miércoles, 27 de enero de 2016

INQUAM… (Intuiciones sobre la rosa encarnada)


“…toda interpretación ejerce sobre el texto una violencia y una arbitrariedad,…” Si una noche de invierno un viajero.  Italo Calvino

Estarás, digo, en los cóncavos cuarzos de ese amanecer donde duermes alejada, dormida en la tibieza y el susurro, cercada por los ojos cerrados del nocturno y por el viento que va tallando los surcos de tu nombre en las ardientes arenas de un sueño desierto. Habrás de intuir, digo, que por estos pagos también se va cumpliendo esa continuidad amorosa del antes, ahora y después, tal como por tus crepúsculos, que los páramos y las piedras nevadas, que las islas y los pájaros, solo esperan nuestras siluetas tomadas de la mano para convocar los cantos enamorados. Permanecerás, digo, porque has sido mar y gaviotas a lo lejos, y de cerca desierto de sales y arenas, caliche, arcillas que detentaban tu nombre en sus grietas de aguas evaporadas, porque me basta imaginar tu corazón palpitante para pensarte aunque esté parcial nublado sin vos y te invoque en tu atardecer caluroso y parcial nublado porque nos sabemos bajo el mismo cielo, y eso nos consuela de la lejanía del insomnio y los parques con sus garúas y sus estatuas. Estarás también, digo, en los arreboles que tiñen las nostalgias de los atardeceres de las rosas profundas, y donde tu mano en la lluvia con sus metales circulares recrea el pequeño y antiguo invierno, ya sucedido, donde los labios se rozaron risueños explorando el húmedo territorio de los besos por los laberintos del tiempo y de las calles de una ciudad aun sin nombre. Sabrás, digo, que persevero en tu búsqueda por los escondrijos de los lagartos y los escarabajos, en los rastrojos del manzanar del otoño, por los bordes ariscos de las lunaciones, en los intraducibles signos escritos en los caracoles y las mariposas, y es que miro las rosas y apareces, miro los arreboles del atardecer y apareces, miro el sol rojo en sus últimos destellos y ahí estás vos dibujada en las siluetas de los árboles, y te digo calladito "no me incites así ácida rosa encarnada que un día voy a encontrarte en ese café que se nos viene y te voy a morder los labios ahí mismo en publico desparpajo y voy a besarte antes de que llegué el primer café y dejaremos que los cigarrillos humeen hasta la ceniza mientras nos incrustamos en el abrazo largo y desesperado que nos debemos", pero después pienso que si te lo digo así tan brusco te asustarás y me lo callo. Sentirás, digo, que voy leyendo tu cuerpo en las pocas fotografías que te retratan de perfil o en penumbras, como un libro al que le faltan páginas, sin tu voz, solo tú imagen silueta sombra repartida en sus dispersos fragmentos, tú riendo, tú de pie leyendo, tú sentada en la orilla, tu reposando lánguida en el solar de piedra, tú dibujada en el mágico destiempo que nos pertenece y en la distancia insobornable que nos obliga a soñarnos. Eso.