Escriba querida amiga, escriba
sus desesperos, sus desasosiegos y sus desapegos, también sus desahogos, escriba
para quemar las naves o para encender la última hoguera, embriáguese con las
palabras que ha mordido furiosa en la almohada pero aun no ha dicho en voz alta
ni siquiera frente al espejo, deje que las letras una a una sucedan, que
construyan las palabras del espanto y del jolgorio, porque entre tanta palabra
alucinada dirá la frase que busca sin saberlo, entre esos asombros y suicidios
sabrá lo que nunca pudo o quiso decir, y no será tarde. Envíciese en largas
frases incoherentes, en párrafos caóticos e ininteligibles, abrume a los
burgueses asustadizos y a las damas reprimidas, pierda el sentido, la lógica,
la razón que acuna monstruos en los insomnios, imparta los barrocos que
tremolan en su alma, pontifique, desate aquellos poemitas escondidos en los
libros de su adolescencia y déjelos volar detrás de los desatados perros de las
furias, aniquile los infames monumentos, las huellas en las arenas inútiles y
los falsos corazones tallados por mala mano en las antiguas cortezas de árboles
muertos, manuscriba los jeroglíficos que codifican sus secretos y sus mentiras,
los errores que desviaron su camino, el hambre y la sed, los muchos desengaños
y los pocos misterios que le rompieron el amor. Renuncie a la lógica, a la
sintaxis, a la cordura que se lee para quebrar la víspera de la espera, fluya
turbulenta por un despeñadero, no por un lento cauce de ciénaga dormida, muérase
espantando los fantasmas de todos sus pasados, día por día, convierta en cenizas los desengaños y los amores, hilvane
las pasiones, cualesquiera sea la vertiente de donde ellas provengan, desarme
sus olvidos voluntarios y póngale máscaras o antifaces, descríbalos, destrípelos,
fragméntelos y vuelva a pegarlos con el mismo caos de su odio, su furia o su
rabia, inserte subrepticiamente la maraña de sus desprecios en los textos del
amor perdido, perfile sus venganzas como rosas espurias, use daga o puñal, saje
o cercene, socave los plintos de sus míticas estatuas congeladas y deje sangrar
los resabios de los besos traicionados y las manos infieles. Mientras otras
mujeres de su edad tejen con la tranquilidad final de una vida ya vivida
amorosas prendas para sus nietos, usted teja y desteja con las lanas de colores
de su imaginación ansiosa el pecador tejido de sus deseos inconsumados. Hay
fuegos en usted que nunca se apagarán, pero ya es tiempo de que deje de ser una
mujer inconclusa. Escriba.
viernes, 19 de diciembre de 2014
viernes, 12 de diciembre de 2014
MENESTERES DE DESPEDIDA
Dejamos la marca sobre la mesa en
blanco, el estío se acerca desarmado de otoños como una piedra pulida por los
vientos desérticos, es un ágata viscosa, lerda, con pequeñas grietas por donde
fluyen sus adornos de tristezas, el parco discurso de los árboles llenos de
pájaros, la clandestinidad de los caracoles que vagan lentos por la noche antes
que la madrugada los sorprenda besando los lirios o las magnolias, todo tiende
a una oscuridad difusa, sin siluetas de caminantes suicidas ni estatuas de
héroes descabezados por la bruma, ciertos cristales tintinean en sus azules de
mar profundo, la mesa en blanco con la marca de los abismos por donde huirán
los pájaros, y las espumas y los cuarzos y la melancolía de los otoños que
acosan de lluvias previas de los mustios inviernos venideros, surgen las
alquimias y las herejías en una sucesión confirmada por las pasionarias que
reptan por los muros apagando los ventanales, imprecaciones y olvidos danzan su
último tango extraviado en ayeres sin rostros, bebiendo el vino agrio de los
errores, el concho feroz de la mala muerte adormecidos, en blanco la mesa y la
marca de las palabras sugeridas o borradas, susurros en las arenas, en las
cenizas, en la cal viva que va carcomiendo las memorias de yeso o de barro, lo
demás son silencios escondidos en los rincones, las furias abrevando en el pozo
de la hiel, las comarcas deshabitadas y la tierra calcinada, afuera la
cumbiamba de paso que incita los desmadres y las polifonías de una sola nota,
el nocturno desde lejos, los ladridos de los perros, la noche ya no alcanza a
contener todas las nostalgias de los yuyos y el tranque con su barquito azul,
hay derrumbes sin escombros ni vidrios quebrados, el polvo del desierto cubre
las huellas de los pasos equivocados, las garúas borran los nombres y los
números, los vestigios de algo que ya no posee silueta ni sombra, de alguien
que habitó los subterráneos y no floreció, sobre la mesa en blanco la marca de
los signos de los tiempos, la decadencia, la obsolescencia, los estragos del
fuego divino, el castigo de falsarios y pecadores, y aquel que mire para atrás
será estatua de sal, y el que no mire será algas pútridas esparcidas por las
aguas por toda la faz de la tierra sin tumba ni llanteríos, al atardecer del
último día la última sonrisa cínica cristaliza en un semblante imperturbable.
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