viernes, 13 de febrero de 2015

DERIVACIONES FLUVIALES


(Apuntes de viaje)

“mi destino por el río es derivar
desde el fondo del obraje maderero,
con el anhelo del agua que se va”
Canción Del Jangadero. Jaime Dávalos - Eduardo Falú

Hacia el bajo por la lluvia, la llovizna y aguacero, entre róbalos y salmones, entre infinitos matices de verdes. Orondos por el río ancho y lento, detenido, por las mareas, entre la hojas de colores otoñales que arrastra la corriente, por las raíces de los ulmos florecidos de espumas blancas y las rojas y violetas flores bailarinas de las chilcas, por los pinos y los calafates. Navegando sobre las piedras sumergidas y los naufragados troncos asomados, orillando por las arenas y los pastos con los queltehues y las vacas. Por el vaho de la bruma amanecida, el destello de la luna en su oriente, y el beso ardiente del sol en su altura. El azul original y las nubes de blanco perfecto a los grises nubarrones. Soñadores pescadores en el borde de la noche río arriba buscando el pozón en la maniobra de boteros incipientes, en la bifurcación y los botes amarillos por allí donde el oro se escondía en las terrazas y los bosques. El silencio vegetal de la absoluta quietud y del abandono, de las casitas vacías con sus techos plateados reflejando un cielo gris de altas nubes también detenidas en el suspenso frío del día. La voz lejana y dulce de la Maga recordando que no hay paraíso sin ella. La densidad amanecida del sosiego, de las decantaciones y del espejo del río detenido repitiendo los bosques, el cielo nuboso, las vastas soledades de su propia inundación. Río arriba, la vertiente y el canalón, el yeco y las golondrinas rasgando las corrientes en sus rasantes vuelos alocados, los peces ocultos en las aguas transparentes, la playa de arenas gruesas y los cuarzos metamórficos. Los sumergidos troncos esperando la bajante, los esquistos sin tiempo y allá en el bajo el estero de las ovejas y los bueyes. Los juncales y los barquitos abandonados río abajo, más ancho y más dormido, de aguas rojizas y albas garzas. Las varas de maderas trozadas esperando su viaje, el ulmo iluminado de flores blancas incrustado en el boscaje oscuro y sombra. La barra de arenas grises y conchales blancos donde el río desagua sus aguas y se incrusta en un mar de furiosos oleajes espumosos. La marea sube dejando el río quieto, detenido, y va dibujando lineales simetrías en sus breves acantilados fluviales, sometidas a los hieráticos cormoranes y las juguetonas golondrinas besando el espejo del agua que lleva pétalos y hojitas amarillas hasta antes del otro canalón, el de los róbalos precoces. La última mañana, con su bruma húmeda y el silencio detenido y abrumador que deja una nostalgia saturada de solitario paisaje como si todos se hubieran ido y la vegetación asumiera una quietud funeraria y otra vez salvaje.

Imagen: Fotografía del autor, Río Llico, Región de Los Lagos, Chile. Febrero 2015.