jueves, 23 de mayo de 2013

ELEGIA PERMANENTE EN EL ESPEJO


"I offer you the memory of a yellow rose seen at sunset, years before you were born”. J. L. B.

Sí, somos buenos en el olvido, creámoslo así para seguir viviendo con nuestras torpes soberbias aun sin cicatrizar, aunque como sabés, siempre te estoy mirando espiando a través del espejo por donde cruzas atareada o lánguida según los vientos de tus rutinas, a veces alcanzo a ver la puntita de una toalla amarilla, otras tu silueta desnuda pero siempre difusa a través del vaho en el espejo, y cuando el vaho desaparece ya estas debidamente vestida y peinándote. Leo las notas que me escribes en el cristal azogado, pero con las letras invertidas así que no sé si las traduzco bien o a mi modo de enamorado soñador que todo lo deforma o adapta a sus penosas esperanzas, vos sabes. En otras ocasiones, en los lentos atardeceres de los parques otoñales, vislumbro desde lejos tu silueta en los altos ventanales de tu imperio, pero siempre desde allí, donde soy solo eso; tu linyera morocho, extraño amor que te quebró la vida en dos pedazos y te enseño cositas deliciosas, pervirtiéndome hasta donde pude o tú me dejaste. Y te sigo por ahí agazapado detrás de tu maldito espejo con los ojos empañados, como en una delicada pesadilla en la que te veo tan cerca que sé que puedo tocarte pero al extender mi mano en caricia hacia ti no puedo cruzar una superficie invisible y te me vas alejando y bueno, vos sabés, cosas de los sueños, y todo porque no quiero alcanzarte para que siempre seas mi sueño, y seas como eres en mi sueño, y te ame y posea y viole y violente y abuse y espíe como solo puedo hacerlo en mi sueño. Siento que si te alcanzara no podría soportar tus furias y nos perderíamos en discordias inútiles, en desengaños inventados, en rupturas infantiles, cuando yo debería ser (me gustaría ser) un recuerdo grato, bonito, intenso, en tu alma de guerrera invencible, ese shileno de ojos achinados que te partió la vida en dos, nada más, porque las arenas del tiempo cubren mas temprano que tarde las furias, desencuentros, celos e incomprensiones, y lo que queda al sol es el amor, puro y simple, las pasiones, lo compartido en complicidad, lo escrito, soñado y sentido, los estremecimientos, las tentaciones, los pecados cometidos bajo hechizo, y los malos pensamientos. Eso. Nadie es de nadie, solo soñamos posesiones, construimos castillos ilusorios rodeados de bosques ilusorios, plazas con lluvias ilusorias, besos, amores y cariños también ilusorios, pero todo lo sentido lo podemos dar por vivido aunque no queden marcas en la piel, cada sueño es memoria viva, con sus emociones e intensidades, cada caricia imaginada persiste como un roce ya instaurado junto con el recuerdo de un rostro, una voz, furias y celos, y es posesión como un anillo o un lápiz, una cucharita del té o el vidrio de la ventana que da a los rosales. Si ávidos mis ojos poseyeron tu cuerpo mío, con detalle y fruición, con deseos inquietantes y dulzuras secretas, y vos lo sentiste y yo también, ya que importa si fue sueño o delirio, en ti soy tuyo, vos lo sábes, mi imagen y mis barrocos, la textura de mi ser podés tocarla cuando desees si así lo querés anocheciendo, pero ahí, cuando naufragamos en la noche separada, cuando nos soñamos y nos habitamos libres de las realidades que nos separan por el día, cuando puedo humedecer tu piel deseada con mi besos escurriendo por a lo largo y ancho de ti, de tu geografía nocturna, de tus territorios ensombrecidos que solo la luna ilumina, siempre que no llueva en ti o en mi, cuando tu puedes alcanzarme, palparme y soñarme según tus poderosos designios, tus misteriosas inquietudes y tus sagrados deseos. Vale.

martes, 7 de mayo de 2013

SAYO



“Cántame una canción/al oído y te pongo un cubata
Con una condición:/que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata”
Y nos dieron las diez. Joaquín Sabina, 1992.

Desde el espinal hacia la hondura sur de los verdes y ocres desde la llovizna de queltehues y tiuques. Se aparece tu rostro como en un sueño funerario, dormido o muerto, reseco aun bajo la lluvia, en el vano de una puerta, en el crujido de unas piedras en la oquedad de su bosque. Te me desapareces de las trizaduras de los espejos, de la callecitas, esas, del mismo prodigio de tu voz alucinante. Hacia adentro en la hondura, en la bruma que sube por el río buscando la trama de los bosques entristecidos de pájaros escondidos en sus silencios entumecidos. El agua baja con sus hileras de blancos pétalos de los arrayanes que aun permanecen en su otoño florido. Y el tiempo se ramifica entre el follaje denso y verde, en el río de aguas lánguidas, en el estero amparado en los cañales, en la quietud de las casitas dormidas en los claros del bosque, en el mismo observador impaciente. El chucao grita oculto siempre quien sabe donde. La mañana aun estila la lluvia de anoche. El día amanece con la parsimonia vegetal de los ulmos hasta que se triza con la algarabía elemental de los queltehues, otros. Allá arriba a pleno cielo se inician los tiernos rubores de un sol ingenuo con un claro de azul por delante y hoscos nubarrones cercándolos. Todos los verdes en todos sus posibles matices se entremezclan en un paisaje instituido en su propio silencio. Sobre el frío, el silencio y la lluvia se derraman las nostalgias azucaradas de lo que fue. Sobre el río, la quietud y los bosques se vierten los recuerdos intocados de lo que pudo haber sido. Todo es como un ayer no vivido, con la consistencia de un recuerdo vago, inhóspito, con sabor a pena y perfumado de lenta tristeza. Allá mañana, de vuelta, el otoño entra a bocanadas con sus amarillos estentóreos. El sol en su deslave va enrojeciendo el muro implacable de tu boca. Será mañana. El paisaje duda entre solearse alegre entre los cantos de los pájaros venideros o enlluviarse convencido del fervor de los queltehues. El chucao se despide allá abajo emboscado en el boscaje cerca del estero, una fina neblina arremete la urdimbre cerrada del bosque, tímida, porque el sol ya amanece sonriente. Se vienen burbujeando los amores por el río pero ya es la hora de los peces en la concavidad de tus ojos instaurados. Madre! que me dueles tanto que no logro entrar en la rutina de tu olvido. Te me desvaneces aun sin aparecer. Vale.

Viaje al Río Llico, Mayo 2013.