martes, 29 de enero de 2013

RASTROJOS (Variación)

La muerte hace inútil toda belleza.
Summa Atica, CXXXV. Varelio.

Otros poseerán la felicidad de escuchar tu voz reviviendo la intensidad de un poeta muerto, yo el recuerdo de tu boca tan cerca que pude besarla. Todo gira en círculo alrededor de ti. Jugará el verano en las aguas oscuras de tus ojos desatado, pero no en este otoño que se hunde hacia el poniente en premonición de un invierno plateado en escarcha y luna hasta la clara primavera que romperá la semilla al final de tu voz. Todo es una sagrada involución precisa hacia ti. En ti me sumergí en las profundidades de una ternura que no conocía, apremiado por breves florcillas de alelí y violetas que detentaban tu orgullosa primavera mientras los ocres buscaban los matices de tus tristezas. Entre los cantos de aves y en soleados rincones, la quietud de cualquier mañana era tu presencia, tu cercanía leve, tus manos en la tierra. Hoy solo quisiera huir de tu sagrada presencia, nunca mas verte como eterno fuego fatuo, perdido entre los escombros de tu ausencia, ciego a las huellas de tus ojos en la luz y hundido en las sombras donde eres azul o gris. Romperás un día esas cadenas y de entre tus manos surgirá la roja rosa de pasión que pulsa tus entrañas porque eres en dulce pecado concebida y no habrá entonces metal ni eslabones que aprisionen tus deseos libres en vuelo gaviota liberada contra azul agua en cielo azul y buscarán la espuma, la arena, el roquerío donde anidar el celo desatado e incitar al tiempo cuando aun no era pecado conocer el misterio del tálamo. Hoy busco intersecciones, la esquina equivocada, el rincón oscuro, desoladas constelaciones muertas del tiempo girando sin eje ni sentido, girando, solo girando, máscaras, rostros, voces muertas sin tiempo, trampas y sueños. Prolijo acecho en pequeñas emboscadas, escondo dagas, banderas, himnos, repto silencioso, huidizo, sigiloso y hambriento. Me convierto en voz casi susurro, en aliento adormecedor de amapolas solo por violarte brutal en la noche en el sueño porque a tu lado pude reconocer en tus recriminaciones el extravío y la fragmentación, la derrota, como en un espejo donde el rostro que se mira es todos los rostros que fui y enfrenté mis acosos, desidias, mentiras y engaños, mis silencios y mis ausencias, agobiado de la venidera inmolación. Aun así, quisiera verte entre las sombras de mi última noche, poseedora de todos los reinos y tumultos, atroz dueña de mi tormento o sacrilegio, para que en la última hora tu voz me encuentre despedazado por esa noche donde ya no existas. Vale.

Imagen: Madame Recamier de David, René Magritte, 1950.

viernes, 25 de enero de 2013

MINUCIAS DE LA VISPERA

Se viene la tarde del ultimo día, acecha ya la noche feroz con su madrugada de cadalso, pronta espera la primera mañana de silencio incomprensible, se me va a perder tu voz palabra, tus furias que ahora asustado ante la inminencia me parecen dulzuras que no alcancé a entender, desaparecerán las rosas impúdicas entre la venenosa hiedra de tu ausencia, todo tornará en un oscuro, en un largo túnel de noventa días con sus noches. Desde el borde mismo de la noche, de su orilla atrapada en su oscuridad viniente, te voy rumiando carne uñas pelo, te voy sacralizando en mármoles inseguros, en bronces antiguos, en cristales de cuarzos inauditos, para no perder tu imagen como se pierden los rubores del atardecer, tu silueta contra el rió de los camalotes, tu presencia en los sueños del parque donde nos soñamos o en las callecitas, viste, donde te me perdías dejándome en un breve infierno quincenal. Ha comenzado la noche, como si supiera del drama que viene está nublada y allá en la cordillera que da para tu vertiente llueve. Sé perfectamente que no podré cruzar el tormentoso mar de estos noventa días con sus noches sin vos como un faro en la oscuridad del sin ti, pensando que no te importa, no te importo, que te da lo mismo si existo o no existo, saberme o no saberme, que si nos soñamos o no, que si nos morimos de besos o no, que si seguimos soñando un día tocarnos o no, porque has de saber que a mí no me da lo mismo si no puedo respirarte cada día en mi mañana o acariciarte cada noche en tu insomnio. Sé perfectamente que vendrán otras voces fantasmales con sus trampas de deleites y sus cantos de embelesos que desviaran mis rumbos caóticos hasta hacerme naufragar, otra vez, con los mismos roqueríos de este mismo desengaño nada más que para cumplir tus presagios encelados, así será, aunque en esta hora ultima te confieso que solo querría seguir como antes esperando tu migajas como un linyera acurrucado en tu puerta casi muerto de tu frío, hambriento siempre de vos, con esta sed viva de macho edípico abrumado por la ternura perdida de tus pechos y la nostalgia sangrando por tu entera piel intocable imposible insoñable, ahora. Pero ya es tarde, demasiado tarde, solo nos queda irnos a desaparecer en el silencio del otro por esos noventa días con sus noches que se nos vienen hasta por ahí por fines del lejano abril de las lluvias. Vos decidiste, yo no pude. Eso.

miércoles, 23 de enero de 2013

NOCTURNO CELOSO

Anoche te esperé en el sueño, recorrí de esquina a esquina el parque de siempre, te busqué detrás de las estatuas, en los escaños anochecidos, en el reflejo lunar del estanque de los peces silenciosos, en el zureo nocturno de las palomas, te busqué en los jardines de rosales y de magnolias, en la frescura del pasto dormido, en los lugares donde nunca nos besamos y en los sitios donde nuestras huellas contrapuestas nos delatan al amanecer, en fin, te busqué hasta la orilla del sueño y no, no apareciste maldita mía, entonces fui por la noche indagando por tu lecho, rastreando el halito de tu cuerpo por los callejones y las avenidas entre oscuridades y luces hasta dar con tu ventanal, con tu puerta, con tu lecho, y te miré dormir toda la noche, sin tocarte, solo con mi ojos acariciando cada fragmento de tu cuerpo que quedaba desnudo fuera de las sabanas, tus brazos impúdicos, el escote acosado por tu respiración en sueño, en algún momento el destello de una pierna buscando frescura, tu rostro dormido atravesando un sueño donde yo no estaba pues te miraba dormir extasiado en tu quietud de esfinge, pero en la penumbra del amanecer cercano descubrí en tus labios la misma sonrisa dulce de cuando te beso y supe claramente que existe otro que se encierra también en tus sueños y te genera sensaciones y te posee, y que te hace rendirte a sus caricias, que te produce un éxtasis que humedece tu cuerpo hasta saciarte, sonreí, y yo creyendo que solo era yo, tonto y crédulo linyera, el que podía penetrar tus sueños, me creía poseedor de la llave, el código y la clave que abre el portalón del castillo donde te pienso y habitas bordando nenúfares en mi espera, qué va, pero no importa maldita porque sé que yo soy el dueño de tu rosa embebida, de sus latidos y de la dulce densidad de sus brebajes, de sus ardores escondidos en los medanos de tus insomnios y de cada evocación que la estremece, y vos lo sabés, lo has sentido, lo has vivido más de una noche mientras te rompo la boca a besos, maldita, yo soy el sátiro que traspasa y penetra tus remilgos de gata maldita, yo soy el que te acoso contra tu voluntad pero a favor de tus deseos, así que ese otro puede jugar todos los juegos que quiera porque el único juego que vale, el juego del fuego, ese solo lo sueñas conmigo. Y nada.

sábado, 19 de enero de 2013

INTIMIDAD DE PAISAJE


¡Oh dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir!
La escritura de Dios. El Aleph, Jorge Luis Borges, 1949.

La brisa lo dejaba a contramano como un santo pendiente, lo envolvía en un remolino de arrebatos y alturas de muchos verdes posibles, de blanca loca mariposa arrastrada por la turbulencia de un oleaje invisible, desvinculado en un azar de perro, entre los geranios quietos de un abandono mortecino cristalizado en esa misma opacidad lánguida de las tumbas abandonadas, congregado por los entramados y las urdimbres florecidas en la fijeza del estío. Entonces se inclinaba hacía ella y le bordoneaba en su oído su rezongo de linyera. No, son intentos búsquedas de nuevas formas de comunicación, de renovaciones vivificantes como cuando se incendian los bosques buscando el brote de los renovales, estremecimientos, intenciones, exploraciones, no hay nada de lo que dices supones intuyes, nada que vislumbrar si no lo lúdico, el juego amorosos de dos seres que se tocan reconociéndose, solo hay alegres divagaciones para no caer en aquellos tenues y eternos intersticios de sinrazón (i) que dijo aquel tu viejo poeta ciego, eso, juegos para concretizar nuestra realidad, confirmar la certeza del deseo, de esta cercanía de vos y yo de la que siempre desconfías, que te desespera porque la sientes tan real que te asusta, y entonces la niegas, la desesxistes, no, no es escape ni salida ni bostezo, es un pellizco para que te sobresaltes, te rías coqueta, juegues mi juego y te dejes seducir una y otra vez por todos mis yo, no, no se me acaban los verbos ni los adjetivos, nunca se me acabaran cuando estás cerca y te pienso, sé que puedo seguir conmoviéndote y emocionándote hasta que este maldito destino de mísero mortal me haga pronunciar por ultima vez la palabra de tu nombre como en ese sueño de Borges (ii), porque no hay día en que no nos extrañemos (niégalo!) vos a mí y yo a vos, madrugada mañana tarde y crepúsculo, y ni que decir en las noches de insomnios o las de sueños, o en las lluvias o en las rosas, no, no sabes, piensas equivocada, no son presiones, son tímidas invitaciones al juego del fuego, eso. Ella lo escuchaba sin sonrisa, con un mohín de incredulidad, haciéndose la reina y nada. La brisa lo dispersaba por el cañaveral, lo disgregaba en una arena húmeda que resistía aferrada a las piedras, a las cortezas cuarteadas, lo hundía en las oquedades muertas bajo cierta luna diurna que se emborronaba en un allá arriba de muy triste azul difuso.


Notas.-
(i) Nosotros hemos soñado el mundo, lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso.
Otras inquisiciones. Jorge Luis Borges, 1952.
(ii) "Sueño Soñado en Edimburgo"
Antes del alba soñé un sueño que me dejó abrumado y que trataré de ordenar.
Tus mayores te engendran. En la otra frontera de los desiertos hay unas aulas polvorientas o, si se quiere, unos depósitos polvorientos y en esas aulas o depósitos hay filas paralelas de pizarrones cuya longitud se mide por leguas o por leguas de leguas y en los que alguien ha trazado con tiza letras y números. Se ignora cuántos pizarrones hay en conjunto pero se entiende que son muchos y que algunos están abarrotados y otros casi vacíos. Las puertas de los muros son corredizas, a la manera del Japón, y están hechas de un metal oxidado. El edificio es circular, pero es tan enorme que desde afuera no se advierte la curvatura y lo que se ve es una recta. Los apretados pizarrones son más altos que un hombre y alcanzan hasta el cielo raso de yeso, que es blanquecino o gris. En el costado izquierdo del pizarrón hay primero palabras y después números. Las palabras se ordenan verticalmente, como en un diccionario. La primera es Aar, el nombre de un río. La siguen los guarismos arábigos, cuya cifra es indefinida pero seguramente no infinita. Indican el número preciso de veces que verás aquel río, el número preciso de veces que lo descubrirás en el mapa, el número preciso de veces que soñarás con él. La última palabra es Zwingli y queda muy lejos. En otro desmedido pizarrón está inscrita neverness y al lado de esa extraña palabra hay ahora una cifra. Todo el decurso de tu vida está en esos signos.
No hay un segundo que no esté royendo una serie.
Agotarás la cifra que corresponde al sabor del jengibre y seguirás viviendo. Agotarás la cifra que corresponde a la lisura del cristal y seguirás viviendo unos días. Agotarás la cifra de los latidos que te han sido fijados y entonces habrás muerto.
Los Conjurados. Jorge Luis Borges, 1985.





sábado, 12 de enero de 2013

A POR TUS RUMBOS

Destrabo las fuentes del insomnio y del vértigo, la medula anular de la madrugada que no llega, el cilicio del insomnio de ti con sus arenas y sus ortigas, me cimbro atracado a tu puerto como esos viejos barcos cansados y llenos de herrumbres que han recorrido tantos mares que ya los olvidaron y solo buscan un fondeadero para volver a ser hierro disuelto en la salazón de las aguas de ese mismo sueño, de ese mismo océano, de ese mismo horizonte, de ti misma (mía) esperando el poderoso amanecer soleado con tus palabras y las gaviotas del encuentro para resarcirme por este extenso desierto que atravieso sin ti. Pero cuando te alcance, cuando te atrape, cuando te secuestre y te siembre en los territorios de mis semillas te voy a hacer morir de besos, de lenguas trabadas, de salivas embebiendo los labios, de bocas anegadas de nosotros, de misteriosos trabalenguas intraducibles susurrados mientras nos morimos de esos besos, de esos besos salados de timonel extraviado ebrio de ti sirena lamiendo la sal de tu piel bajo tu desesperación en desamparo, palmo a palmo como un denso caracol enviciado en la noche que irá a saborear las ultimas sales marinas de tu cuerpo dormido, frágil, expuesto vulnerable e indefenso al morboso frenesí de mis deseos oceánicos. Tuerzo rumbo de velero en borrasca y me aboco a tu persecución marina invocando todas mis artes de mar y el velamen alzado a contraviento, sigo los signos de las estrellas, el vuelo de los cormoranes, descreo de brújulas y astrolabios y sextantes, enrumbo por las aguas zainas de un río ancho y desconocido a contracorriente de misteriosos camalotes. Allá tú, con tus furias desatadas, tus rencores sulfurados, tus salivas ácidas que corroen todo lo que tocan, tus recatos y pudores de mariposa y tu infidelidad, mía, de libélula embaucada, porque insistiré en el oscuro, pervertido y dulce placer de sentir tus garras uñas en mi piel rasguñando hiriendo sajando hasta sentir mi propia sangre escurriendo vertida por tus celos incontrolables. Destrabo y tuerzo sin sosiego para alcanzarte en las islas de tus furias, atravieso atardeceres incrustados de las rosas furtivas que sustentan la plenitud ostentosa de tu piel, cruzo desembocaduras equivocadas donde te pierdo entre cañaverales y ciénagas, destrabo, tuerzo, atravieso y cruzo vértigos e insomnios, recojo vestigios de tu continente para convencerme que estás poco más allá esperando al naufrago que aparecerá por el levante para venir a morir de besos en tu boca. Vale.