jueves, 31 de diciembre de 2015

OTRO AÑO QUE SE VIENE


Vertido será el año en sus memorias desvaídas, irá perdiendo los detalles, la nitidez de sus contornos, la solidez de las mejores horas se disgregarán en arenas o arcillas o cenizas. Faltaron unas siluetas en los parques bajo los atardeceres o entrando la noche, faltó el amor que todo endulza y hace perenne los instantes o los pasos a través del plenilunio, faltó la palabra mejor escrita conjugada en la emoción, que no vino, y los verbos del asombro, la fugacidad de lo cotidiano en los vestigios del entorno perecedero, faltaron ensueños y quebrantos para que las estaciones cumplieran sus designios de garúas o escarchas y ciruelos florecidos, de trigos maduros y lluvias sobre la hojarasca. Ya se disuelve el día último, el nocturno avanza hacía la primera madrugada, se repasan sin mirar atrás los sucesos y los sueños, lo ganado y lo perdido, lo que pudo ser y lo que ya no fue, la suma es alegre, lo que cuenta es lo vivido, la sensación de estar vivo, las miserias y la penas se vuelan con el tintineo de las copas y asumen el color del vino. Hay una quietud establecida, como un muro o las piedras, una intensidad latente sin congojas ni sonrisas, y un vaho turbio que va envolviendo la hora que sucede como una ola hacia la rompiente. Alguien mira el reloj y se pregunta si lo que vendrá tendrá el mismo signo de los recuerdos que ahora se abandonan, si el café y el tabaco conservarán sus sabores y sus aromas, lo demás no importa porque es tierra quemada. Una esperanza chiquita parpadea escondida en la fresca oscuridad del jardín de las rosas, (antaño eran dalias y la soledad aun no tenía nombre), quizá este sea el año de esa boca que perdura en los besos que prometieron los tiempos por venir. Será eso o la risa niña de la Emperatriz de Todas las Reinas que llena la casa de su tierna alegría, la cosa es que yo sigo buscando entre los últimos silencios del año las voces perdidas, los ecos de las siluetas sin rostro y las músicas que desterraron antiguos olvidos.

Diciembre 31, 2015, 22:32.


Imagen: Quebrada Salar del Carmen. Antofagasta. Fotografía del autor, Diciembre 2015.

lunes, 14 de diciembre de 2015

A LO MENOS ALGUIEN DONDE


“Creo que la literatura está para cosas más complejas que sólo contar historias. … La literatura está para ampliar las vivencias, que el pensamiento se expanda y la imaginación pueda ser mayor y podamos sentir más. Y, además, para darnos maneras de decir que nos permitan liberarnos de un régimen del decir.” Marcelo Cohen

Alguien, como un pez atrapado en el fango entre las algas y los negros roqueríos, explora el mundo en tanto niega la persistencia de su mísera realidad convencional. Ciego navegante de alta mar adentro surca sus propios oleajes en las tormentosas aguas de los desvelos que erosionan laboriosos la vigilia, el mustio sosiego, la quietud santificada por el desdén. Habita la palabra en sus engarces barrocos, sobreadjetiva, repite, recarga en excesos ilógicos o abrumadores, busca los deslumbres sin asomos de fúnebres raciocinios. Alguien explora más allá del encanto del desencanto de los abismos marinos donde vagan absurdos e imposibles celacantos, descifra en sus nocturnos vacíos palimpsestos y equivocados portulanos, iluso pretende la inalcanzable verdad de todas las verdades, capturar la última noción de indiferencia del frío e imperturbable Universo, el absoluto cristalizado, inmóvil, la inmensidad inasible donde a la larga todo sucede porque el tiempo allí es infinito. Alguien sostiene perfectas falacias para engañar la razón que lo infecta como un virus inmortal, intenta así borrar los rastros de su íntimo calvario y las cicatrices de todas sus inútiles victorias, la travesía del barro a la ceniza, los intervalos de arena disgregada y de polvo disperso, suma cero. Alguien juega a ser un dios indiferente dispersando pompas de jabón y vilanos de diente de león en la brisa de la transcurrida primavera y en el viento desbordado del estío. Donde el cauce previsto dejó las cárcavas como heridas sin sangrar en las pendientes de las resecas lateritas, en los rojizos y en los ocres de su otoño terrestre, aciago, intenso, antiguo como las piedras engarzadas en las sangrientas arcillas. Donde los espejos mienten porque solo reflejan la máscara, el rostro quieto de lo que no somos, la sonrisa mentida, los ojos que no miran porque ya han visto todo, y solo repiten en sus pupilas el cansancio del que ha vagado por los años siempre con rumbo equivocado. Donde las lluvias escriben con sus grietas en el barro sus mensajes cuneiformes donde están los códigos perdidos que permitirían descifrar los misteriosos ruidos del agua que rompen los cántaros del desamparo. Donde alguien dejó la marca, la huella purulenta, el tajo sangrando, los alelíes desesperados en la bruma de lo perdido y el desorden del verano repartido en las lajas de cuarzo y los caracoles enterrados, y se sumergió hecho sombra, digno e inmortal, como un pez atrapado en el fango.

Imagen: Saltarín del fango, Periophtalmus koelreuteri.