viernes, 12 de diciembre de 2014

MENESTERES DE DESPEDIDA


Dejamos la marca sobre la mesa en blanco, el estío se acerca desarmado de otoños como una piedra pulida por los vientos desérticos, es un ágata viscosa, lerda, con pequeñas grietas por donde fluyen sus adornos de tristezas, el parco discurso de los árboles llenos de pájaros, la clandestinidad de los caracoles que vagan lentos por la noche antes que la madrugada los sorprenda besando los lirios o las magnolias, todo tiende a una oscuridad difusa, sin siluetas de caminantes suicidas ni estatuas de héroes descabezados por la bruma, ciertos cristales tintinean en sus azules de mar profundo, la mesa en blanco con la marca de los abismos por donde huirán los pájaros, y las espumas y los cuarzos y la melancolía de los otoños que acosan de lluvias previas de los mustios inviernos venideros, surgen las alquimias y las herejías en una sucesión confirmada por las pasionarias que reptan por los muros apagando los ventanales, imprecaciones y olvidos danzan su último tango extraviado en ayeres sin rostros, bebiendo el vino agrio de los errores, el concho feroz de la mala muerte adormecidos, en blanco la mesa y la marca de las palabras sugeridas o borradas, susurros en las arenas, en las cenizas, en la cal viva que va carcomiendo las memorias de yeso o de barro, lo demás son silencios escondidos en los rincones, las furias abrevando en el pozo de la hiel, las comarcas deshabitadas y la tierra calcinada, afuera la cumbiamba de paso que incita los desmadres y las polifonías de una sola nota, el nocturno desde lejos, los ladridos de los perros, la noche ya no alcanza a contener todas las nostalgias de los yuyos y el tranque con su barquito azul, hay derrumbes sin escombros ni vidrios quebrados, el polvo del desierto cubre las huellas de los pasos equivocados, las garúas borran los nombres y los números, los vestigios de algo que ya no posee silueta ni sombra, de alguien que habitó los subterráneos y no floreció, sobre la mesa en blanco la marca de los signos de los tiempos, la decadencia, la obsolescencia, los estragos del fuego divino, el castigo de falsarios y pecadores, y aquel que mire para atrás será estatua de sal, y el que no mire será algas pútridas esparcidas por las aguas por toda la faz de la tierra sin tumba ni llanteríos, al atardecer del último día la última sonrisa cínica cristaliza en un semblante imperturbable.


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