas y de los vitrales coloreados de las
oscuras y sagradas catedrales. Nos tachamos de todas las listas, listados,
inventarios y enumeraciones, nos desvanecemos de un suspiro, nos quitamos del
medio apegaditos, acurrucados, apapachados, secretamente apareados. O
simplemente nos borramos y ya.
domingo, 21 de octubre de 2012
ENTREDELIRIOS DEL QUIERO
Quiero borrar
las huellas vestigios sombras de aquellos fantasmas invencibles que en algún
momento poblaron tu días, invadieron tus rincones, tocaron la rosa encarnada y
libaron su perfume y su esencia, quiero descubrir quien eres cuando vives lejos
de mí y cuando me sueñas cerca de ti, quiero inundar tu alma de extrañas
sensaciones, anegarla con la plena vigencia de mis deseos por tu cuerpo, quiero
que sientas mis intimas vibraciones como un estremecimiento y un escalofríos
que te desolla y devora y quema hasta la total incineración, quiero saber más
que creer que me deseas, y que esos deseos se reflejan en tus ojos como altas fogatas
en la noche sin luna, quiero sentir tu atávico poder sobre mí, tu imperio
tutelar sobre mi sangre, hundirme sin salvación en tu inquietante embrujo y
salvaje inspiración, quiero vivir en el asombro de este encuentro de azar y
sino, quiero estremecerme ante la evidencia de un oscuro sueño que se cumple a
pesar de su odiosa imposibilidad, quiero oler tu perfume de hembra que me
provoca con la misma inquietud de cuando vivía buscándote en otros rostros y
otros cuerpos, quiero acariciar tu pelo, tu rostro encendido, recorrer el borde
de tus labios entreabiertos dibujándolos para siempre en mi memoria, quiero
tocar con reverente ansiedad tus pechos plenos antes de deslizar con suavidad
mi mano por tus piernas en una lenta e vehemente ceremonia hasta estremecer y
romper el muro de tu pudor bajo el primer resplandor lunar, quiero socavar los
fundamentos de tu recato y tus miedos, de tu soberbia de reina distante y de tu
vergüenza de virgen intocada, quiero contaminar tu linaje de purísima vestal
del templo con mi asedio de deshonesto fauno del bosque, quiero arrastrarte al
delirio, a la locura y a la embriaguez para que te pierdas en el mismo
desconcierto en el que deambulo extraviado sin saber por donde va tu rumbo,
quiero ir palpando con la sutileza de un arácnido invocante tu piel
encristalada en su contorno de hembra expandida sobre el lecho, quiero percibir
la ansiosa aceleración de tus latidos cuando alcanzo a rozar tu desasosiego y
te asomas al abismo del goce con el vértigo del deseo espasmo. Pero no quiero
compartirte con quien esté allí ahora más cerca de ti que yo, aunque solo sea
en cercanía de distancia porque nadie mas cerca de ti en ternura y deseo que
este linyera que te mira y mira desde la vereda de enfrente.
DURMIENDO EN LA ROSA DORMIDA
Me dejaré dormir
entre esa rosa impúdica y tu boca de besos en el jardín lunar de tus caricias,
te soñare extendida sobre lecho y sal, navegando por tus mareas que suben por
el río hasta inundar las islas de mi desamparo sin ti, mía en la silente
nocturnidad que abarca todo el espacio que nos duele en la piel horadada en las
ausencias sin destierro, mía en la mano que toca y en el reflejo de los cuerpos
escurriéndose atravesados de luzluna por el borde del sueño, mía dormida en la
sinuosidad inconsumada del deseo. Y te doy besitos calladitos para no
despertarte, levanto suave y lentamente tus sabanas y te miro... te miro allí
dormida, y veo en el escote abierto la amplia plenitud de tus pechos, y veo tu
camisola subida por tus muslos y contemplo tus piernas desnudas con el
arrobamiento del macho hambriento. Y permanezco ahí, insecto macho libando la
rosa en su brote carnal, urgido de pétalos perfumados de rosa y lavanda,
saboreando el sabor de perdido allá en tu boca por el día sin ti, recuperando
la intimidad prohibida por la impenetrable distancia, sorbiendo la humedad
vegetal a lo largo de tu lecho, buscando los vestigios de la espuma y la huella
de la esponja que acariciaron en mi nombre tu cuerpo mientras soñabas mi ojos
mirando el secreto nacimiento de Venus. Es que yo solo quiero dormir apegadito
a ti para olvidarme del mundo que no entiendo, vagar delirando por el perfume
de tu cuerpo, soñarme en ti feliz como niño extraviado en un cuento de hadas,
navegarte costeando tu silueta de norte a sur y de oriente a poniente oteando
tus horizontes desde las cúspides de tus cálidas geografías, ir como en un
sueño en el sueño soñándote soñándonos y encontrarnos de pronto de frente, sin
pensarlo ni esperarlo en la Avenida Santa Fe entre Borges y Anchorena, y
caminar de la mano en silencio hasta la próxima esquina y despedirnos ahí mismo
para que el sueño no termine y volvamos a encontrarnos noches tras noches en
esas mismas callecitas. O quizá mejor nos encontramos en la misma Avenida Santa
Fe, pero entre Maipú y Esmeralda, bajo la perfumada sombra azul violácea de ese
jacarandá, a la salida del metro (subte, para vos) San Martín, y buscamos un
discreto cafecito donde sentarnos a contarnos las vidas que hemos vivido antes
del encuentro, cuando no nos existíamos y nos buscábamos equivocados de rumbo
por las dos ciudades equivocadas.
martes, 16 de octubre de 2012
LA ROSA ALCANZADA
Sin tocarnos las manos, viviendo
apenas el roce leve de los labios en las bocas que se besan también sin
tocarse, urgidos en la penumbra buscándonos ciegos y sedientos sobre las
sabanas de la noche incendiada, así fue el insomnio de los cuerpos enredados en
el designio feroz de la distancia. Y fuiste rosa desnudada pétalo a pétalo con
la delicadeza de antiguo jardinero, y bebí en ti el dulce néctar nocturno de tu
saliva, mientras dormías, y entre pistilo y estambres hice fruto y semilla de
tu ansiedad y mi celo, me fui sembrando las dunas de tus senos, sin tocarlos,
solo en la caricia del sueño instaurado, me fui arando tierno, sigiloso, hacia
el trópico perfumado de ti que habita en el vértice de tus muslos, hacia ese húmedo
sur de mi desespero, sin tocar el tibio cuenco de tu vientre, sin anegar de
besos tu ombligo, hasta el borde del abismo donde crecen las oscuras orquídeas
del deseo. Duermes, yace tu cuerpo entre mis brazos ilusorios, las sabanas no
cubren lo que imaginan mis ojos de fauno voyerista, duermes indefensa y
expuesta a este sol que acá amanece, me envuelvo en el vaho de tu piel dormida
mientras espero ser el agua tibia que escurrirá por los valles y las colinas de
tus íntimos territorios, duermes sutilmente provocadora, duermes incitando a
los pecados de palabra, obra y pensamiento, yo pecador, duermes como te sueño, soñándome
ahí atrapado entre tus piernas, enredado en tu pelo ensortijado, aferrado a la mullida
suavidad de tus pechos. Duermes en el sopor de mi calida cercanía, en la impúdica
desnudez de mis deseos, en la misma perturbadora posición en que hipnotizado te
espío. Ah maldita! sientes mis babas calientes derramadas en tu piel, yo
caracol deslizándome por tu pubis entre la tierna selva de tus vellos, reptando
denso y adherido en tu carne trémula, bebiendo de ti. Sí, única, ahí mi lengua
enjugará el néctar recorriendo el breve campo de olorosas y pequeñas hierbas
como un sediento caracol. Jardinero voy a tu rosa oliendo el jazmín de tu deseo
florecido, la acecho y la alcanzo con mi turgente capullo en desatada
consumación, y ahí soy el macho niño incestuoso que busca tu cuerpo materno
para polinizarlo con la hirviente rabia de mi soledad y ser otra vez en ti
embrión que nace y renace de entre tus muslos sin querer abandonar nunca ese
húmedo venusterio floral. Vale.
martes, 9 de octubre de 2012
ENSILENCIOS
El silencio
inunda la mañana con sus arpegios en clavicordio esparciendo un color azulado
sobre las iridiscencias de los pensamientos y los suspiros, los geranios se
tiñen de una anilina de ausencia y los pájaros congelan sus vuelos esperando.
Una leve llovizna se desata como una pequeña tormenta sobre los botones de los
rosales silenciando los ruiseñores mientras los silfos se refugian en sus
subterráneas catedrales y las golondrinas miran el mundo cobijadas en el
silencio de los campanarios, el alma absorbe la pena de las goteras que lloran
las gárgolas. Así como la higuera con sus brotes ya verdes profetiza el verano
(Mateo 24, 32-33) el colibrí
insistente, el nogal enverdeciendo y los gatos impacientes declaran el inicio
de los juegos de las ardientes primaveras. Reasumen sus vuelos las mariposas
sedientas de los néctares sagrados, los caracoles se desentierran buscándose
entre las piedras mojadas por la llovizna, se comienzan a conjugar los verbos
prohibidos, un fauno impúdico curiosea el paraíso que se esconde detrás del
recatado tul de las cortinas. Cesadas las lloviznas imprudentes del octubre la
primavera retomas sus trabajos de sol alegres y verdes iniciales, de coloridos
florecimientos, de brisa suave y perfumada de azahares y cerezos en flor. Ya
despierta el fauno con el trinar de aves y el murmullo del arroyo allá abajo en
el bajo entre los cañaverales, despierta envuelto en la persistente fragancia
de una silueta que se esconde en el fresco tejido vegetal, despierta
estremecido por esa presencia que juega a esconderse en los bordados brillantes
del mediodía. La dulce leña de la piel espiada atraviesa, lanza y fuego, la
delicada urdimbre del tul del cortinaje, el vidrio inocente en sus congelados
cristales de cuarzo transparente, la brisa grata olorosa a jazmín, el cerco
trenzado por el recato y el pudor, la distancia que separa pero no evita, la
cornea, el iris y la pupila, y se convierte en destello de piel desnuda, en
imago vívida del cuerpo del deseo, y en un furioso estallido volcánico enciende
al furtivo fauno voyeur convirtiéndolo en un incensario voluptuoso cuyos humos
perfumados de sándalo atraviesan la pupila, el iris y la cornea, la distancia,
el pudor y el recato, la brisa, el vidrio y el tul, y alcanza la piel pulsante
por la sangre galopante y se absorbe como un vaho ardiente hasta destellar en
el brillo de los reflejos esmeraldas de los ojos del deseo.
sábado, 6 de octubre de 2012
ACECHOS REINICIALES
Sí, estas, eres, en ese ‘yo’
entre cautivante y tortuoso, donde habitan misteriosas pasiones que no
necesitan explicaciones ni excusas, donde un sucedido pasado y pisado,
clausurado hasta la última hendija fisura grieta va anocheciendo y
cristalizando en anécdota o vestigio. Pero es sabido que también son tortuosos
los senderos que rodeados de florecillas recorren los bordes de los acantilados
de las gaviotas y también los taludes que bordean los abismos marinos de las aguamalas.
Locuras extravagantes con las que mis celos encelan la tarde buscando la salida
o la entrada para volver a hundirme en ese ‘yo’ pequeñito de tu nombre. Sin
perdonarme no haber sido yo, o haber llegado antes, o ser el otro mismo pero
distinto y llenarte otra vez, pero ahora yo, los destellos esmeralda de tus
ojos de cucardas y volantines. Rojo –yo– como amapola herida o rosa fulgurando
en el imperio de la prima noche que acontece incrustada por los sarmientos del
retorno e inserta en el registro del templo de la esfinge. Que furias, que
demonios, que terroríficos endriagos habitarán tus cabellos de medusa, tu
epidermis de dulces escamas perfumadas para que mi voz enterrada de caracol
subterráneo no haya alcanzado a ser germen semilla simiente y raíz para brotar
en ti y hacerte sucumbir florecida en mi delirio. Que celos sedientos de los
picaflores que bebieron los néctares de las magnolias abierta a las noches
antiguas cuando cayeron los muros con su polen y sus pétalos desperdigados
entre los cuarzos, los feldespatos y las micas en medio de aquella honda
nocturnidad granítica. Que amaneceres, como el apagado gris nublado de hoy, con
Ra oculto espiando como vuelven a arder las zarzas de las voces en su recobrado
rito solar, sigiloso y voluptuoso voyeur de ese fuego que se expande, avanza,
crepita en las palabras escondido acechando la caricia de la mano pecadora y la
boca que besa las cuencas de los ojos para despertar a la ninfa dormida en su
sueño de un fauno que la busca. Caprichos de fauno soliviantado por la estela
de los verdes esmeraldas que juegan con sus brillos entre los tibios dorados de
tus sueños, entre la luz entera de tu mediodía, entre los poros de tu piel que
busco para iniciar las iridiscentes ceremonias de recuperación y acoso. Y el
‘Yo’ se agranda crece florece y de su rojo inicio se vuelve agua en su delicado
y temeroso azul verdoso, fluye escurre humedece el verbo otra vez desatado en
su oleaje primitivo y vital, sin huellas ni escarmientos de un sucedido que va
perdiendo su nitidez de pena o locura en el contrapunto, torbellino y mimo,
engarzado en la jungla de orquídeas y mariposas, mientras los silfos esparcen
en el aire de los bosques sus risitas de niños y las ondinas vierten sus
coquetas miradas en los cantarinos aguajes de los arroyos primaverales. Vale.
lunes, 1 de octubre de 2012
NADA DE LOS DULCES OJOS TRISTES
Qué de
mitologías perdidas en los palimpsestos del tiempo, de mi tiempo, de mis años,
cuantas arqueologías enterradas en las arenas ardientes de la memoria como
fragmentos irreconocibles pero aun latentes de las voces que se me venían de
bruces en los atardeceres de ese pasado casi mítico y que en su momento fue
urgido laberinto y ahora es una mera estepa donde aúllan a lo lejos, muy
lejanos, lo lobos sangrientos de los recuerdos. Y todo porque amaneció con una
llovizna suave, esas garúas que me llevan a mi infancia, a esos años felices, y
también como siempre toda lluvia me trae tu presencia, esa tristeza que vaga
por tus ojos de niña ausente y solitaria. Y te veo también como siempre hermosa
y sensual, te miro y remiro tantas veces como vicio, con detención, con
detalle, con hambre de macho viejo, y por Dios niña mía que te ves deseable, no
puedo evitar decírtelo así como en silencio, como para que no me escuches y no te
asustes, con cariño, con respeto sospechoso, con los deseos vivos de acariciar
tu cuerpo siguiendo con mi tacto cada una de esas dunas turgentes y cada uno de
esos valles tibios, cuencas y colinas cuyas íntimas geografías recorrería con
mis labios para trazar el mapa de mis propios deseos y de mis más perversas
fantasías, solo iría así besando y lamiendo y tocando y acariciando esa
sensualidad penetrante que es el sueño de un habitante extraviado en La Casa de
las Bellas Durmientes. Pero debo cuidarme de ti niña reina solitaria, de tu
tristeza continua y resistente a la risa, a las flores, a la desatada
primavera, de tu cuerpo incesante que me atrapa, me cautiva, me incita y me instiga
con su ingenuidad sensual explicita como la luna llena y su sexualidad implícita
como el pecado original en el contraste majestuoso entre el negro que cubre y
se adhiere a tu cuerpo revelando sus misterios de hembra deseada, y la delicada
palidez de tu piel incorruptible. Porque eres linda niña, más aun cuando te
iluminan los deseos de los machos de tu entorno, y vuelves a ser virginal y
voluptuosa, única entre todas, la Dama de los Dulces Ojos Tristes, sueño de
lobos en celo y de viejos poetas solitarios. En ti podría volver a vivir, a
fluir, volver a ser parte del todo mientras te halago con mis tiernos cariños y
mis turbulentos deseos, no obstante mis arcaicas mitologías enterradas en las
arenas del tiempo, de mi tiempo.
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